La Jornada 8 de noviembre de 1997

La autonomía no es balcanización: Joaquín Coldwell

Blanche Petrich /II y última Ť Para el delegado gubernamental para la paz en Chiapas, Pedro Joaquín Coldwell, la ``pésima señal'' enviada con el atentado contra los obipos de la diócesis de San Cristóbal de las Casas ilustra cómo ``un incidente en una condición de volatilidad como la que estamos viviendo en Chiapas puede alcanzar proporciones nacionales e internacionales''.

Advierte por igual al gobierno -al que él representa en las inactivas mesas de diálogo- y al Ejército Zapatista sobre el peligro de ``no darle la valoración debida'' al incidente de Tila: el EZLN, dice, ``no debe esperar a que el chiapaneco se mantenga como un conflicto localizado; en cualquier momento, cualquier acto incontrolado, puede hacerlo grande''. Respecto a la parte oficial, de la cual toma distancia a pesar de su función como delegado gubernamental, expresa: ``No se quiere atender el conflicto, porque el fenómeno se ha minimizado y está circunscrito a algunas regiones de Chiapas; pero hay que tener en cuenta que para la política -bien entendida en su sentido más auténtico- aun los problemas de un solo individuo importan para el Estado''.


Saludo de las bases de apoyo del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional en Comalapa.
Foto: Hermann
Bellinghausen

Joaquín Coldwell aún no rompe el récord de su antecesor, el segundo comisionado para la paz Jorge Madrazo Cuéllar, de permanecer nueve meses en el cargo sin haber logrado un solo contacto con el interlocutor. Lleva poco más de seis meses de haber sustituido a Marco Antonio Bernal como delegado para las inactivas mesas de San Andrés Larráinzar y en su oficina en la colonia Roma no se ha visto aún alguna acción de fondo.

Riesgos de violencia

Sin embargo, estima que el tiempo apremia: ``En los primeros meses del año próximo muy probablemente se va a definir el futuro político de Chiapas, al menos para el primer decenio del siglo XXI. Si la negociación sigue estancada y las tendencias que ahora comienzan a presentarse se desarrollan, entonces correremos los riesgos de la violencia, de sectores de ingobernabilidad, de bandas sin control, de pérdidas humanas, inseguridad y desasosiego para miles de individuos concretos que merecen vivir en paz''.

Propone, nuevamente situándose entre las ``partes'' y no como representante de un lado de la mesa, ``un ejercicio de autocrítica'' a ambos interlocutores: que dejen de ver ``fantasmas que no existen''.

Por ejemplo, del lado oficial, ``los que creen advertir en el zapatismo la balcanización'' en la demanda de autonomía; o del lado de los zapatistas, que ``han querido ver en el gobierno la intención de aplastar militarmente al zapatismo''.

En el texto de una entrevista respondida por escrito, Joaquín Coldwell hace pronunciamientos de apertura que antes no había expresado: ``Ninguno de los planteamientos del subcomandante Marcos atenta contra la integridad del Estado. Todos son negociables e institucionalizables''.

A contracorriente de la opinión de los funcionarios que lo antecedieron en el cargo -primero Gustavo Iruegas y después Marco Antonio Bernal-, el actual delegado gubernamental acepta que la autonomía indígena, que se convirtió en el nudo gordiano que impidió el cumplimiento de los acuerdos firmados de San Andrés Larráinzar, no es separatismo sino, por el contrario, ``una oportunidad que no debemos dejar pasar para la reconciliación histórica de la nación con sus pueblos indígenas''.

