A aquella Cocopa
Tres años y medio después de la firma de los Compromisos para un Acuerdo Político Nacional aparece entre los asuntos importantes de la agenda nacional la inacabada reforma democrática del Estado.
Entre muchas acusaciones y desconfianzas, efectos de crisis geográficamente lejanas y que no obstante nos llenan de incertidumbre al recordarnos lo sucedido en 1987 y 1994, recomienzan los intercambios de buenos propósitos para llamar a completar un proyecto en el que no terminamos de ponernos de acuerdo, pero que, sin embargo, advertimos como básico para garantizar las condiciones mínimas de seguridad pública, estabilidad, desarrollo y justicia.
Positiva en sus intenciones, esta nueva intentona de impulsar el proceso de cambio democrático que requiere nuestra nación se enfrenta a situaciones tal vez más difíciles que hace unos años.
Habrá que tener en cuenta quiénes son los aliados de este proceso y cuáles realmente los obstáculos que lo dificultan; qué es lo fundamental que nos une y aquello que separa a las fuerzas democráticas, pero que no es sustantivo en la presente coyuntura.
El ánimo incluyente al que ahora se invoca constantemente por parte de quienes encabezan este reciente esfuerzo por completar la transición, debe tenerse en cuenta en cada acto y no ser sólo una excusa para ganar votos y ventajas. Mucho menos para golpear adversarios o marginar protagonistas.
El gran reto de este nuevo esfuerzo sigue siendo incorporar a la sociedad que ahora desconfía de las instituciones, incluso partidarias. El ánimo por las reformas no ha permeado a los ciudadanos que, por una parte, se ocupan a diario por defender su disminuido nivel de vida y, por otra, han creado sus propios y aún incipientes espacios de participación, la mayoría de las veces al margen de los partidos.
Con otros nombres y múltiples rostros la democracia y la justicia social forman parte de viejos reclamos del pueblo mexicano. Ahora se le llama transición democrática o reforma democrática del Estado, pero el conjunto de aspiraciones que condensan estos conceptos son anteriores a estos conceptos y reflejan metas que no pertenecen a ningún líder o partido político.
¿Cuál es el reclamo común que une a la generación del 68 con las luchas ferrocarrileras de los años 50, que en su tiempo animó a lo mejor del PAN y del Partido Comunista, que empuja a organizaciones campesinas e indígenas a levantar reclamos cuando ya les habían dicho que su tiempo pasó?, ¿cuáles son los temas comunes que buscaron los ciudadanos en el sentido de su voto en 1988, 1994 y 1997?
Con sus diferencias, errores y limitaciones, los grupos, partidos, organizaciones, personalidades y ciudadanos detectaron una necesidad común: renovar el sistema político y la vida pública y social de México para hacerlos acordes a las aspiraciones de la sociedad presente y futura.
Lo que había sido durante décadas un reclamo y una utopía se convirtió, a partir de 1968 y mucho más después de 1988, en una necesidad impostergable ante el desprestigio de las instituciones y la descomposición social.
En este contexto, 1994 fue, sin lugar a dudas, el año que confirmó lo indispensable del cambio integral: aparición pública del EZLN, asesinato de personajes públicos en otro tiempo intocables, fuga de capitales, crisis económica, triunfo del PRI en las elecciones federales y pronunciamientos de múltiples grupos y organizaciones no partidarios en favor de un acuerdo entre fuerzas políticas y bajo el auspicio de la sociedad.
Si 1988 fue, como aseguran algunos, la primera llamada de la historia para renovar nuestra vida pública, en 1994 tuvimos una segunda a la que tampoco acudimos. Ahora, en 1997, está sonando una tercera -¿y definitiva?- llamada.
Hemos dado los primeros pasos en un proceso de transición democrática. Sin embargo, el camino es aún largo. Requerimos una reforma del Estado que nos garantice democracia, paz con dignidad y justicia social.
Por eso, como ciudadanos cabe preguntarse: ¿ahora sí va en serio? ¿O todo este asunto sólo es una manera de diferir problemas y lograr que las cúpulas de los partidos se fortalezcan?
Recordando a Bob Dylan: ``la respuesta está en el viento''.
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