Enrique Semo
Del tapiz medieval a la tira cómica

Corre el año 4997. En Kuala Lumpur, el gran centro de vuelos espaciales, se realizan los preparativos para el Museo de Historia Humana Moderna, que abarca los últimos cinco milenios. Su inauguración está prevista para el 1 de enero del año 5000 y contará con cinco grandes secciones, una para cada milenio.

La encargada de la exposición representativa del Segundo Milenio ha decidido usar, entre todos los demás objetos, ejemplos de una manifestación cultural que combina dos formas de expresión: la palabra escrita y la ilustración, el dibujo y la escritura. Cada uno de ellos representa un momento en el milenio y un lugar diferente en la Tierra para simbolizar la continuidad y la universalidad de las formas de expresión cultural.

El primero será el famoso tapiz que --se-gún la tradición-- bordó la reina Matilde, esposa del duque Guillermo El Conquistador, en 1066, para describir los sucesos de la conquista de Inglaterra por los normandos. La pieza tiene 70 metros de largo y medio metro de ancho, y relata en detalle escenas tales como la corte del rey Eduardo El Conquistador, la construcción de los barcos para la expedición y su travesía, así como las vicisitudes de la batalla de Hastings.

Un rey de barba rubia, manto verde y corona resplandeciente está sentado sobre un elegante taburete adornado con cabezas de animales. Los carpinteros hacen uso de diversos instrumentos para trabajar la madera y construir embarcaciones. Los arqueros, vestidos con vistosos uniformes, tensan sus arcos. Los caballeros, enfundados en armaduras y montando briosos caballos, esgrimen sus espadas o las hacen caer sobre la cabeza de los infantes enemigos. En el campo de batalla yacen cadáveres en posiciones grotescas, algunos de ellos erizados de flechas. Como en una película, todas las figuras están en movimiento, caminando, hablando, trabajando o combatiendo. Lo notable es que las escenas llevan textos descriptivos en latín, en forma muy parecida a los comics de finales del Segundo Milenio, que eran en aquel entonces la lectura preferida de niños y jóvenes.

Hacia el centro de la sala, para simbolizar la complejidad del mundo en el mediodía del milenio, se expone un códice mexicano de la época mexica tardía. Se trata de una larga tira compuesta por hojas de papel nativo pegadas y dobladas en forma de acordeón, cubierta de figuras misteriosas pintadas con arte exquisito. Las figuras contienen tres tipos de mensajes: el pictográfico, en el cual los dibujos de animales, plantas, corrientes de agua o seres humanos representan los objetos o seres que describen; el ideográfico, en el cual las imágenes de objetos representan ideas asociadas con ellos y, por fin, el fonético, en el cual éstas representan sonidos.

Las civilizaciones mesoamericanas, esencialmente independientes de contactos ultramarinos y totalmente extemporáneas para los calendarios históricos de Europa y Asia, son el símbolo de la infinita diversidad, así como de la desigualdad del desarrollo humano durante el segundo milenio, vale decir, de la presencia no de una sino de muchas historias paralelas.

El advenimiento de la época moderna hacia el siglo XVIII podría muy bien estar representado por un ejemplar de L'Enciclopedie ou Dictionnaire Raisonn des Sciences, des Arts et des Maitiers, obra compuesta por 17 tomos de texto y 11 de grabados, cuya elaboración fue dirigida por el filósofo Denis Diderot y el matemático Jean Lerond D'alembert. La enciclopedia, la primera gran recopilación del saber organizada en forma alfabética, exigió 27 años de ardua labor. Un buen diccionario --decía Diderot-- debe no sólo reunir el conocimiento disperso sobre la superficie de la Tierra, sino también tener la capacidad de cambiar la forma de pensar de los hombres con quienes vivimos. Para ello se rodeó de un brillante equipo de literatos, científicos y sacerdotes, unidos por el propósito de impulsar el conocimiento científico y la razón, y así combatir las fuerzas reaccionarias en la Iglesia y el Estado. El primer tomo apareció en 1751 y el último en 1772.

Diderot supervisó personalmente la elaboración y edición de los 4 mil grabados de la parte ilustrada. Estos, de una gran calidad artística y técnica, son considerados por los historiadores como una guía insuperable a la condición que guardaban la técnica y la industria europeas en vísperas de la Revolución Industrial.

El golpe maestro de Diderot en el cambio de las formas de pensar de su tiempo fue la de poner la técnica al mismo nivel que la ideología y la ciencia. ``Demos al artesano --escribía en el artículo Arte-- lo que se merece. Las profesiones liberales han cantado ya adecuadamente sus propias loas; deben ahora usar la voz que les queda para celebrar a las artes mecánicas. Le toca a las artes liberales levantar a las artes mecánicas del desprecio en el cual el prejuicio las ha tenido por mucho tiempo. Depende de la protección de los reyes el sacarlos de la pobreza en la cual todavía languidecen''.

Y al final... una tira cómica para refrendar el principio del eterno retorno. Quizá una versión de la producción japonesa preferida de los años 80 y 90, en la cual Yamato Shinko, un héroe de rasgos occidentales con grandes ojos sin traza oriental alguna, combate a los malos, conquista a los rescatables para el culto de la pureza juvenil y destruye a los incorregibles, en un estilo que recuerda al héroe legendario japonés del siglo XVI, Musashi. Shinko es hijo de un piloto kamikaze y su trayectoria se identifica con las duras pruebas que debe pasar el adolescente japonés para entrar a la vida adulta en la última década del siglo XX.

La popular tira representaría la revancha de Asia: el éxito del principio wakon yosai de los reformadores nipones del periodo Meiji (1867-1912), que quiere decir espíritu japonés y conocimientos occidentales; la fuerza explosiva de una civilización que ha sabido fusionar los valores tradicionales con la tecnología moderna. El milagroso regreso de Asia a la vanguardia de la historia humana, después de tres siglos de eclipse.

Así, la sala comenzaría con las figuras de guerreros cubiertos de cascos y mallas protectoras echando al agua pequeños barcos primitivos, y terminaría con la de jóvenes vestidos a la última moda, rodeados de todos los gadgets de este fin de milenio, guerreando en medio de ciudades futuristas, sede de la investigación espacial. Y sin embargo, el visitante no podría dejar de observar con asombro o azoro, de acuerdo con su temperamento, las semejanzas que unen a esos seres aparentemente tan diferentes, separados por mil años de historia