``Sabemos negociar y ceder''

Expresa: ``Tenemos que hacer un ejercicio de humildad y autocrítica. Interrogarnos si es correcta la percepción que tenemos del contrario, si las intenciones que le atribuimos son ciertas. Tenemos que volver a contemplarnos, tenemos que reflexionar, volver a pensar la realidad, encontrarnos con un nuevo lenguaje de verdad, con intenciones francas y transparentes, abandonar la desconfianza, mirarnos como mexicanos que tenemos el deber de construir la paz y tener una percepción clara de las cosas. Que nuestra palabra sea la verdad, que refleje la sinceridad, la buena voluntad, la voluntad de una vez por todas por superar este problema en el que está en juego la vida de cientos o tal vez miles de inocentes. Volvamos a darnos la mano con franqueza. Si ya en la mesa de negociaciones los mexicanos hicimos una reforma política, incluyamos ahora en ella a los indígenas de México. Ya probamos que se puede, que podemos procesar las inconformidades, que sabemos negociar y ceder, que a todos nos conviene resolver estos problemas. Esto no es retórica. Que me tomen la palabra y reinstalemos la negociación.

``Estamos queriendo ver en los antagonistas fantasmas que no existen; les inventamos intenciones que creemos manifiestas y a partir de allí presentamos nuestra política, es un juego de espejos distorsionados y parece un diálogo de sordos, de personas que no se dirigen unas a otras y que vociferan en el vacío. Somos como don Quijote contra los molinos de viento; los demás ven nuestra alucinación, pero cada una de las partes la da por cierta. Es así que, por ejemplo, hay quienes creen advertir en el zapatismo intenciones de balcanización, cuando lo cierto es que todos sus llamados son a incorporarse al país, no hay separatismo en las comunidades indígenas y, por otra parte, se ha querido ver en el gobierno la intención de aplastar militarmente al zapatismo o, por el contrario, también se apuesta a que las fuerzas de seguridad pueden ser provocadas sin correr el riesgo de que actúen. Se juega irresponsablemente con el papel de las fuerzas armadas, que ha venido siendo de una enorme eficacia y una considerable disciplina.

``En ocasiones, el subcomandante Marcos se muestra tanático, se siente acosado y, en consecuencia, renuncia a dar pasos concretos para un acercamiento que nos lleve a hacer realidad las demandas indígenas. En realidad, ninguno de sus planteamientos atenta contra la integridad del Estado, todos son negociables e institucionalizables; no hay, desde la perspectiva de un sistema político como el mexicano, que a lo largo de la historia ha acreditado su capacidad de incorporación y absorción de las demandas de los grupos emergentes, ninguna dificultad para enriquecerse con el reconocimiento y vigencia de las demandas indígenas. Apostar a la cerrazón es erróneo. Las partes debemos dar señales claras de que estamos interesados en un acercamiento tangible.

``No apostamos a la rendición incondicional del EZLN ni a la descalificación de sus demandas. Son perfectamente asimilables a la estructura legal y constitucional del país. Esto es muy claro; lo que requerimos es una reconsideración de matices importantes y que de una vez por todas nos sentemos a pactar la paz y no esperemos indefinidamente. En cuanto a que la autonomía indígena nos puede conducir a la balcanización, no comparto ese punto de vista, por el contrario, creo que es una oportunidad que no debemos dejar pasar para la reconciliación histórica de la nación con sus pueblos indígenas. Si bien existen problemas técnico-jurídicos serios e importantes, estos son superables. Creo que los hemos sobredimensionado y me incluyo entre quienes quizás los hemos exagerado. Un experto en negociaciones políticas, Yehezhel Dror, señala con razón entre sus consejos el de perseguir más el resultado real y no tanto las formulaciones legales. Lo verdaderamente importante para él, y estoy de acuerdo con ello, radica en los efectos aceleradores y catalizadores y la masa crítica de cambios que se plasmen sobre la realidad''.

Ahora, el momento propicio

Los disparos sobre la comitiva de los obispos adquirieron una significación sobresaliente en un entorno que algunos entendían de un perfil menor, señala. La atmósfera está cargada de electricidad y es tiempo de que adoptemos políticas preventivas y no solamente atendamos a los conflictos cuando éstos han estallado y se han vuelto incontrolables, agrega. La buena política debe ser esencialmente preventiva, debe contribuir a evitar conflictos, indica.

-¿Cuál será entonces el eje principal de la nueva política que usted propone?

