No, no, desafortunadamente los duques nacionales e internacionales del dinero son lo suficientemente ignorantes para enterarse de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, el que dio riqueza y linaje a la lengua castellana y abrevó sabiduría en Alcalá de Henares, villa donde el cardenal Cisneros fundó la Universidad Complutense, inspirado en las innovadoras enseñanzas --volved al Evangelio-- del muy célebre Erasmo de Rotterdam. Saber lo que no da ganancias hubiera provocado en aquellos duques un estallido arterial de consecuencias imprevisibles. Y por esto, reduciendo sus caletres a la lógica del negocio y las utilidades, no enviaron al escudero Sancho al gobierno de su imaginada ínsula mexicana, y sí en cambio montaron cuidadosamente un presidencialismo autoritario para abrogar la Constitución revolucionaria de 1917 y marginar al pueblo en las decisiones de un poder público interesado sólo en beneficiar el tesoro trasnacional con el trabajo de una población de casi 90 millones de personas. El tal presidencialismo no sólo ha pretendido ser una institución de facto dominante, sino también hegemónica, pues disfrazándose con ropajes y máscaras democráticos despliega desde sus inicios modernistas una intensa propaganda para convencer al pueblo de que las imposiciones y arbitrariedades, que en el otro lado de las medallas gestan miserias y más miserias son, esos mandamientos y estas pobrezas, lo mejor que puede ocurrir a las familias, pues sin ellos serían arrastrados a un inimaginable desastre. El óptimo escenario en la actual globalización es desempeñarnos como siervos maquiladores en el quehacer de los amos supremos del capitalismo; pretender adueñarnos de nuestro propio destino y presentarnos en el mundo como un Estado libre y soberano, incomodando así las reglas del presidencialismo, hoy repletas de las macroeconómicas mentiras neoliberales, sería romper con el statu quo que se nos ha impuesto desde Washington, y algo más también difícil de decir, la reactivación de la identidad con nuestros más altos valores significaría, para el presidencialismo y sus mandantes, un riesgo grande en el orden universal del big money.
Pero los sueños del fin de la historia como fin de la utopía, se vieron gravemente turbados por dos hechos muy recientes. El debate del presupuesto en la sesión plenaria de los diputados, el pasado martes 18, en la que atinadamente el representante Gerardo Buganza señaló al secretario Ortiz Martínez que la novedad en que se encontraba era la de una mayoría camaral elegida por el sufragio efectivo y no por el voto barato, en sus acepciones de estafa o engaño, con el que tradicionalmente se erigían los gobiernos de la Insula Barataria, según lo hace constar Cervantes en el capítulo XLV, segunda parte, de su gloriosa novela; y en el que la perredista Dolores Padierna, quien con cálculos y cifras distintos a los elaborados por los empleados de Hacienda, dejó claro que la política impositiva del gobierno sólo busca el crecimiento a cargo de la reducción del consumo, o sea ahorrar aunque mueran de hambre los demás, principio seguramente inspirado por los Chicago boys y el difundido cuento del caballo del gachupín. El otro hecho relevante, rodeado de cierta serenidad, fue la visita que hizo al Presidente Andrés Manuel López Obrador. Esperaba este último alcanzar algún acuerdo sobre aspectos esenciales del momento: entre otros el cambio de la política económica por una que atendiese las demandas del pueblo, la desmilitarización del país y el cumplimiento de las soluciones firmadas de San Andrés Larráinzar, evitando que los caciques dominen a la República, así como restablecer el diálogo con el EZLN a partir de compromisos como la liberación de los presos zapatistas, la dicha desmilitarización en Chiapas, el desmantelamiento de los grupos paramilitares y la consignación de quienes ordenaron el asalto a la comitiva de los obispos Ruiz y Vera, la eliminación del uso ilegal del dinero presupuestal en los actos electorales; solicitudes que el titular del Ejecutivo ofreció estudiar y luego resolver. ¿Será difícil a nosotros, los simples ciudadanos, entender por qué ese encuentro fue muy importante, a pesar de no haberse logrado ningún acuerdo? El filósofo Samuel Ramos siempre aconsejaba a sus discípulos leer las líneas y las entrelíneas de los textos para comprenderlos a cabalidad.
Sí, nadie lo duda, México ya no es la Insula Barataria y asiento concupiscente y harto de los señores del dinero. Mucha razón asistió al representante panista Rogelio Sada Zambrano cuando recordó al secretario Guillermo Ortiz las palabras de Horacio a Hamlet: ``En la tierra y en el cielo existen más cosas de las que usted imagina en su filosofía''.