Teresa del Conde
En torno a la figura

Con este título se exhibe una muestra de pintura francesa en el Museo Tamayo, abarcando cuatro décadas a partir de 1960. Vale la pena verla porque hay algunas piezas que son tan jóvenes como si se hubiesen pintado ayer. Así sucede con el Picasso fechado el 16 de abril de 1965, Mujer orinando, que guarda cierta vinculanción con otra figura del malagueño Mujer acostada sobre un diván azul (1960). Es más afortunada la pintura del mismo año que forma parte del acervo del Tamayo, también exhibida: Desnudo sobre un diván. Siempre es refrescante mirar cuadros de Picasso, no obstante que éstos están concebidos dentro de su propia retórica, correspondiendo a un periodo en el que pintaba a partir de formulaciones que él creó.

Las dos obras de Balthus (1960-1961) en exhibición, son atípicas porque están pintadas de manera más libre y si se quiere ``pictorizada'' (al modo de los fresquistas italianos) que otras composiciones suyas. Las dos son un regocijo: El bañista (1960), del Museo Cantini de Marsella, rinde homenaje no tan velado al bañista de Cezanne donado por la señora Bliss al MoMA, New York y la otra pintura incluida: Mariposa nocturna es más inquietante aún debido a la iconografía que guarda: la consabida niña-mujer, esta vez persiguiendo a algún espíritu maligno.

Las figuras recortadas en klegecell, de Dubuffet, proceden directamente de su serie L'hourloupe y sin duda resultarán familiares al espectador, más que los Parajes en acrílico sobre papel que pese a su tardía fecha (1981) estarían dentro de su concepto art brut.

Quizá para buena parte del público las mayores sorpresas de la exhibición correspondan a Jean Helion (1904-1987) pintor muy conocido en Europa, pero no tanto en otros países. El principal rubro temático que lo representa se refiere al trabajo y una de las piezas aborda el quehacer del pintor, que no se concreta a estar tranquilamente ante el caballete, eligiendo colores de una nutrida paleta, sino que puede resultar crucificado por su misma labor, a tiempo que desempeña acciones físicas como las que llevan a cabo habitantes de cualquier urbe. Puede resultar un poco desconcertante para quien observa este conjunto, realizado en 1979, percatarse de que el mismo pintor durante los años cincuenta (se exhibe Gran maniquería de 1951) pintara al modo como lo hacen los cartelistas.

Otro pintor conocido que participa en esta colectiva es Gérard Garouste, quien como si actualizara a un manierista de finales del siglo XVI, reflexiona sobre la historia de la pintura, con acierto. Cuando empezó a ponerse en boga el término ``posmodernismo'' aplicado a la pintura, Garouste fue calificado de pintor posmoderno, igual que su colega italiano Carlo Maria Mariani, también figurativo, pero en un sentido neoclasicista opuesto al de Garouste. El interés de la muestra reside casi exclusivamente en lo hasta ahora mencionado. El realismo pretendidamente pop de Martial Rayse (salvo por la pintura que representa un perro) parece trasnochado. Gérard Gasiorowski (1930-1986) fue incluido con la mejor de las intenciones porque durante un tiempo se abocó al tema de la muerte y en ciertos casos glosó piezas prehispánicas, como en el cuadro en el que representa la escultura de la diosa de la vida y de la muerte pariendo (1983).

Francois Rouan es, sin duda, un artista interesante fuera de los circuitos oficiales, pero aquí está mal representado y los otros pintores que concurren parecen entresacados, aunque no sea así, de aquellos salones de consolación donde entra todo el que quiere, cosa que suscita confusión en el espectador. Sobre todo en los espectadores-pintores, quienes pueden pensar que algunas de estas piezas no serían admitidas para la selección de salones como el de Arte Joven de Aguascalientes, ya no digamos para la Bienal Tamayo, que por ser exclusivamente de pintura, tiene exigencias mayores. Sin embargo para todo hay gustos y no descarto la posibilidad de que haya quien se sienta atraído por el pseudofolclorismo del que hace gala Robert Combas (n. 1957) quien posiblemente es mejor grabador que pintor.

Tal vez quienes hicieron la selección pensaron que pinturas con muchos colorines y representaciones selváticas en las que puede concurrir alguno que otro fetiche resultaban idóneas para una exposición en México. Sobre Jean-Charles Blais puede decirse que sus figuras son grandotas, a veces enormes. En una de las pinturas de Gilles Aillaud (n. 1928) hay recuerdos remotos del puntillismo practicado no por Seurat o Signac, sino por algunos de sus incautos seguidores. La pintura se titula Piton y, en efecto, el personaje principal es una serpiente.

La totalidad de las obras provienen de fondos de museos pero, excepto lo que destaco al principio, creo que es poco probable que se encuentren con frecuencia en exhibición. El subtítulo de la exposición ``cuatro décadas de pintura francesa'' me parece exorbitado y lo curioso es que lo mismo piensan algunos franceses con quienes he tenido oportunidad de comentar la muestra.