La Jornada Semanal, 16 de noviembre de 1997
ENTREVISTA CON DARIO FO
Al enterarse de su candidatura al Premio Nobel, la televisión italiana siguió a Dario Fo en una gira artística. A través de una cartulina mostrada desde un coche a 100 km por hora, la RAI avisó a Fo que era el elegido. A continuación, la primera entrevista de Fo como Nobel y la crónica de ese viaje insólito.
"Ganaste el Nobel.'' Un letrero, escrito con un grueso plumón negro, mostrado desde la ventanilla de un coche a 100 km por hora en la autopista Roma-Milán. Así, Dario Fo se entera por un cronista de La Repubblica, a las tres en punto, del dictamen de la Academia sueca. Al volante del coche de Fo va Ambra Angiolini, ídolo de los adolescentes, quien trabaja junto a Fo en una transmisión para la RAI-Tre (Roma-Milán). El escritor (¡y quién seguirá teniendo el valor de llamarlo teatrero!) tiene un gesto de estupor. Su coche se acerca y las cámaras lo toman en directo. Y en vivo ofrece su primera declaración ante los micrófonos de Radio Capital.
Maestro, ya podemos llamarle así, ¿se lo esperaba? ``Estoy pasmado'', contesta. ``Había oído algo, pero no pensaba tener más de diez probablidades sobre cien.'' Y luego: ``Franca, Franca, tengo que hablar inmediatamente con Franca, una buena mitad de este premio es suyo.'' Empieza el concierto de teléfonos célulares, radio, televisión, cumplidos de amigos. ``Pero Franca, Franca, déjenme llamar a Franca.''
Obviamente, también el teléfono de casa está ocupado. Nos alejamos de la orilla de la autopista y vamos a la cafetería más cercana. Estamos a pocos kilómetros de Orvieto, en dirección de Florencia. Mientras Fo se acerca al edificio, la gente mira desconcertada este ballet de cámaras que sigue al personaje. Pero los niños le piden los autógrafos a Ambra, quien honradamente reconoce: ``l ha ganado el Nobel y yo firmo los autógrafos.'' La troupe organiza rápidamente un brindis. En la cafetería hay una confusión tremenda. Llega el director, que no sabe a quién dar la bienvenida, si a Fo o a Ambra. Alguien le explica lo del Nobel, y es fiesta. ``¿Pero no será el programa Fuera de broma?'', insinúa alguien.
Fo da el celular a un ayudante: ``Pásame la llamada sólo si se trata de Franca.'' ``Es Radio Popular.'' ``Está bien, con ellos sí hablo.'' Y repite: ``Este premio se lo debo a Franca... Ahora tengo que ir a Milán, quería detenerme en Bolonia pero ya no hay tiempo y esta noche tendré que estarÊen el teatro.'' Y retoma su viaje con Ambra.
Este viaje comenzó en Roma a las once de la mañana, desde la Plaza Cavour. Un viaje al que nos unimos por un cálculo bastante incierto y debido a una indiscreción. ¿Y si así fuera? Mejor estar allí, ``para ver a escondidas el efecto que tiene'' -por citar una canción del mismo Fo en colaboración con Jannacci- el hecho, bastante singular, de comunicar a un escritor que ha ganado el Premio Nobel.
La enorme camioneta provista con tres grandes cámaras de cine, lleva al flamante Nobel hacia su meta. Otra parada cerca de Bolonia. Fo, visiblemente cansado, contesta a los cumplidos de los pocos clientes que hay en el local. Antes de continuar el viaje acepta intercambiar algunas palabras. Un Nobel así, tan extraordinariamente inesperado, merece analizarse. Fo no se echa para atrás, y dice mientras aprovecha para sacar una piedrecilla de su zapato. ``La primera vez que se me mencionó para el Nobel, en Italia hubo quien habló de la muerte de ese premio, que hoy parecerá un escarnio para mis críticos.'' También ahora hay quien dice no conocer su nombre, como Rita Levi Montalcini (Premio Nobel de ciencia), y quien dice que quizás es demasiado viejo como para entender algo, como Carlo Bo. ``No es ninguna sorpresa'', dice Fo, ``es gente que vive fuera del mundo. Podría añadir que los textos que hoy se están representando en el mundo son doscientos cincuenta y que mañana podrían ser trescientos.''
