Los hechos acontecidos recientemente en San Pedro Chenalhó, Chiapas, son motivo de preocupación nacional. Las cifras de la violencia en este municipio clave de la región de los Altos son dramáticas. Tan sólo desde fines de mayo a la fecha han muerto por motivos políticos, de acuerdo con distintas fuentes, 29 indígenas, mil 500 personas han sido desplazadas de sus lugares de origen, decenas de casas han sido incendiadas, tres militantes de la oposición al PRI se encuentran detenidos y el párroco de la localidad, Michel Chanteau, ha recibido amenazas de muerte. Sin ir más lejos, en la última semana, según el Consejo Autónomo, fueron asesinados seis simpatizantes zapatistas de la comunidad de Aurora Chica.
El inicio de la violencia en Chenalhó se remonta al 19 de agosto de 1996, cuando una parte de la población asesinó a seis jóvenes en el paraje de Chixilton y lanzó sus cadáveres a una cueva. El incidente, que en su momento buscó explicarse como un caso de brujería, se inscribió en las intenciones de diversos grupos de justificar la presencia del Ejército en el municipio para apuntalar a la autoridad municipal debilitada por la presencia de un ayuntamiento opositor paralelo. Aunque finalmente el presidente municipal debió renunciar, los asesinos fueron puestos en libertad en poco tiempo.
La escalada de violencia se aceleró, sin embargo, a partir de mayo de 1997. Desde esa fecha es notable el incremento de los choques entre presuntos simpatizantes priístas --que cuentan con armas largas y equipo sofisticado de radiocomunicación-- y bases de apoyo zapatistas y perredistas. Esta situación es en extremo preocupante, ya que el patrón del conflicto en Chenalhó tiene grandes similitudes con lo sucedido en la zona norte del estado, donde actúa Paz y Justicia. Los esfuerzos de distintos grupos de la sociedad civil local, como el conocido con el nombre de Las Abejas, para construir espacios de conciliación, han fracasado ante la beligerancia desplegada por los grupos ligados al poder local que apuestan a generalizar y magnificar el enfrentamiento entre los bandos en pugna.
Tratar de ocultar la magnitud de la violencia en Chenalhó sólo puede interesar a quienes ven en ella el recurso para solucionar el conflicto chiapaneco sin atender las causas que lo originaron. Por ello, es urgente encontrar vías para la reconciliación dentro de las comunidades, a fin de evitar que la violencia en la región de los Altos cobre más víctimas e interfiera negativamente en el urgente y necesario proceso de pacificación en Chiapas.
En este contexto, tiene gran relevancia el llamado que el Consejo Autónomo, ubicado en la comunidad de Polhó, realizó para entablar este domingo un diálogo urgente entre ellos y la dirigencia priísta, el ayuntamiento, la Cocopa y la Conai, para buscar frenar la ola de violencia y muerte.
Si se tiene en cuenta que apenas hace un par de semanas la frágil línea que separa la paz de la guerra en Chiapas estuvo a punto de romperse por el atentado perpetrado contra los obispos de la diócesis de San Cristóbal y que la proliferación de grupos paramilitares en varias regiones del estado y la espiral de violencia en Chenalhó amenazan con colocar al proceso de paz en un punto sin retorno, resulta obvia la urgente necesidad de cumplir los acuerdos del diálogo de San Andrés y retomar la propuesta de ley en materia de derechos y cultura indígenas formulada por la Cocopa, como los pasos necesarios para solucionar el conflicto en Chiapas de manera justa y permitir la recuperación del lastimado tejido social chiapaneco.