La Jornada Semanal, 9 de noviembre de 1997




Ciro Gómez Leyva


ENTREVISTA A JUAN MILLAN


En semanas anteriores Ciro Gómez Leyva, editor asociado de la revista Milenio y colaborador de Canal 40, ha dialogado con el escritor Carlos Monsiváis, el presidente del PAN, Felipe Calderón, y con el crítico y narrador Guillermo Sheridan. En esta ocasión, Gómez Leyva dialoga con Juan Millán, ex secretario del PRI y uno de los líderes de la CTM. Después de cerca de 70 años en el poder, ¿cuál es el papel del PRI en el camino a la alternancia democrática?



Moverse para salir en la foto

Lorenzo Meyer dice que el PRI está impedido genéticamente para la democracia, mientras Arturo Zárate asegura que el partido está enfermo de prudencia. En medio, la sabiduría de Manuel El Meme Garza discierne: ni genética, ni enfermedad; la fórmula de la transición está en no ser panista, ni perredista, pero sí antipriísta. PRI, PRI, PRI. Todos hablan del día en que muera el PRI. Pero, cómo olvidar los 11 millones de votos para los tricolores el 6 de julio.

¿Qué tanto le dará y qué tanto le quitará el PRI al futuro democrático? Los priístas de pelo en pecho gruñen, escupen un ``sigan jodiendo y verán'', monologan y se marchan burlándose de la pregunta. Están en lo suyo, defendiendo las cada vez más asediadas fortalezas del poder. Pero hay priístas, varios, con quienes se puede dialogar. Juan Millán, por ejemplo. Su doble papel de haber sido hasta hace poco secretario general del partido y seguir siendo figura fundamental en la jerarquía de la CTM, hace, además, que cada una de sus frases suene a realpolitik. Que no se quiera ver en el senador sinaloense a un romántico, a un trasnochado. Tiene encima demasiadas asambleas, elecciones, consejos, congresos, cámaras, sindicatos, disputas de contratos colectivos. Demasiados Echeverrías, Salinas, Colosios, Zedillos, Oñates, Roques, Rodríguez Alcaines, Fideles Velázquez.

-¿Crees que el 61 por ciento de la población que votó en contra del PRI el 6 de julio aceptaría un triunfo del PRI en el 2000? Pienso que es imposible, que transición y triunfo del PRI en el 2000 son premisas excluyentes.

-Ese es el gran reto del partido: el de la credibilidad de la sociedad. Una de las etapas a las que nos falta arribar es aquella en que se acepten los resultados electorales en la magnitud o en la proporción que lo manden los ciudadanos, sin ausencia de credibilidad cuando triunfe el PRI.

-Esa falta de credibilidad no es gratuita.

-Por supuesto que no.

-Están pagando las cuentas de la historia. ¿Tiene posibilidad el PRI de remontar esa historia?

-Tenemos que presentar ante la sociedad la cara del priísmo que sabe aceptar los resultados electorales y reclamar a los otros partidos y a la sociedad la credibilidad cuando el PRI gane. Repito: es el mayor reto del Partido Revolucionario Institucional. Así como supimos aceptar los resultados del 6 de julio en el Distrito Federal, que fueron verdaderamente preocupantes, espero que cuando el PRI obtenga los triunfos logremos que se reconozcan, que tengan legitimidad.

-Están en una situación muy difícil. Hay democracia cuando pierde el PRI. Si ganan, fueron las máquinas de coser de Cervera Pacheco o los recursos ilegítimos de Roberto Madrazo. Es muy difícil que ustedes puedan ganar con credibilidad. Valga el lugar común: su pasado los condena.

-No puede discutirse que esas prácticas de especial atención a necesidades de la población en plena campaña política, terminan perjudicándonos mucho. Sin embargo, se exagera en muchas ocasiones y se lleva esto al punto de demandas que exigen la paralización de la obra pública, o en algunos casos se exige la no publicidad de la obra pública. Además, se falta al respeto de los ciudadanos de una entidad o municipio. No puedo aceptar, por ejemplo, que los ciudadanos de Villahermosa hayan votado por el PRI gracias a una dádiva o a una despensa. La oposición exagera.

