En el barullo del mundo actual, dominado por los medios de comunicación, no parece una hazaña mayor volar a Caracas, vía Panamá el domingo, asistir durante todo el lunes a un Congreso en la Universidad Católica Andrés Bello, por cierto hermana gemela de nuestra Universidad Iberoamericana, y regresar a México el martes. Cansadito: once horas de viaje en conjunto, pero valió la pena.
El Congreso lo organizaron la Universidad y el Ministerio de Trabajo, con la coordinación acuciosa de Humberto Villasmil, un profesor con doctorado en España, y César Carballo, sin duda un niño prodigio: hace un par de años, a los 28, era decano de la Facultad de Derecho de la UCAB, y desde hace poco más de un año, viceministro de Trabajo.
El tema central, que tratamos cuatro catedráticos el lunes: Antonio Ojeda Avilés, de la Universidad de Sevilla, Manuel Carlos Palomeque, de la Universidad de Salamanca, Federico Durán, de la Universidad de Granada y este caballero de la UNAM consistió, nada menos, que en el análisis de las perspectivas del derecho del trabajo. Tema de moda, especial para pesimistas.
Cuatro conferencias, dos en la mañana y dos por la tarde y ninguna igual a las otras. Y, lo que es curioso, todas positivas. Coincidimos en que el derecho laboral no desaparecerá. Sufrirá cambios, ciertamente, pero no afectarán a su esencia tutelar en favor de los trabajadores.
Me llamó la atención de la conferencia de Federico Durán, hoy presidente del Consejo Económico y Social del gobierno español, la referencia crítica al sistema español de celebrar, como una medida para promover empleo, contratos temporales o precarios. Yo creía que no era una solución cómoda, pero pensaba que la experiencia no había sido mala; por lo visto, no es así.
Federico expuso cuatro razones. La primera atiende al costo bárbaro del seguro de desempleo. Un trabajador con un año de antigüedad tienen derecho a seis meses de desempleo, que pueden llegar a ser dos años, con un 60 ó 70 por ciento del salario. El mínimo en España en este momento es de alrededor de 600 dólares mensuales.
La segunda razón, dramática, es que los precarios sufren el doble de accidentes de los permanentes. Eso, además de las razones humanitarias, implica también un costo adicional terrible.
En tercer lugar los trabajadores precarios no son susceptibles de formación profesional (capacitación y adiestramiento, le llamamos por aquí), lo que contradice la lucha por la productividad y la competitividad en los mercados globales.
Por último, un trabajador temporal no se entiende con la empresa en una etapa, contaba Durán, en que el conflicto está dejando su lugar a las soluciones concertadas con un regreso notable hacia la cogestión. Todos deben contribuir a lograr soluciones a los problemas y los empresarios quieren hoy compartir las responsabilidades con la representación sindical. El temporal, ni suda ni se acongoja.
Nos dio otro dato Federico: el desempleo juvenil, un drama evidente de nuestro tiempo, afecta a los trabajadores sin formación. El conglomerado con menor problema es, precisamente, el de los universitarios.
Sin duda son datos que hay que meditar. Yo mismo he considerado que en situaciones de crisis, la ley debe flexibilizarse para dar pie a contrataciones temporales de menor riesgo económico para el patrón, que incentive el llamar a más trabajadores, lo que evidentemente puede amortiguar el desempleo. Pero esta información, un tanto inesperada y que viene de una fuente absolutamente informada, podría inclinar a repasar soluciones propuestas y replantearlas a la vista de una posible, aunque imprecisa en el tiempo, reforma a la LFT.
En todo caso, da la impresión de que vivimos en un mundo alejado de las realidades, con atrasos notables en muchas cosas. Por eso es bueno viajar y conocer otras experiencias. En Caracas pensé en lo conveniente que sería organizar una especie de dual meet ¡perdonen el pochismo! con cuatro o cinco profesores españoles y otros tantos de México, para cambiar impresiones sobre estos temas.
Me temo que tendré que organizarlo. No faltará, espero, quien lo haga posible.