-La reconciliación de los pueblos indígenas con la nación como política de Estado. Más allá del cambio constitucional que es necesario y posible, es de importancia fundamental una política activa que

haga viable esta reconciliación que se dará a mediano y largo plazos. Esta política no sólo se propone garantizar el respeto a la autonomía de los indígenas, sino deberá incluir programas específicos y de largo alcance dirigidos a y por este grupo importante de la nación. Para que estas acciones tengan éxito se debe contar, entre otros, con el apoyo, el conocimiento y la experiencia de los que hoy conforman el EZLN y, desde luego, de las iglesias, particularmente de aquellos grupos que desde hace tiempo han compartido el destino de los pueblos indígenas.

Desechar intereses partidistas

``Para la orientación y supervisión de estos programas y actividades habrá que conformar grupos que no sean reflejo de los diversos intereses partidistas o particulares, sino que representen el interés nacional.

``Una política de reconciliación nacional con esta orientación, indudablemente significará un gran esfuerzo para toda la sociedad. Sin embargo, estoy convencido de que esta política desde el punto de vista económico-financiero es factible. El aspecto más crítico será la integración de las voluntades políticas. Considero que estamos en el momento propicio para lograrlo. Para ello, necesitamos generosidad y comprensión de todos los actores involucrados. Estoy seguro que en un lapso breve podríamos iniciar un proceso de reconciliación nacional''.

--¿Qué pasa si no se logra esta política de reconciliación?

--La necesidad de enfrentar el reto de Chiapas con una nueva estrategia no es sólo un asunto de contenido, sino también, y particularmente en este caso, una materia de tiempos políticos. En los primeros meses del año próximo, muy probablemente se va a definir el futuro político de Chiapas, al menos para el primer decenio del siglo XXI. Si la negociación sigue estancada y las tendencias que ahora comienzan a presentarse, se desarrollan, entonces correremos los riesgos de la violencia, de sectores de ingobernabilidad, de bandas sin control, de pérdidas humanas, inseguridad y desasosiego para miles de individuos concretos que merecen vivir en paz, con serenidad y seguridad; tienen derecho a la vida, y si no lo logramos, por muchos años se prolongarán situaciones trágicas que podemos conjurar. Veo posible la paz para los chiapanecos. Está al alcance de mano

--Según usted, ¿qué es lo que se requiere?

--Insisto, que cambiemos nuestros esquemas mentales, que tengamos buena voluntad y voluntad de cumplir. Por un lado, el gobierno firmó los acuerdos de San Andrés y tiene que cumplirlos sin regateo alguno, como prerrequisito indispensable para la paz. Lo firmado, firmado. Hay que cumplirlo si queremos restablecer el diálogo. Por el otro, no me parece pertinente que se realice una movilización hacia la ciudad de México de miles de campesinos, que se convoque a la sociedad civil, se pida el respaldo social, para venir a decir que no se quiere dialogar con el gobierno, que se descalifica a las instituciones, que hay enemigos en ellas y que no se quiere tener tratos con la pluralidad política de la Nación. Al contrario, se debe demandar que la sociedad política intervenga en un diálogo racional. La reforma constitucional implica el patrimonio jurídico y político de todos los mexicanos. No se puede esperar que el Congreso de la Unión abdique de sus facultades deliberativas para que se apruebe un texto que le sea impuesto. El cambio pasa por las instituciones y es con ellas y no contra ellas como debe instrumentarse

``Si es que los zapatistas tienen voluntad de cambio, si quieren reconstruir puentes institucionales que garanticen la vigencia de los derechos humanos, la vida civilizada, la paz, el imperio de la ley; si quieren sumarse a la vida nacional, si pretenden contribuir a la reconciliación nacional; si quieren unirse a México en condiciones de respeto y libertad, desde aquí los convoco a que nos reunamos en las condiciones más favorables para todos; que nos veamos para que de una vez por todas, entremos a una negociación irreversible. México merece la paz. Es nuestro deber moral hacerlo, están en juego vidas humanas que ahora estamos a tiempo de salvar''.