En noviembre y diciembre la oferta fílmica (en cartelera, Cineteca, cine-clubes y salas de la UNAM) alcanzará niveles de saturación: un ciclo de cine brasileño, otro de cine francés, uno más de cine alemán, una retrospectiva de Alain Tanner en la Cineteca, el segundo Festival de Cine Francés, la 30 Muestra Internacional de Cine a partir del próximo día 20, y sólo esta semana ocho estrenos entre los que sobresalen el primer largometraje dirigido por Kevin Spacey, Asesinos del destino (Albino Alligator), la estupenda cinta inglesa Todo o nada (The full monty), Una vida normal, de John Mc Naughton, y Cómplices (Bound), de Andy y Larry Wachowski, película estadunidense de 1966 que causó revuelo en Europa a principios de este año.
Algo ya tradicional y previsible: los productos más interesantes del cine independiente estadunidense son más apreciados fuera del país que los produce. Una de las razones es el volumen de estudios y publicaciones que los europeos hacen de tendencias fílmicas novedosas, como la revaloración de los géneros tradicionales (western, thriller, film noir, comedia) en un juego formal que los entremezcla y dinamita, y la consolidación de autores independientes con una creciente aceptación popular: Jim Jarmusch, con Hombre muerto; David Lynch, con Patrol Highway; los hermanos Cohen, con Fargo, y un largo etcétera. Una categoría relativamente reciente es el llamado neo-noir, suerte de aclimatación de atmósferas del cine negro de los 40 a los ritmos y propuestas expresivas del thriller actual.
Cómplices (Bound), de Andy y Larry Wachowski (guionistas del infumable Asesinos, con Sylvester Stallone y Antonio Banderas), ofrecen aquí --como productores, guionistas y realizadores-- una cinta original, característica de esa tendencia neo-noir en el cine independiente. Dos mujeres: Corky (Gina Gershon) y Violet (Jennifer Tilly), se conocen, se desean, se enamoran, y juntas deciden burlar a la mafia. La publicidad de la cinta presenta esa relación lésbica como algo absolutamente atrevido y excita el morbo público anunciando en los diarios ``Estrictamente prohibida a menores de 21 años'', resucitando sorpresivamente la vieja clasificación D, cuando en realidad la cinta tiene un muy banal C (para adultos mayores de 18 años). Hay escenas más ``fuertes'' en otra película también de tema homosexual, la notable El silencio de Oliver (Hollow reed), de Angela Pope, sin embargo allí la publicidad reza: ``Si Kolya te robó el corazón, Oliver te lo romperá...''
Algo es cierto: en el cine que vemos en México, es mucho más común encontrar figuras homosexuales masculinas, eventualmente muy positivas (un caso característico: el personaje que interpreta Tom Hanks en Filadelfia), que lésbicas, por lo general invisibilizados. Dos lesbianas como la sensual y masculinizada Corky, y Violet, la falsa ingenua que en cada gesto juega a imitar a Marilyn Monroe, ciertamente aparecen como figuras exóticas, completamente fuera de serie --mucho más amenazantes que las heroínas de otro filme con tema lésbico exhibido recientemente en México: Dos muchachas enamoradas.
Los Wachowski parecen rendir en Cómplices un homenaje al cine de los hermanos Cohen (en particular, Simplemente sangre/Blood simple), y de paso realizan un elaboradísimo trabajo de fotografía (Bill Pope) con distorsiones, contrapicadas y grandes acercamientos a objetos que cobran así una relevancia inusitada, o a rostros cuyo escrutinio feroz acentúa los estados de angustia. Gran parte de las escenas transcurren en un baño, desde el trabajo de plomería de Corky hasta algunas escenas violentas, haciendo de ese lugar un punto clave en el que se confunden sensualidad y crimen. El personaje masculino central, Cesar (Joe Pantoliano), es la caracterización del amante machista como villano involuntariamente cómico.
Los Wachowski crean un mundo irreal, vagamente feminista, fantasiosamente lésbico, donde la mafia y la masculinidad sexista son objeto de un mismo escarnio e impulso revanchista. Los personajes están, sin embargo, tan caricaturizados que el espectador nunca sabe a ciencia cierta si los directores desean cuestionar algo o simplemente abandonarse (e invitar al público) a los placeres voyeristas. La lesbiana hombruna repara naturalmente plomerías, y con su fanfarronería y desenfado seductor es una suerte de versión lésbica de Stanley Kowalsky (Branco, en Un tranvía llamado deseo); su compañera Violet es el contraste conveniente de pasividad e indolencia, mientras Cesar, el varón burlado, una fuente inagotable de patetismo.
Pero esos trazos gruesos y las truculencias habituales del cine de gangsters (deslealtades a la familia seudosiciliana, ejecuciones sanguinolentas) cobran un relieve inusual con el protagonismo de las dos jóvenes lesbianas. La pista sonora es muy acertada: Ray Charles, Tom Jones (She's a lady) y Aretha Franklin, con I never loved a man (the way I love you). En Cómplices es evidente el placer de la transgresión moral, el gusto por las atmósferas enrarecidas, el juego con los emblemas del género negro, y el talento de los Wachowski para crear un suspenso y un ritmo de acción fascinantes