Miguel Barbachano Ponce
30 Muestra de la F a la T

F como Flor (la) de mi secreto (1995), de Pedro Almodóvar, cuya protagonista Marisa Paredes encarna en la pantalla a Leo Macías, escritora rosa, que se oculta trás el seudónimo de Amanda Gris es, acorde con su creador ``un drama duro, hiel en vez de miel; lágrimas que no sirven de desahogo, sino que ahogan; dolor del bueno, es decir, un drama que mezcla dos géneros tan opuestos y vecinos como el rosa y el negro''.

El decimoprimer filme del cine-creador hispano reconstruye la actual dinámica de la sociedad española mediante las argucias, las emociones, las obsesiones y las sensaciones de la novelista. Mensaje sociológico que oscila casi al mismo tiempo entre los gruesos lagrimones de sus protagonistas y sus satíricos comentarios, como aquel que hace referencia a las vacas sin cencerro, sin olvidar el incestuoso número dancístico de flamencas tonalidades. Disfrútela, es devastadora por negra, y divertida por rosa. Es una comedia y un drama.

J como Jerusalem (1996), de Billie August, transvase al celuloide de la saga de Selma Lagerlof, que describe y analiza los rudos amores y las místicas exaltaciones de un grupo de campesinos sureños que desean a toda costa triunfar sobre los respetos humanos para recorrer libremente los caminos de Dios y así ganarse el reino de los cielos, precisamente en el año inicial del siglo XIX (1800), fecha que según las predicciones del falso profeta que los visita es el año axial de la resurrección de Cristo y del Juicio Final. Así, el octavo largometraje del cineasta danés --autor de Pelle el conquistador-- es bellísimo cuando muestra los paisajes escandinavos, desolador cuando nos traslada a los áridos espacios que circundan la Ciudad Santa, fatigoso cuando narra las premoniciones del santurrón y complicado cuando describe los amoríos de los aldeanos.

¿Acaso, dentro de tres años, otros visionarios nos plantearán idénticas predicciones (resurrección, Juicio Final)? Entretanto, la cinta de August continuará proyectándose en las salas de nuestro vasto mundo.

K como Kansas City (1995), de Robert Altman, es una historia de amor y violencia remarcada con los acordes suaves, una veces, y estridentes otras, que surgen a intervalos regulares de una legendaria banda de jazzistas negros. Es, también, la profunda y casi subterránea presentación de una problemática racista a cargo de Seldom Seen, el gángster de color encarnado por Harry Belafonte. Si usted ama el jazz y poseé preocupaciones históricas, en particular por la década de la depresión, no deje de enfrentarla.

M como Manos (las) fuertes (1997), de Franco Bernini, que narra la historia real sin ningún elemento retórico de una de las siete matanzas --exactamente aquella que ocurrió en la Piazza della Loggia-- en Italia entre 1969 y 1984, masacres en que ``las manos fuertes'' siempre invisibles (se trata de la mafia o del Estado por conducto de su servicio secreto?) han dejado su huella indeleble. El décimo trabajo de Bernini conlleva un error cinematográfico capital, que consiste en que la parte fundamental de la anécdota --el bombardeo en la piazza-- nunca aparece en la pantalla, es decir, está fuera de cuadro, y si de aquel asunto nos enteramos es por el diálogo y la ``voz en off''. Si usted posee una imaginación incontenible, véala, sino abstengase.

S, como Sol de otoño (1996), de Eduardo Mignogna, cuyo contexto reconstruye el amor otoñal, sería mejor decir el ritual romántico que practican dos cincuentones, Clara (Norma Aleandro) y Raúl (Federico Luppi, aquel que nunca se atrevió a decirle a Clara, ``te quiero''). Esta ``feliz'' fábula posee, más allá del amor, otro ritual pleno de violencia y muerte a cargo de un grupo de jóvenes posmodernos. Contraste auténtico de nuestra realidad que se extiende a otro, que bien podríamos llamar imaginativo, realizado mediante un efecto que recrea en la pantalla aquello que el personaje está pensando. Si usted navega entre las aguas procelosas de la realidad (acción-posesión) y la irrealidad (deseo-imaginación) enfréntela hasta el último aliento.

T, como Todos dicen que te amo (1996), de Woody Allen, divertida comedia musical cuyos números transcurren en insólitos lugares (joyerías, hospitales y funerarias) interpretados por personajes heterodoxos (joyeros, enfermos y cadáveres). Si usted es un hombre común venga a cantar con ellos. Si usted piensa que la familia estadunidense se ahoga musicalmente en un turbulento mar de divorcios, neurosis y psicoanálisis, venga a enfrentar la obra 26 de Allen, el melómano neoyorquino.