Los huracanes son fenómenos naturales, no desastres naturales. Por fortuna, y a diferencia de otros peligros, los huracanes poseen ciertas características particulares que pueden evitarles provocar un desastre. Lo que los hace diferentes es precisamente que puede saberse con anticipación cuándo, por dónde, y con qué intensidad impactarán tierra. Por lo tanto, contrariamente a lo que sucede con otros fenómenos, los efectos devastadores de un huracán, en lo tocante a vidas humanas, pueden ser evitados al máximo a través del alertamiento y la evacuación de la población vulnerable.
¿Por qué no sucedió así en el caso del huracán Paulina? ¿Por qué no se alertó ni se evacuó las zonas en riesgo de Oaxaca y Guerrero? ¿En dónde aprendieron los funcionarios que no debe avisarse a la población acerca de la amenaza de un fenómeno natural, por temor a crear pánico? Parecería ser que las autoridades políticas y las encargadas de protección civil en nuestro país adquirieron sus conocimientos sobre desastres con Spielberg en Hollywod, pues no parecen estar familiarizados en lo más mínimo con los numerosos estudios serios que existen sobre el comportamiento social en casos de emergencia.
Si se tiene en mente películas como Tornado, El Pico de Dante o Terremoto, seguramente se pensará que la histeria y el caos son inherentes a las situaciones de emergencia. Sin em- bargo, nada podría estar más lejos de la verdad. Investigadores del Centro de Desastres de la Universidad de Delaware (DRC), al igual que muchos otros de diversas partes del mundo, han investigado sistemáticamente desde 1963 cientos de casos de desastre. Sus investigaciones han comprendido terremotos, huracanes, incendios y otros fenómenos naturales como tornados e inundaciones en Estados Unidos, Japón, Yugoslavia, Italia, Grecia, El Salvador, México y Canadá, entre otros. Estos estudios se han enfocado principalmente al análisis del comportamiento social en situaciones de emergencia.
¿Cuáles han sido los resultados obtenidos? ¿Se han presentado caos, pánico, histeria, paroxismo y mortales estampidas como lo pinta Hollywood? No. La gente reacciona mucho mejor durante un desastre de lo que se piensa. Contrariamente a lo que las películas nos han hecho creer, estos investigadores han encontrado que el pánico no es una respuesta común ante el impacto de fenómenos naturales como los huracanes. Numerosos estudios demuestran que en estos casos, la mayoría de las víctimas exhibe un comportamiento racional, constructivo y ordenado. Es decir, en lugar de ponerse histérica, la gente se comporta según las normas y roles que guían su acción en tiempos de normalidad. De hecho, las personas pueden llegar a mostrar una mayor racionalidad bajo estrés de la que muestran normalmente. No avisar, pues, por temor a crear pánico entre la población es uno de los múltiples y más criminales mitos acerca del comportamiento social en situaciones de emergencia. Un mito rentable para la industria cinematográfica, pero asesino en manos de los encargados de protección civil.
Aspectos que suelen detener el alertamiento y la evacuación de las poblaciones en riesgo son la incredulidad y la negativa por parte de los posibles afectados a abandonar su hogar. En efecto, los estudiosos de los desastres saben que la respuesta inicial a un aviso de emergencia es la incredulidad y la resistencia a evacuar. Sin embargo, los encargados de protección civil deben partir de este hecho y no usarlo como una excusa para no realizar su trabajo, dejando morir a la población. Los investigadores han encontrado que en la medida en que se dé el aviso y que éste sea claro, específico, repetitivo y ofrecido por personas o instituciones con credibilidad, la gente si tiende a creer y a obedecer las indicaciones que se dan, a fin de ponerse a salvo. Mientras más específicos sean los mensajes, la incredulidad es menor y se incrementa la percepción de riesgo. Esto es particularmente importante en situaciones en las que un fenómeno natural periódico en la zona se presenta con una intensidad mucho mayor con la que normalmente lo hace. En estos casos, las autoridades responsables deben concientizar a la población acerca de las posibles consecuencias del evento, recurriendo a ejemplos concretos y gráficos. Con todo esto se facilitan las actividades de evacuación hacia los refugios temporales previamente definidos.
Lo que no debe hacerse es no hacer nada y esperar a que impacte un huracán, para entonces dedicarse a recoger muertos, contar heridos y damnificados y alabar la ``solidaridad de todos los mexicanos''. No es posible que no contemos con sistemas de alertamiento eficaces y que se notifique tardía o tímidamente a la población amenazada. Es muy lamentable, pero sobre todo criminal, preferir que la población se muera a que ``se alarme'', y no realizar las actividades de evacuación necesarias para salvar al mayor número de habitantes. No es posible sentarse a esperar que el número de muertos se califique como ``mínimo'' por las autoridades. Ya basta de tratar a la población como niños pequeños. Ya basta de solapar la negligencia criminal de las autoridades responsables. Janet, Hilda, Gilbert, Ismael, Opal, Roxanne y Paulina. ¿Cuántos más nos faltan? ¿Cuántas vidas más?
* Los autores son, respectivamente, candidata al doctorado en sociología en la Universidad de Yale, y experto en protección civil.