León Bendesky
Sigue la inestabilidad financiera

Los mercados financieros siguen dando tumbos por todo el mundo. Las cosas parecían haberse calmado un poco después de la inestabilidad de fines de octubre, pero al final de la semana pasada las bolsas volvieron a caer, y con nueva fuerza. En Hong Kong se sigue concentrando la debilidad de los mercados asiáticos que se transmite rápidamente siguiendo los husos horarios. Ahora le ha tocado también a Brasil ser el objetivo de la especulación, y mientras salen los capitales se derrumba el índice bursátil y el banco central tiene que salir a la defensa del real. Para evitar un colapso del esquema económico basado en un régimen de paridad casi de uno a uno con el dólar, el gobierno anuncia un severo ajuste fiscal. El programa económico brasileño que había logrado reducir la inflación y hacer crecer el producto, no pudo evitar la acumulación de desequilibrios, como en el sector externo, que ahora lo hacen cada vez más vulnerable a los movimientos de capitales, y se dice que hay varios bancos en peligro de quiebra. Pero la defensa individual de las monedas es insuficiente para activar las fuerzas del mercado que generen una tendencia a la estabilidad global.

La inestabilidad financiera mundial va a continuar. Hay un foco rojo encendido en Asia y es el de la economía japonesa. Nos habíamos acostumbrado durante décadas a la fortaleza económica de Japón y a su tremenda capacidad de competir con Estados Unidos y Europa en el terreno industrial y en la innovación tecnológica, lo que le permitió convertirse en una referencia obligada de cómo se podía crecer y al mismo tiempo elevar el nivel de vida de la población y hasta la seguridad de los trabajadores en el empleo. Esta situación está hoy cuestionada y al tiempo que se debilita el crecimiento del producto se ha provocado una gran fragilidad del sistema financiero. Por ahí puede venir un fuerte golpe a la economía mundial. Los enormes y rápidos movimientos de capital entre los países es sólo un síntoma de las debilidades estructurales de las economías.

El otro punto de atención es la economía de Estados Unidos. El crecimiento en ese país lleva ya 80 meses y el riesgo de que se agote es cada vez más grande. Paradójicamente, esto ocurre al tiempo que la inflación es baja y el nivel de desempleo es el más reducido desde 1973. La atención de la Reserva Federal se ha centrado, precisamente, en el control del nivel de los precios y a medida que se satura el mercado de trabajo se presiona la inflación. Si a eso se suman los efectos de la caída de la bolsa y el temor a que las ganancias de las empresas no validen las expectativas de rendimiento de los inversionistas, crece también el riesgo de una recesión. El próximo miércoles será la reunión del Comité de Mercado Abierto de la FED, que habrá de decidir qué acción tomar en términos de las tasas de interés.

Cualquier cambio en un sentido recesivo en la economía estadunidense va a tener una repercusión negativa en la economía mexicana. Aquí la inestabilidad también ha golpeado a un peso que hace pocas semanas se había proclamado como una de las monedas más fuertes del mundo. En un par de semanas el tipo de cambio ha pasado de una cotización de 7.75 pesos por dólar hasta 8.43 pesos, lo que significa una devaluación de 8.7 por ciento. Esto ha costado, según las cifras oficiales, 600 millones de dólares de las reservas internacionales, pero a ello hay que sumar el costo del alza en las tasas de interés que debilitan aun más la estructura bancaria y comprometen las posibilidades de un aumento de las inversiones productivas que puedan hacer que, efectivamente, se recupere el mercado interno. Por tercer mes consecutivo se registra un déficit comercial que crece rápidamente y en septiembre fue del orden de 170 millones de dólares. Además, con estos cambios se encarecen los costos de los bienes importados y con todo ello es previsible que haya un aumento de la inflación en las próximas semanas, más allá de los efectos estacionales sobre los precios asociados con el fin de año. Hace pocos días se dijo que la economía mexicana está inmunizada ante los desequilibrios financieros externos, pero la defensa del programa económico no puede llevar a declaraciones que son, cuando menos, prematuras.