-¿Pero usted, escritor ``comprometido'', no tiene problemas para recibir el Nobel? ¿Se acuerda de Sartre, que rechazó el premio?
-Seguro, tengo presente el ejemplo de Sartre. Pero eran otros tiempos. Pasaban cosas espantosas. El conflicto entre la cultura, nuestra ``cultura'', y la burguesía, era real. Y eran los años de los grandes conflictos, empezaba la guerra del Vietnam, los Estados Unidos todavía daban miedo. El rechazo de Sartre se insertaba en esa elección de lucha en todos los campos.
-A propósito de lucha, ¿no podría ser este el momento de hacer alguna autocrítica? El caso Feltrinelli, el terrorismo rojo...
-Ninguna autocrítica. Es verdad, Feltrinelli fue a poner bombas, pero nadie me quita de la mente que allí hubo algún infiltrado. Escribí entonces también una comedia sobre el problema. Nosotros concebíamos la lucha de clase en términos no violentos.
-¿Ningún pecado, ni uno pequeño?
-Hay que distinguir. Repito: eran otros tiempos. Estábamos muy indignados por lo que nos pasaba: el palacete Liberty quemado, los teatros destruidos, el episodio de Franca, agredida y secuestrada. Y, además, mi encarcelamiento.
-Y mientras, la RAI proyecta partes de sus filmaciones. ¿Pero no habían sido destruidas?
-No sé lo que haya hecho la televisión italiana. Sé que hace algunos años la televisión francesa pidió para un programa las cintas de mis piezas. Les enseñaron las actas con las que se había decretado su destrucción. La versión para la televisión de Mistero bufo la tuvimos que recomprar, justo antes de que la destruyeran. ¿Qué están transmitiendo ahora? No sé, material que habrán recobrado con algún particular.
-La motivación de la Academia Sueca habla de la ``tradición de los juglares populares'' a propósito de la asignación de su premio. ¿Está de acuerdo?
-Sí, juglar es un término que apruebo, que se aleja del teatro tradicional, que abandoné desde el final de los sesenta para llevar mis trabajos a las escuelas, a espacios abiertos y después a centros sociales.
-Lo de juglar no ha gustado a L'Osservatore Romano. Después de tanto juicio, escribió el órgano de la Santa Sede citando a sus predecesores, un juglar. ¿No será que este premio que le dieron es una declaración del fin de la literatura?
-Bah, hay algo que decir respecto al teatro italiano y al teatro en general. El teatro de tradición nunca se remontaba íntegramente al texto escrito. La improvisación ha sido siempre importante. Y después... Y después, ¿qué?
Y después está lo que podemos llamar la lección de Molire. Desde entonces, el actor que escribía era considerado un bufón. Aún más, de Moliére se decía que no era él quien escribía sus obras. Este premio es una revancha también para el pobre Molire.
-Usted habló mucho de su mujer. ¿Qué ha significado ella para usted?
-Ya lo dije, este premio es mitad suyo. Y no sólo por el apoyo moral que me ha dado en todos estos años. Con otra mujer no hubiera podido hacer lo que hice. Y luego, su aportación profesional: insustituible.
-¿Qué se han dicho durante este viaje larguísimo usted y Ambra?
-Hablamos de todo, de muchachos, de sexo y de religión. (Fo la abraza con ternura. El día antes me había dicho: ``Este viaje debería ser una especie de La Bella y la Bestia.'' Luego le aconseja: ``No puedes manejar ahora, que te den el cambio.'')
-Ahora, la cita para diciembre, en Estocolmo. ¿Cómo se comportará durante la ceremonia? ¿Como énfant terrible? ¿Se pondrá el frac?
-Seguro, ¿porque no debería ponérmelo? Me veo muy bien de frac. Además, uno de mis primeros trabajos teatrales se llamaba El hombre desnudo y el hombre de frac. También se filmó, pero quizá también fue destruido.
-òltima pregunta, maestro: ¿y la crisis del gobierno? Usted, en días anteriores, no ahorró críticas a Bertinotti.
-¿Entonces, ha caído el gobierno? No se pueden negar méritos a Bertinotti por lo que hizo en el pasado. Pero en estas circunstancias perdió las riendas, recitó su parte sin saber detenerse. Gracias a él, el cavalier Berlusconi puede ahora respirar tranquilo.