La Jornada viernes 21 de noviembre de 1997

Alejandro Ordorica Saavedra
Nuevos aires vs. fauna nociva

En el argot del bajo mundo, una constante que traspasa diversas épocas es la patología insalvable de su propia terminología que alude a la fauna nociva o depredadora. En nuestros días, la delincuencia ha perdido los derechos de exclusividad y ahora son la policía y sus corporaciones las

que se han apoderado no sólo de tal nomenclatura lingüística, sino de las conductas de sus perseguidos históricos.

Tal pareciera que la consabida transición tan de moda, ha alcanzado ya a muchos de los agentes de seguridad pública, que han cambiado y ahora son ellos los que delinquen, inversamente, y los que ahora se autollaman zorros o jaguares. El caso ``Buenos Aires'' es la culminación de esta patológica transformación.

Se diría que no todos los policías son así y esto es cierto, al igual que afirmar que los militares son como los tres mandos que comandaban las agrupaciones de Jaguares, Zorros y Motopatrullas.

Sin embargo, hechos tan lamentables ponen en evidencia realidades preocupantes y desmitifican otras creencias: que civiles y militares, indistintamente, han mostrado incapacidad en materia de Seguridad Pública; que los mandos superiores incurren en iguales o peores conductas e irregularidades que los inferiores; que la criminalidad y la complicidad con delincuentes se ubican en las cúpulas de los mandos policiacos; y que los generales no están exentos de las tentaciones de la corrupción ni de gravísimos actos de impunidad. Hechos, entre otros, que conforman un escalofriante archivo público del historial policiaco-militar.

Aún más, siendo aceptable que el presidente Zedillo ordene una investigación para precisar responsabilidades de altos jefes policiacos, resulta inadmisible que sólo cuando interviene el Ejecutivo las cuestiones ligadas con la justicia empiecen a funcionar, porque entonces tendría que girar órdenes diarias ante la criminalidad reinante, lo cual sería inútil e implicaría una invasión de un poder a otro.

Queda, si acaso, la posibilidad de que, por provenir de los propios órganos castrenses, como la Procuraduría de Justicia Militar, se prevenga desde dentro estos terribles actos, lo cual de ninguna manera puede significar un régimen de excepción ni un desplazamiento de las instancias correspondientes de acuerdo con nuestras leyes, en este caso, a través de los tribunales civiles.

Mientras tanto, el saldo de desaparecidos y ejecutados es de seis jóvenes; hay 26 jaguares y zorros, entre culpables y ``chivos expiatorios'', agentes con uniforme o vestidos de civil en la balacera del 8 de septiembre; y tres jefes, apenas aprehendidos, que esperan que también se aclare el grado de culpabilidad de su jefe inmediato.

La sociedad está en los límites de la tolerancia, clama justicia, castigo a ladrones y asesinos, exige una policía que cuide y proteja al ciudadano y freno inmediato a corrupción e impunidad. De no ser así, lo que podría seguir es la defensa y la justicia por mano propia.