Las vencidas son competencias donde la resistencia es decisiva cuando las fuerzas están más o menos equilibradas: hay que aplicar toda la fuerza durante más tiempo que el rival. El Presidente dice que la definición del paquete económico para 1998 no puede ser un juego de vencidas, pero se equivoca. Quien se mantenga durante un mayor lapso con su fuerza completa tendrá más posibilidades de triunfar.
El gobierno supone que puede negociar con la Cámara de Diputados solamente el aspecto de los egresos, es decir, el presupuesto, y que las propuestas de ingresos presentadas por los partidos de oposición no aparecerán finalmente en los acuerdos. Esta es una conjetura que evidencia una actitud abusiva. ¿Para qué querrían las bancadas opositoras negociar con el gobierno el presupuesto si ellas solas pueden expedir el decreto? El espacio de la negociación no puede ser otro que el conjunto de ingresos y egresos.
La situación política y las normas de la Constitución han creado una coyuntura en la que el Presidente puede bloquear en el Senado cualquier iniciativa de ley procedente de la oposición, de la misma forma en que ésta lo puede hacer en la Cámara de Diputados. Sin embargo, aprobar el presupuesto es facultad exclusiva de esta última, de tal suerte que si el gobierno no deja pasar cambio alguno en las leyes fiscales, los grupos opositores pueden dejar fuera al Ejecutivo en la negociación del presupuesto.
Así la cosas, el Presidente actúa como si le fuera sencillo provocar que los grupos parlamentarios de la oposición rompan sus negociaciones, renuncien a los acuerdos para hacer valer la presencia priísta en la Cámara y derrotar, de esa manera, a sus adversarios. Aunque esto es posible, la actitud del jefe del Ejecutivo -especialmente la manera en cómo ha polemizado con los diputados- orilla a los legisladores a conformar mayoría sin el gobierno.
El Presidente ha mandado a su grupo parlamentario, el PRI, al ataque de los partidos de oposición. Además de sus propios discursos catastrofistas -como el enviado desde Washington y en inglés-, los diputados priístas han acusado a sus colegas de la oposición de ``falaces'', ``provocadores'', ``demagogos'', ``miopes'', ``revanchistas'' (PRD), ``ingenuos'' (PAN), ``manipuladores'', ``defensores de intereses opuestos a la nación'', ``promotores del caos'', además de ser una ``mayoría espúrea''.
Ernesto Zedillo y sus compañeros de partido en San Lázaro se están encargando de unir a los opositores, pues en lugar de hacer propuestas constructivas y entrar en un diálogo directo, se lanzan contra la mayoría de los diputados con una furia digna de mejor causa.
Guillermo Ortiz, secretario de Hacienda, ha entrado al debate con menos calificativos y ha declarado que él quisiera bajar algunos impuestos pero no se puede y que tampoco es posible aumentar gravámenes a los ricos porque se nos van.
En este marco, lo que más destaca es la ausencia de un proyecto del Presidente. Lo que el gobierno busca es mantener la inercia de una economía completamente abierta en la que no existen espacios para reformas sociales. El punto central de Zedillo es que no se haga nada en materia de política económica para lograr un crecimiento moderado a costa de mantener deprimido el mercado interno y la actual estructura de la distribución del ingreso.
La carencia de una propuesta nacional del gobierno lleva a las dos principales oposiciones del país (PRD y PAN) -las que no tienen fuerza para aplicar todo su programa-, junto con las otras dos (PT y PVEM), a converger alrededor de puntos muy concretos y selectos: la rebaja del IVA, la congelación en términos reales de los precios y tarifas del sector público, la cancelación de los gastos discrecionales y clientelares, el aumento de fondos para estados y municipios, entre otros. Esto no es tan poca cosa, pero no constituye un programa alternativo debido a que no está abierto el espacio para algo así.
Una mayoría de diputados con cuatro partidos de oposición no es fácil de conformar, pero Zedillo lo está logrando a través de una política de torpezas en serie. Cuando el Presidente se niega a recibir en su despacho a los líderes parlamentarios y cuando les envía advertencias desde lejos, el poder Ejecutivo se coloca en el plano de la intransigencia.
Todo parece indicar que en las próximas dos semanas se realizarán negociaciones entre las bancadas opositoras y la Secretaría de Hacienda, pero ésta tiene un marco político general demasiado adverso, tanto debido a la poca flexibilidad que le autoriza el Presidente como por las coincidencias que han venido construyendo los opositores.
El sector oficial llega tarde a todas las citas: llegó a destiempo a la constitución de la Cámara, se retrasó en iniciar negociaciones sobre el paquete económico, convocó tardíamente y sin propuestas de fondo a los líderes de los partidos. El Presidente tiene un problema de agenda pero nadie acierta a adivinar qué otras cosas son más importantes para un gobierno que la política interna.
Si Ernesto Zedillo sobrevalora su capacidad de resistencia en el juego de vencidas, por más fuerza que aún tenga, el resultado le será adverso.