En la brevísima séptima cumbre iberoamericana tres puntos de la agenda oficial atrajeron más la atención: el problema de la información, que algunos gobiernos pretenden sea ``veraz'' -arrogándose, por consiguiente, el juicio de valor sobre cada noticia y sobre la actuación de los medios de información y de los informadores-, el de la democracia y el de la ética en política.
Las palabras del presidente mexicano, Ernesto Zedillo, sobre ``la fragilidad y el carácter incompleto'' de la democracia en los países de Iberoamérica, concidieron con las del papa Juan Pablo II, quien previno contra la supresión de los derechos de las minorías en nombre de una supuesta democracia y especificó que ésta sólo es posible en un estado de derecho y sobre la base de ``una auténtica concepción de la persona humana''. En efecto, no existe democracia verdadera si las mayorías están excluidas de los derechos elementales de vida digna, educación, salud, vivienda y trabajo, si la corrupción y la injusticia suprimen o reprimen los derechos constitucionales y si algunas autoridades -cosa frecuente en nuestro continente- toleran o cometen actos arbitrarios o abiertamente ilegales. No hay democracia si impera la discriminación social o racial ni cuando se perpetúan y agravan las carencias económicas y culturales que anulan las oportunidades de actuar y decidir de los ciudadanos. Tampoco puede haber ética si las acciones y las relaciones de los gobernantes no son transparentes para los gobernados y si éstos no pueden ejercer su control -mediante los procesos democráticos y de fiscalización legalmente constituidos- sobre cada uno de los poderes formales establecidos por las Constituciones.
Al mismo tiempo, algunos presidentes de la región se quejaron de la excesiva libertad de prensa que podría llevar, dijeron, a la calumnia y al libertinaje, y pretendieron defender lo que llamaron una información ``veraz''. Estos señalamientos resultan improcedentes si se tiene en cuenta que la libertad de expresión y el derecho a la información son principios fundamentales de toda democracia que no pueden ser soslayados o acotados desde el poder. La existencia de una prensa libre es una condición esencial de las libertades públicas y un instrumento indispensable para la información ciudadana, la educación cívica y el equilibrio entre los gobiernos y sus electores.
Cabe destacar, por último, que México se negó a delegar la soberanía de los países en casos como la defensa del derecho de Cuba a participar en todos los foros internacionales, y la oposición a las prácticas de ``certificación'' en materia de combate a las drogas, proponiendo, en cambio, una acción y una conferencia multilateral, respetuosa de la igualdad y la soberanía de los países. Esta digna posición mexicana es particularmente importante, pues reafirma una línea de conducta histórica de México en las relaciones internacionales y se inscribe dentro de las mejores tradiciones latinoamericanas; principios que muchos gobernantes actuales, sin embargo, desconocen.