``Pero los intentos se hacen: don Justo Mullor y la Conferencia del
Episcopado Mexicano conciben una emboscada''.
Subcomandante Marcos, ``La otra guerra que viene'', La Jornada,
27/10/97.
No acababa el subcomandante Marcos de advertir, al país y al mundo, la semana pasada, sobre el peligro de ``la peor de las guerras, la guerra inspirada en el fanatismo religioso'', cuando, el martes de esta semana, una lluvia de balas estuvo a punto de acabar con la vida de los obispos de San Cristóbal de Las Casas.
A sólo unos cuantos días de la visita del nuncio vaticano Justo Mullor a la zona norte de Chiapas, un comando de la banda paramilitar Desarrollo, Paz y Justicia, escondido en un cerro del ejido El Crucero, municipio de Tila, disparó contra la comitiva de Samuel Ruiz y Raúl Vera, confiando, quizá, en que la sangre de los príncipes de la Iglesia quedaría allí como una alfombra roja para la llegada del representante del Papa.
-Soportemos -dice el tonto del pueblo- la irresistible tentación de imaginar qué clase de apocalipsis habría en estos momentos en Chiapas si don Samuel hubiese muerto...
-Y vámonos a un rave -sugiere Emma Thomas, bostezando.
-... y situemos el atentado en los estrictos márgenes de la historia -agrega el tonto del pueblo, mientras yo escribo en la mesa del bar y Emma tamborilea con los dedos sobre un plato, empezando a aburrirse de su novio-. Lo primero que las lectoras y los lectores atentos deben saber, es qué significa el ejido El Crucero para la imaginería de Paz y Justicia.
Antes de ``entrar'' en El Crucero, entendamos aproximadamente la naturaleza humana de la región en que esta comunidad se ubica. Escribe Luis Hernández Navarro (en adelante LHN): ``La principal actividad económica (de la zona norte de Chiapas) es la cafeticultura. Esta se expandió a finales del siglo XIX, asociada a la colonización e inversión extranjera (los barones alemanes del café, que los llamaba Manuel Buendía. Nota del TdelP) y a una salvaje explotación de la mano de obra indígena.
``Aunque la reforma agraria cardenista desmanteló (gran parte de la propiedad que concentraban) las fincas, dejó intactos varios (importantes) latifundios, y trajo consigo el ascenso económico de los ladinos, que obtuvieron tanto tierras ejidales como tierras compradas a los extranjeros. (A partir de los años cuarenta, los ladinos) monopolizaron el comercio del café, acapararon el control del transporte y del comercio y (en ausencia de una banca de fomento) se dedicaron a la usura.
``Un nuevo ciclo de luchas agrarias a finales de los setenta, y la expansión del Instituto Mexicano del Café modificaron la estructura de poder (en el norte de Chiapas). Sin embargo (la explosión demográfica y, en consecuencia,) la presión sobre la tierra, la caída de los precios del café (a finales de los ochenta) y (también en consecuencia) la reducción de la mano de obra para los jornaleros, agravaron (las condiciones de vida) tanto de los indígenas como de los mestizos''.
Estos eran los antecedentes, y este el panorama social que imperaba en el norte de Chiapas, antes de la rebelión zapatista: muchos ladinos que habían hecho dinero con el café emigraron con su fortuna para reinvertirla en farmacias o ferreterías de Tuxtla Gutiérrez; otros se quedaron, en cambio, e ``intensificaron'', añade LHN, ``la explotación de los indios'', cosa que a la postre agudizaría los conflictos interétnicos, en un microcosmos formado por seis municipios, en los que ``viven cerca de 200 mil personas, Palenque incluido'', de las cuales ``62 por ciento de las que tienen más de cinco años, habla chol''.
El historiador agrega que, de 1980 a 1990, el porcentaje de población chol creció notablemente. ``En Tila, por ejemplo, pasó del 79 al 95 por ciento. Esto es (el norte de Chiapas) se ha indianizado''.
