El banquero Jorge Lankenau Rocha, ahora en prisión, amenazó con hablar si se sigue molestando a su familia.
Aprehendido por el delito de asociación delictuosa, de acuerdo con la legislación penal de Nuevo León, antes ya advirtió que el propósito de asociarse con otras personas, entre las cuales mencionó al gobernador Fernando Canales Clariond y al senador Mauricio Fernández Garza, no fue otro que el de crear y operar una empresa financiera.
El propio senador Fernández Garza se había adelantado a proponer que fuesen investigados los movimientos del consejo de administración de Abaco en torno del fraude denunciado por numerosos inversionistas. Por su parte, el gobernador Canales Clariond se deslindó de cualquier implicación ilícita y manifestó estar dispuesto a declarar si así lo considera procedente la autoridad judicial.
La amenaza de Lankenau supone que él es custodio de una información comprometedora. Cabe preguntarse: ¿para quién? O más bien: ¿para quiénes?
Ante lo turbio del caso, la opinión pública tiene derecho a preguntarse si en los actos ilícitos atribuidos a Lankenau, a su esposa y a dos funcionarios de la empresa financiera hoy prófugos, no hubo otras participaciones, bien por acción bien por omisión.
Empecemos por los socios de Lankenau en Abaco-Confía. El presidente de la empresa estaba obligado a informar al consejo de administración de movimientos ya no digamos ilegales, sino injustificados, según su reglamento interno. Sobre aquellos de carácter ilegal, ¿no debieron haber ejercitado acciones en contra del funcionario por no informarles como debía?
Las autoridades de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) tenían que haberse hecho cargo de los antecedentes fraudulentos de las casas de bolsa que datan de una década atrás. De las denuncias entonces sobre maniobras fraudulentas en Abaco tienen información. ¿Por qué no hicieron de la vigilancia un sistema que pusiera a cubierto los fondos de los inversionistas bursátiles ante eventuales nuevas maniobras?
Jorge Lankenau, en la entrevista que le hizo Federico Arreola, director de la revista Milenio, acusa de hecho a las autoridades hacendarias y bancarias de darle un trato discriminatorio a Confía para cubrir sus pasivos. Pero lo grave, en opinión del banquero, no es esto, sino que su caso esté siendo utilizado para tender una cortina de humo sobre la quiebra de la banca mexicana, la inutilidad del Fobaproa y la pérdida de 50 mil millones de dólares a cargo de los contribuyentes. Si lo dijera uno de los cartonistas de La Jornada -que lo han dicho y no poca veces- sería visto por la autoridad señalada como una puntada entre otras. Pero lo dice un banquero de los que tuvieron éxito en el gran salón de las privatizaciones. No se la podrá tomar como una puntada.
Lankenau alega que no debe ni ha defraudado lo que nunca recibió, que él pedía les fuese pagado lo que Abaco-Confía tenía la obligación de cubrir a quienes demandaban su dinero, lo cual fue impedido por las autoridades, y que si ha sido objeto de presiones y está en la cárcel es porque éstas son al mismo tiempo juez y parte.
Se supone, por la amenaza de hablar, que lo que Lankenau ha dado a conocer es apenas la entrada. El plato fuerte se lo reservaría para más adelante.
Hablar significa dar nombres de gente involucrada en actos ilícitos y, en el caso, proporcionar pruebas que evidencien lo revelado. Si Jorge Lankenau hablara -lo cual es muy dudoso que haga-, los nombres del secretario de la SHCP, del presidente de la CNBV, de otros funcionarios e incluso de sus socios quizá aparecerían en condiciones censurables y hasta punibles. Lo que significa Confía -más aún que Abaco- involucra a mucha gente y no sólo a un Lankenau expiatorio.
Dar satisfacción social a grandes agravios no ha sido el comportamiento más notorio de las autoridades responsables de impartir justicia en México. El caso Lankenau, que las ha hecho ver pésimo, podrán enfrentarlo no para satisfacer las demandas de justicia de la sociedad, sino para salvar al sistema. Será, sin embargo, una salvación temporal. Las actuales instituciones se hallan desvencijadas. Requieren ser sustituidas por unas nuevas, y no sólo por arreglos ortopédicos.