-¿No podrían remontar esta crisis de credibilidad derribando algunas de sus estatuas, cancelando algunos de sus símbolos?

-Puede ser.

-El de los acarreados, por ejemplo.

-Por ejemplo.

-¿Nunca más los ferrocarrileros, los textileros, acarreados por el PRI? ¿Nunca más las escenografías soviéticas, tipo Plaza Roja, que, por lo demás, ya vimos cuán inútiles son?

-Hay ciertas prácticas que no se pueden cambiar de la noche a la mañana. Espero que lleguemos a un momento en que los trabajadores sindicalizados que acudan a un mitin del PRI vayan porque aceptaron una invitación del candidato y del partido. Y que posiblemente lleven la cachucha del sindicato para demostrar que están presentes. Pero que no vayan más porque se les incluyó en una lista y tengan que reportarse presentes.

-¡Ese sí sería un cambio cultural!

-La presencia de trabajadores en un mitin debe corresponder a votos en favor del PRI. Queremos votos convencidos.

-¿Qué otro símbolo?

-El que tiene que ver con la designación de dirigentes del partido y de candidatos. Eso es algo que impacta mucho, no sólo al PRI sino a la sociedad. Cuando se designa a un candidato a un gobierno estatal, por ejemplo, inmediatamente la sociedad ubica a sus amigos cercanos, a los que han sido parte de su grupo. Esto suele provocar una gran inconformidad o apatía en el priísmo: el que la carrera en el partido, la militancia, no sean el mérito para poder ser candidato o dirigente, sino que se privilegie la relación personal con quien resultó abanderado para ocupar un cargo. Ese es un símbolo que debe quedar en el pasado.

-¿Y los símbolos de la relación partido-presidente de la República?

-Por supuesto. Este es uno de los temas en que más se han descuidado las formas. La mayoría de los presidentes del partido han sido personas formadas en el propio partido, con una aceptable experiencia en la administración pública o en la tarea política, pero las formas que se han empleado en muchas ocasiones para designarlos han dado una imagen de que esta vinculación es de absoluta dependencia del partido frente a la presidencia de la República. He ahí otro de los aspectos en los que debemos poner especial cuidado. Nuestras formas de elección de las dirigencias del partido, desde el Comité Ejecutivo Nacional hasta el más pequeño distrito, deberán corresponder a lo que quiera la base priísta, que el priísmo sienta que escogió a sus dirigentes.

-¿Y sobre la sana distancia con Los Pinos?

-Hay un falso debate allí. Analistas y buena parte de la opinión pública quisieran ver un partido confrontado permanentemente con el hombre que ocupa la presidencia de la República y que llegó al poder por las siglas del PRI. El problema no puede plantearse de esa manera, eso no ocurre en ninguna parte del mundo. Vuelvo a la expresión del cuidado de las formas, de que el partido tome los planteamientos recogidos de la sociedad y los haga suyos, aunque no siempre coincidan con las líneas gubernamentales.

-Y que luchen por ellos.

-Y que luchen por ellos.

-Algo que todavía no se da, cuando menos regularmente. ¿Ves cercano ese momento?

-Los tiempos, los resultados electorales y la fuerte competencia entre partidos, más una sociedad mejor informada y más crítica, nos está obligando a ello.

-¿Nació ya la generación de priístas que puedan decirle al presidente de la República: ``No, señor, con respeto y lealtad, no vamos a votar en favor del aumento al IVA''?

-Claro que existe.

-¿Por qué no se expresan?

-Hay un discurso que marca a esta nueva generación de la que estás hablando y que sí existe.

-Llamémosla ``generación de la competencia electoral''.

-Es el discurso del 6 de marzo de 1994, antecedido por la XIV Asamblea del partido, y luego tenemos el debate tan intenso que se dio en la XVII Asamblea. Y creo que será en la XVIII en donde se defina el nuevo partido para el próximo siglo. Por eso me parece absurdo que se diga que el PRI está en un proceso de extinción. Vive el partido el momento más difícil de su historia, sin duda, pero hay una generación de priístas que no estamos dispuestos a permitir que el PRI se extinga, como tampoco lo estamos a permitir que continúen las mismas prácticas y actitudes que nos llevarían a convertirnos en segunda o tercera fuerza electoral.

