José Steinsleger
Cuidando la democracia

Cuando en América Latina aparecen gobernantes, políticos y personajes que podrían enriquecer las inigualables crónicas de Por mi madre, bohemios, acostumbramos sonreír y reflexionar sobre las causas que los engendran. Y con extraño desasosiego nos preguntamos por qué nuestros dirigentes no están a la altura de lo que este continente ofrece al mundo en arte, creación literaria y cultura en general.

Sin embargo, pasamos por alto o disculpamos situaciones que, lejos de ser flor de un día, hacen la vida cotidiana de otras realidades no menos desconcertantes. Por ejemplo, las que rutinariamente tienen lugar en Estados Unidos de Norteamérica, país fascinante y surrealista si lo hay.

Veamos. Con motivo de la importación fraudulenta de ametralladoras Uzi y otros fusiles de asalto, el presidente Clinton acaba de decir algo que conviene transcribir apegado a la letra: ``...No voy a permitir que otros países conviertan nuestras calles en campos de batalla donde los criminales están armados como si fuesen guerrilleros... No hemos luchado tan duro sólo para permitir que unos cuantos fabricantes de armamento burlen la ley y socaven nuestro progreso''.

``Otros países...''. ¿Se trata del estadista que hace pocas semanas se negó a firmar el tratado contra la fabricación de minas terrestres y de la persona que dio luz verde para liberar las trabas comerciales y que algunos países de América del Sur retomen la carrera armamentista? ¿Es el mismo que conduce una nación donde cien mil personas están organizadas en ejércitos irregulares con un arsenal equivalente al de Brasil y capacidad de compra de armamentos superior a la de Francia?

Clinton está inquieto por la entrada de armas foráneas que, según él ``...existen sólo para sembrar el pánico y causar el caos y la muerte en nuestras calles''. ¿Pero las Uzi matan menos que el revólver calibre 22 que mató a Bob Kennedy? Lee Harvey Oswald, supuesto asesino de su hermano John, recibió por correo el famoso y modesto fusil Mannlicher Carcano que le costó 21.70 dólares, incluidas las balas explosivas que, felizmente, estaban en promoción.

Por otra parte, si usted desea pasar un arma por los ultrasofisticados sistemas de seguridad de los aeropuertos norteamericanos, le conviene ordenar por correo una pistola especial, de fabricación nacional, revestida de cristal líquido moldeado que, fuera de temporada, son un poco caras. En todo caso, no olvide incluir en el pedido el juramento de que usted no tiene antecedentes penales. El fabricante le pedirá paciencia para confirmar sus datos. Pero si tiene la decisión tomada, siete días no son para desesperarse. No hacerlo es delito federal, y ahí sí, en caso que el FBI se entere... ni le cuento.

Cuando en el mercado gringo aparecieron las municiones KTW, la policía de Manhattan puso el grito en el cielo. Los policías habían declarado que estas balas, en metal reforzado de teflón eran ``inutilizables''. Los proyectiles KTW pueden atravesar una puerta de automóvil, el cuerpo del conductor, la segunda puerta y tocar mortalmente a un inocente transeúnte y hasta el chaleco antibalas de algún policía parado en la trayectoria del disparo. ``Así no se vale'', dijeron.

Fue en vano. El actor Charlton Heston apareció en las horas de mayor audiencia de la TV para hablar, en anuncios pagados por la poderosa Asocia- ción Nacional del Rifle (NRA), sobre la ``defensa de la propiedad y la tranquilidad familiar''. Como en Estados Unidos la ley es Dios, la NRA invocó el segundo artículo de la Constitución más festejada por los ``demócratas'' del mundo: ``...Una milicia bien regulada es necesaria para la seguridad de un estado libre. El derecho del pueblo para guardar y portar armas no podrá ser infringido'' (Bill of Rights, 1791).

Las cosas se aclararon. Meses más tarde, la NRA estaba feliz con la adopción de la ley que autoriza las municiones en aleación de metales ultra-duros. Tal es el principio de ``legítima defensa'' que prevalece en el país del norte, donde a los niños se les enseña que el insulto no justifica el empleo de un arma calibre 45. Aunque depende. Porque si usted vive en el estado de Wisconsin y el gato del vecino hace pipí en su jardín, la ley dice que el uso de las armas puede ser matizado en caso de ``provocación intolerable''.