Pero ninguna de las observaciones de LHN es tan enriquecedora como la que sigue: el proceso de reforma agraria iniciado por Lázaro Cárdenas culminó con un desorden fundado en la demagogia de posteriores gobiernos, que en numerosos repartos entregaron la posesión de una misma tierra hasta a tres grupos de solicitantes. Y al respecto cita un caso:
En 1983, el oficial del Ejército Mexicano (en retiro) Mateo Hernández organizó a la comunidad de El Crucero para recuperar un banco de arena que se había apropiado un cacique de Tila. Cuando éste mandó a la fuerza pública a desalojar el arenal, se produjo un choque a balazos durante el cual más de veinte personas cayeron muertas. ``Posteriormente'', concluye LHN, ``un grupo de profesores bilingües, encabezado por Luciano (Hernández, hermano del ex militar), fue duramente perseguido, y sus miembros terminaron en la cárcel'' (``La guerra también está en otra parte'', La Jornada, agosto de 1996).
Hoy -escribe el corresponsal Juan Balboa en la nota sobre la emboscada contra los obispos Ruiz y Vera-, ``El Crucero es conocido como el centro de operaciones de la organización'' Paz y Justicia (La Jornada, 15/11/97).
Emma Thomas se ha ido a ver cómo va la reconstrucción de los hoteles de Tecamacharco.
-Y con ella, seguramente, muchos lectores -supongo.
-Peor para ellos -dice el tonto del pueblo-. Que yo sepa, hasta ahora sólo hay tres bocetos de la historia de Paz y Justicia: uno del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, otro de Human Rigths Watch/Americas, y el de LHN. Para todos los estudiosos del tema, Paz y Justicia surgió de una agrupación priísta de Tila, que aliaba a las ramificaciones locales de dos organismos corporativos del PRI: la Confederación Nacional Campesina (CNC) y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Eduación (SNTE).
De esta coalición, surgio la Sociedad Campesina Magisterial (Socama), fundada por Samuel Sánchez Sánchez, hoy diputado del PRI al Congreso de Chiapas, e identificado como ``general y coronel'' de Paz y Justicia. Para que la triada fuese perfecta, faltaba la complicidad de la Iglesia. Sin embargo, en Tila estaba el cura párroco Heriberto Cruz, y con éste la doctrina pastoral del obispo de San Cristóbal. Por lo tanto, Socama apareció, en principio, como una alianza contra ``el clero comunista''. Antes de la rebelión del EZLN, Heriberto Cruz pasó una larga temporada en la cárcel y escapó a varios atentados contra su vida.
El primero de enero de 1994 no sorprendió a los municipios del norte de Chiapas, que ya esperaban el alzamiento. Las bases del zapatismo en la zona no eran pocas, pero no estaban listas para sumarse a la ofensiva. En cambio, se volcaron a la campaña electoral de Amado Avendaño y en agosto le dieron una votación altísima. El gobierno de Salinas desoyó este mandato, falsificó el veredicto de las urnas y proclamó el triunfo de Eduardo Robledo Rincón, prendiendo así la mecha de una bomba política que estallaría en diciembre.
Robledo era el hombre de Luis Donaldo Colosio y, por lealtad sentimental, Zedillo se impuso el deber de protegerlo por todos los medios para que asumiera el cargo. El 19 de diciembre, en respuesta a semejante insensatez (que todos los periodistas desaconsejaron a Zedillo), el EZLN asaltó militarmente, pero sin disparar, la mitad de los municipios de Chiapas, entre éstos, los de la zona norte.
Este, señala LHN, fue el detonante para que Socama empezara a engendrar el pequeño monstruo de Paz y Justicia. Una buena pregunta es: ¿contó Socama, para ello, con el respaldo de Eraclio Zepeda, entonces flamante secretario de Gobierno de Chiapas? La duda cabe porque, en las vísperas de la toma de posesión de Robledo, el presidente del PRI chiapaneco, Plácido Humberto Morales, dijo a dos periodistas, uno de Reforma y otro de El Financiero: ``O Robledo o los escuadrones de la muerte''.
En marzo de 1995, tras el operativo militar de Zedillo contra los zapatistas, Robledo dejó la gubernatura de Chiapas y en su remplazo entró Julio César Ruiz Ferro, ex empleado de Raúl Salinas de Gortari, que muy pronto se uniría al bloque de los gobernadores salinistas del sureste. El ascenso de Ruiz Ferro marcaría el despegue de Paz y Justicia.