-¿No quieren un solo priísta aferrado al ayer?

-Cada vez son menos y la realidad los está rebasando.

-¿Ni uno solo aferrado al ayer?

-Ninguno. Son un lastre para el Partido Revolucionario Institucional.

-Lorenzo Meyer dijo que el PRI está genéticamente impedido para la democracia.

-Lorenzo Meyer adoptó una actitud en donde predomina una posición antipriísta. Una frase así refleja su profundo desconocimiento de lo que son muchos cuadros del PRI, de nuevas actitudes. Lorenzo Meyer es un intelectual muy respetado, pero su análisis del PRI no se ubica en la realidad que están viviendo muchos priístas que entienden la necesidad de los cambios. Por eso Meyer es de los que opinan que para que haya democracia en México, necesariamente tiene que desaparecer el PRI. Creo que es un poco inmoral cancelar los más de 17 millones de votos de 1994, los más de 11 millones de votos de 1997. Somos muchos priístas peleando por el cambio democrático dentro del partido y estamos optimistas, creemos que vamos a salir triunfantes.

-Otro símbolo priísta a desmontar: el voto en bloque. ¿Cuánto nos falta para ver a los diputados o senadores priístas votando, unos por el ``sí'', otros por el ``no'', sin que nadie sea expulsado del partido, estigmatizado, ridiculizado?

-Hay que marcar dos etapas. La primera, muy reciente, en que las iniciativas que llegaban a las cámaras, especialmente a la de Diputados, llegaban con un tiempo muy escaso para que se pudiera hacer un trabajo de discusión interna y convencimiento en la fracción priísta. Eso provocaba enormes inconformidades, gran malestar. Considero que la realidad, que los resultados electorales, ya dejaron esa etapa como cosa del pasado. Nos encontramos ahora con que toda iniciativa tiene que pasar por un proceso de discusión interna con la fracción priísta, y también de negociación con las fracciones de los otros partidos. Entonces, veo difícil que pueda llegar una iniciativa al pleno sin que tenga la aceptación o los votos de los legisladores priístas. Ya lo estamos viendo en este momento. Si repitiéramos la vieja práctica de enviar iniciativas sin discusión, podría darse el caso de que no se vote favorablemente. ¿Por qué no?

-¿Qué crees que prevalezca?

-Espero que la discusión. Ahora, ya que hablas de símbolos, después de aquella votación del IVA tuvimos tres casos en donde se tuvo que discutir ampliamente sobre iniciativas del Ejecutivo, que fueron modificadas sustancialmente por la fracción priísta: la Ley del Seguro Social, la Ley del Sistema de Pensiones y lo relacionado con la petroquímica.

-¿Llegará un día el espíritu de la XVII Asamblea a San Lázaro o a Xicoténcatl? ¿Priístas debatiendo apasionadamente entre sí?

-Cuando menos, ya llegó al nivel de comisiones y de fracción parlamentaria.

-Hablamos de símbolos. La gente que no va a creer que ganaron una elección; es gente que, normalmente no lee las notas sobre una reunión en comisiones, pero que sí ve las imágenes de la votación del IVA.

-Sí, pero la sociedad va creciendo también. Hace dos o tres legislaturas, ¿qué sabía de la Cámara?, ¿qué le interesaba? El 6 de julio ha hecho, entre otras cosas, que más gente sepa que hay comisiones y trabajo de comisiones. Hablemos de nuevos tiempos.

-Otro símbolo, sintetizado magistralmente por Fidel Velázquez: ``El que se mueve no sale en la foto''.

-Desde luego que se puede desmontar, y hay antecedentes, los puedes buscar desde 1985. Desde luego que debemos hacer pronunciamientos concretos, porque necesitamos a alguien con las mejores calificaciones para lo que será la contienda presidencial más reñida de la historia.

-Pero en el PRI domina todavía la cultura del ``tapado'' y el silencio.

-O como lo expresó un respetado politólogo, Alfonso Zárate: los priístas están enfermos de prudencia.

-¿Lo están?

