Guillermo Almeyra
Sobre cercos, alianzas y democracia

Rifondazione Comunista se presentó fuera del Olivo contra el ex fiscal del Caso Manos Limpias, Antonio Tonino di Pietro y contra aquella coalición gubernamental de centroizquierda. Di Pietro sacó 89 mil votos sobre 131 mil (en 1996 votaron 159 mil), y Rifondazione (que en 1996 tenía 19 mil votos) obtuvo 17 mil. Los votos de Rifondazione que perdió el Olivo fueron así compensados por sufragios de centroderecha, mientras aumentó enormemente la abstención.

En la zona ultrarroja del Mugello (Toscana), el centroizquierda se alió con parte del centroderecha para diferenciarse de la izquierda, que mantuvo en lo esencial su apoyo sin ganar otro. Una política de alianzas (con la derecha) se enfrentó de este modo a una de intransigencia principista... y el país se deslizó ulteriormente a la derecha, ya que Di Pietro había vacilado entre presentarse con los ex comunistas arrepentidos del Partido Democrático de Izquierda (PDI) o con los fascistas, y hoy es senador de una mayoría derechizada.

Rifondazione no pudo lograr aliados entre los demócratas auténticos no comunistas, y los que logró en el sector juvenil (los centros sociales) son importantes, pero no suficientes para romper el cerco de una izquierda que se defiende como gato entre la leña, con todas sus fuerzas.

Ahora Rifondazione presenta en Génova su propio candidato, un ex partigiano (militante en la guerrilla antifascista de los años 40), que es también el candidato de los jóvenes extraparlamentarios y que se opone al del PDI, viejo líder de los obreros portuarios, hoy administrador del puerto ciudadano. Dos ``izquierdas'', la respetuosa y asimilada dentro del sistema y la rebelde alternativa siguen oponiéndose, pero ninguna de ellas puede crecer a costa de la otra y, hasta ahora, los casos de alianzas puntuales contra la derecha son raros, aunque importantes, como sucede en Nápoles, donde ambas votan por el dirigente obrero y alcalde local, Piero Bassolino, que es del PDI pero izquierdizado.

En condiciones de ataque de la derecha y de cerco o aislamiento político, es necesario ser muy cauteloso al centrar el fuego contra el adversario y no provocar que los posibles aliados vacilantes se vean obligados a cerrar filas con sus jefes históricos en nombre de una disciplina que es necesario ayudarles a romper haciendo política, centrando las propuestas en las ideas y los programas, que dividen a las bases de los jerarcas, y no en los ataques a las organizaciones históricas (partidos, Iglesias, sindicatos) en su conjunto. El aislamiento político no se rompe con la oratoria ni con las condenas, por legítimas que éstas sean, sino con las propuestas y las ideas. Sobre todo dando una imagen de apertura, no solamente hacia los otros, los posibles aliados por diferentes que éstos sean, sino también hacia las propuestas de los militantes, de las bases, que son quienes más sienten y más pagan el cerco, pues ya comienzan a discutir internamente, con dureza y nerviosismo, sobre cómo romperlo. No se puede decir, como en el trolebús, ``no moleste al conductor'', porque con él, precisamente, hay que discutir la ruta y la velocidad si se quiere salir de la inmovilidad y llegar al destino propuesto.

La apertura, la capacidad de hacer frentes y bloques con movimientos de masas, por encima de las intenciones o vacilaciones de sus respectivas direcciones, debe ir, por lo tanto, acompañada por la capacidad, como en el sindicato, de encontrar resoluciones y acciones comunes entre gentes que piensan diferente. La democracia en lo interno y la apertura y el rechazo del centralismo y el autoritarismo verticalista marchan de la mano. Para avanzar hay que hacer política, alianzas amplias basadas en los principios y, por lo tanto, reemplazar el dogmatismo y el perinde ad cadaver (el ``obedecer como cadáveres'' de los militares o de los jesuitas) por el trabajo en común, la discusión y la tolerancia. No basta con tener razón y con ser ``buenos''. Siempre hay que recordar aquello de ``vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, pues Dios está con los malos cuando son más que los buenos''. Si se quiere ser de los buenos y ganar, hay que hacer alianzas para ser más que los malos y, sobre todo, no disparar contra los que, en la misma trinchera general, opinan diferentemente sobre la conducción de la batalla.