Uno de los estudios citados arriba precisa que el primer apoyo económico de Paz y Justicia provino de la familia del ex gobernador Elmar Setzer Marseille, que en enero de 1993 sustituyó a Patrocinio González Garrido, tío del presidente Salinas de Gortari. Al igual que muchos otros caciques de Campeche, Tabasco, Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Guerrero y Puebla, González Garrido era socio de Carlos Cabal Peniche a través del Banco Unión, que efectivamente unió de manera orgánica a la clase política del sureste.
En septiembre de 1994, cuando Cabal Peniche es defenestrado del Banco Unión, el que toma el control del clan es el profesor Carlos Hank González, quien utiliza para ello al actual ``gobernador'' de Tabasco, Roberto Madrazo. Hank avanza, por otra parte, al colocar en la Secretaría de Gobernación a Emilio Chuayffet, quien llega al cargo como ``brazo derecho'' de Zedillo. A lo largo de 1995, mientras se desarrollan todos estos reacomodos y cambios, Chuayffet desde Bucareli y Ruiz Ferro desde Tuxtla Gutiérrez, acotan los alcances del diálogo con los zapatistas.
Durante 1995, y hasta septiembre de 1996, mientras el diálogo avanza y define los primeros acuerdos sobre derecho y cultura indígenas, Paz y Justicia mantiene una ofensiva sangrienta, permanente y soterrada contra las bases de apoyo del EZLN y contra la iglesia de Samuel Ruiz en el norte de Chiapas. El Vaticano, por su parte, consigue imponerle al viejo obispo un coadjutor que, no lo dudan el nuncio y el Papa, le servirá como contrapeso. No obstante, en cuanto llega a su nueva diócesis, Raúl Vera se transforma y abraza ardientemente la causa de don Samuel. Y entonces, Paz y Justicia lo amenaza con matarlo si vuelve al municipio de Tila.
Pero la mañana del martes pasado, antes de emprender el viaje a los dominios de Paz y Justicia, el obispo coadjutor había declarado en San Cristóbal: ``Es irresponsable que el diálogo entre el gobierno federal y el EZLN continúe suspendido, porque ya estamos entrando a una guerra civil''. ¿Quién sería el ``irresponsable''?, lo atajaron los periodistas. Cauto, Raúl Vera preguntó: ``¿Quiénes son los que han faltado al compromiso de meter las reformas constitucionales, de estar haciendo la represión que se está dando, de los tantos presos injustamente encarcelados, de la impunidad con la que están actuando los grupos paramilitares?'' (La Jornada, 5/11/97).
Horas más tarde, le disparaban.
Después del atentado que, si hemos de creerle a Carlos Montemayor, fue ``sólo una advertencia'', la Secretaría de Gobernación condenó la agresión ``a tres integrantes de la comitiva que acompañaba a los obispos'', ofreció su apoyo para que se investigue ``hasta las últimas consecuencias'', reiteró que mantendrá los guaruras que desde 1994 protegen a Samuel Ruiz y refrendó su convicción en las bondades del diálogo. Pero al mismo tiempo, la prensa de Tuxtla Gutiérrez, adicta a Ruiz Ferro, puso en duda que el atentado hubiese sido real, y Radio Red, emisora cada vez más cercana a Gobernación, le dio al infundio el carácter de verdad (por algunas horas) absoluta.
El jueves, mientras el secretario de Gobernación posaba sonriente junto al presidente Zedillo, la bancada del PRI en el Senado garantizó, con una intervención de Sami David, representante chiapaneco, que nada se hará contra la coraza de impunidad que envuelve a Paz y Justicia. En efecto, al replicarle al senador Carlos Payán, que había proporcionado los nombres, apellidos y rangos de los jefes del grupo paramilitar, Sami David exhortó desde la tribuna: ``No se hable de autores ahí donde sólo existen presunciones'', y ``no haya acusaciones sin sustento''. Poco después, un hombre le rompía la cabeza a martillazos a la hermana de don Samuel. Lo dicho: no acababa el subcomandante Marcos de advertir...