-No es fácil cambiar una cultura que algunos han definido como ``de la línea'', ``del que se mueve no sale''. Pero hay que ubicarla en el tiempo en que esas actitudes se explicaban. No teníamos competencia. Hoy, cada vez más priístas pensamos que los partidos de oposición nos están tomando una enorme ventaja en cuanto a definir sus aspiraciones y a señalar, de manera clara, sin rodeos, las propuestas que harán como partido y que harán sus candidatos. Lo tenemos que aceptar.

-¿Cuántos priístas, como Juan Millán, piensan que los días del carro completo quedaron atrás?

-Todavía hay un enorme número de priístas que añoran los tiempos idos, que quieren ver a un PRI siempre triunfante en los procesos electorales, a pesar de que no tengamos en muchas ocasiones una buena obra de un gobierno, municipal o estatal, para poder solicitar, con la cara limpia, un voto a los ciudadanos. Pero cada vez son menos. Los que creemos que esa época ya terminó somos más y estamos por todo el país. Por eso creo que se está asimilando una nueva cultura política en el partido. Lo importante es darnos cuenta de que ya estamos en un sistema de plena competencia y que los resultados se insertan en una civilidad que mucho le hacía falta al país.

-Tú has dicho que el sindicalismo del futuro será de conciliación, no de confrontación; uno de obreros libres, no de radicales ejemplares.

-Definitivamente. Un sindicalismo que se coloque en la confrontación, que le provoque el mayor número de problemas a la empresa, que crea que mientras más agresivo sea su discurso será mejor recibido por las bases, es cosa del pasado. No es posible, en los tiempos de globalización y competencia, pensar que cancelando la viabilidad de la empresa pueden mejorar las condiciones de los trabajadores. Hoy se exige una mayor profesionalización, una nueva actitud de los dirigentes.

-¿Ves avances?

-Muy grandes, en dos frentes. Uno, el de los sindicatos independientes, los foristas, que han decidido crear una nueva organización de trabajadores. De ninguna manera se les debe descalificar: aportan a la diversidad.

-¿Por más radicales que sean?

-Por más radicales que sean. Hay que privilegiar el diálogo, buscar las coincidencias para resolver los problemas y darle basamento sólido a la solución de los problemas en los sindicatos. Por otro lado, la lección que ha recibido el Congreso del Trabajo con los desprendimientos de algunas organizaciones está siendo asumida positivamente. No hemos leído declaraciones descalificando a quienes tomaron la decisión de separarse. Es más, han predominado las declaraciones llamando a un reagrupamiento.

-¿La CTM?

-Está abriendo sus puertas a diversas opiniones, obreras, empresariales, del gobierno, de otras organizaciones y centrales, los foristas, los sindicatos independientes.

-¿Por qué entonces hubo sólo una reunión entre la CTM y los sindicatos independientes?

-El acercamiento está aplazado, no cancelado. Este proyecto de reunificar a las organizaciones sindicales coincidió con la discusión al interior del Congreso del Trabajo respecto del relevo en la nueva dirigencia. Se consideró que no podía privilegiarse este intento de reagrupar a todas las organizaciones sindicales, descuidando la organización mayor. Espero que se den las condiciones para que, próximamente, se reanuden estos diálogos y la búsqueda de acuerdos. Es muy importante. A partir de la reunión con los foristas, te digo que son más las coincidencias que las discrepancias, máxime si privilegiamos los puntos en que coincidimos y dejamos para etapas posteriores los temas que nos pudieran llevar a un desencuentro.

-¿Es el discurso de la CTM o el de Juan Millán?

-Es el discurso de la Confederación de Trabajadores de México. Algunas expresiones de nuestros dirigentes, recogidas por los medios de difusión, no coinciden con lo que es una voluntad de todo el Comité Nacional, con el mismo Leonardo Rodríguez Alcaine a la cabeza. No quiero decir que todo sea fácil al interior de la CTM. Hay muchos puntos delicados a resolver, hay que vencer resistencias entre algunos miembros, pero al igual que en el PRI, hay clara conciencia del momento de cambio que vive el país.

-¿Qué término crees que sonará más viejo en los primeros años del 2000: líder charro o sindicato independiente?

-Líder charro, definitivamente.

-¿Más viejo que ``este puño sí se ve''?

-Definitivamente. Aunque espero que las palabras de confrontación, en los sindicatos y en los partidos políticos, sean palabras del siglo XX.