The full monty, expresión popular británica, significa desnudo total, mostrarlo todo: en un strip-tease masculino es la desaparición de la última prenda, el momento culminante de un espectáculo Chippendale exclusivo para mujeres; también es full monty la página de una revista porno-soft como Playgirl, revancha femenina sobre el voyerismo viril. En el primer largometraje de Peter Cattaneo, esa expresión es el título y el pretexto para una estupenda comedia satírica. Considérense los elementos. En lugar de los esbeltos y musculosos galanes, objeto de deseo de mujeres juerguistas en una fiebre de sábado por la noche, los strippers de esta comedia inglesa son seis hombres desempleados, ex obreros metalúrgicos de Sheffield, desde un obeso hasta un alfeñique, dispuestos a jugarse el todo por el todo, o apostar al todo o nada, improvisando un espectáculo de strip-tease completo con música de los 70, estilo Donna Summers (Hot Stuff).
El líder del grupo es Gaz (Robert Carlyle, el sicótico Begbie de Trainspotting), un hombre divorciado, a punto de perder el derecho de visitar a su hijo por su desempleo; Gerald (Tom Wilkinson, el sacerdote alivianado en Priest), antiguo capataz de todos ellos y amante de la música, termina de coreógrafo del grupo; Dave (Mark Addy, estupendo) es el joven obeso, acomplejado, impotente, que se autodescalifica todo el tiempo; Horse (Paul Barber), un negro entre el desempleo y la mendicidad, que demuestra talento para el baile; Guy (Hugo Speer), un joven sin otro talento que el principal en un stripper full monty, mismo que exhibe ante sus azorados colegas, y finalmente Lomper (Steve Huison), una víctima más de la crisis, dispuesto siempre a intentar un nuevo suicidio.
Todo o nada (The full monty) se volvió un éxito instantáneo en Gran Bretaña, donde rompió el récord de entradas impuesto por Cuatro bodas y un funeral, y en Estados Unidos, donde su popularidad llegó incluso a imponer una moda full monty en diversos lugares públicos y laborales. Lo que podía ocurrir en Sheffield podía también darse en Detroit: una suerte de strip-tease metalúrgico, un insospechado regocijo obrero, o una estrategia de sobrevivencia de desempleados, o una variante del encuere colectivo en un plantón de protesta.
El director Peter Cattaneo y su guionista Simon Beaufoy exploran la vida cotidiana en los barrios proletarios, su lenguaje popular, el colapso moral y económico que acarrea el cierre de industrias, los despidos masivos, la espera en las oficinas de contratación, la frustración doméstica. A esa sordidez cotidiana, tipo Riff-raff (Ken Loach), Cattaneo le opone un ánimo gozoso, el disfrute de la farsa, la inventiva en medio del desastre y el humorismo como una forma de contrariar la fatalidad.
Todo o nada ofrece agilidad y desenfado en una comedia que es mezcla de observación social y juego paródico, algo entre el cine de Tony Richardson y el de Stephen Frears, con una escena jocosa en la que el grupo de desempleados practica sus rutinas de baile con el modelo de Jennifer Beals en Flashdance, u otra en la que Guy y Lomper se descubren súbitamente enamorados el uno del otro al ayudarse a saltar por una ventana.
Full monty, desnudo total, es también la vulnerabilidad social al descubierto, y las diversas maneras en que la solidaridad y el afecto se manifiestan entre los desposeídos. Muestra relaciones familiares donde la falta de dinero es factor de desunión, y sugiere la paulatina inadaptación social del desempleado, simple protegido del Estado o delincuente potencial.
Todo o nada no pretende, empero, ser un alegato social, aunque en todo momento señala a un sistema económico incapaz de contener la espiral del desempleo. Uno de sus puntos centrales es la autoestima como resorte humorístico y materia prima para un espectáculo. Este full monty es sátira de los clichés publicitados que imponen modelos de excelencia física, de la cultura del vinil, el silicón y la prótesis perfecta.