La Jornada lunes 24 de noviembre de 1997

Iván Restrepo
El agua es vida, pero no en Pátzcuaro

Hace un año el gobernador de Michoacán anunció que, ahora sí, se efectuaría el rescate integral del lago de Pátzcuaro. Tarea nada fácil y archiprometida por diversas instancias gubernamentales con frutos tan magros que cada día se agrava el estado de salud de ese hermoso lugar. No es para menos, pues recibe las aguas negras de unas 30 poblaciones y 600 mil metros cúbicos anuales de azolve debido a la tala de los bosques que circundan al lago. También por la deforestación disminuyó 70 por ciento el caudal de los manantiales que lo abastecen de agua, mientras una cuarta parte de la superficie lagunar está invadida de lirio acuático.

Todavía hace una década era posible encontrar allí a la tortuga ``guarapeta'', camarón, lobina negra, carpa herbívora y el charal ``bartoni''. Se los acabó la contaminación y el deterioro. Dos especies únicas, el pez blanco y el achoque, van camino de correr la misma suerte y su captura es cada día menor por las artes de pesca utilizadas (el nefasto chinchorrro) y la sobrexplotación. En el historial de depredación destaca que arrasaron con el 85 por ciento de los bosques que existían en la cuenca de Pátzcuaro, importante por su rica flora y fauna. El saqueo va más rápido que los tibios programas para reforestar. Por ello no cesa la erosión del suelo que, a su vez, hace que las lluvias hayan depositado en el lago unos 150 millones de metros cúbicos de tierra reduciendo su tamaño y profundidad.

El agua es vida, repiten las autoridades a cada momento. No así en Pátzcuaro, donde más de 50 manantiales se encuentran taponados por la tierra que arrastra la lluvia o por obras públicas mal planeadas. Antes, el agua que caía del cielo se filtraba al subsuelo, gracias al paraguas que conforman los árboles. Hoy destruye todo a su paso pues no hay el manto verde que permita su ciclo normal y aprovechamiento. En cuanto a las aguas negras de los pueblos, se revuelven con metales pesados (zinc, plomo, cadmio), residuos de plaguicidas, y materiales utilizados en las artesanías, la tenería y la cerámica. Su destino final: el lago. Las pocas plantas de tratamiento (en Quiroga, Pátzcuaro y Janitzio) no funcionan.

Y si el lago es víctima de la acción del hombre, la incuria oficial y la falta de políticas para restablecer su salud, en las zonas que lo rodean el deterioro se expresa con la desaparición de 18 especies de aves, mamíferos y reptiles. Ya no llegan miles de patos que migraban huyendo del frío del norte: el triguero, el golondrino, el cuaresmeño y la gallareta pues desaparecieron los humedales donde invernaban. Otras especies, como garzas, pelícanos blancos, los ``zancones'', los ``ralos'', la aguililla pantanera y el águila pescadora, disminuyen por la caza y la alteración del medio. No hay más en la ribera 18 especies de aves, mamíferos y reptiles, como el jabalí, el venado cola blanca y el puma. Hay 27 especies de plantas herbáceas, siete de arbustos y 29 de árboles en peligro de seguir la suerte de otras siete que ya desaparecieron.

Después de leer este rosario de tragedias, el lector podría pensar que nada han hecho las autoridades para evitar la destrucción del lago de Pátzcuaro y su área circundante. En los últimos 20 años se han gastado allí miles de millones de pesos en reforestación, drenaje, agua potable, bordos de contención, dragado; en apoyar la producción social y la cultura ecológica; en diversificación productiva (con nopal, frutales, verduras). Los frutos están a la vista: destrucción como nunca, fracaso de programas, corrupción. El antiguo lago azul de los purépechas muere día con día.

Esa muerte anunciada la documentó ejemplarmente Ubaldo Fernández, en varios reportajes que le merecieron el Premio Estatal de Periodismo. Pese a la tragedia ecológica y humana, Fernández le apuesta al optimismo: no todo está perdido. Hay que evitar lo peor, aplicar las medidas que proponen lo mismo centros de investigación que la ciudadanía michoacana, mudo testigo de la destrucción de una riqueza natural, económica y cultural irremplazable. Por lo pronto ¿en qué va la promesa del gobernador?.