Fuentes: el amor a la lectura es el amor a la vida
César Güemes Ť La lección de la tarde corrió a cargo de Cervantes, Homero y Carlos Fuentes. Poco antes, el titular de la SEP, Miguel Limón Rojas, en representación del presidente Ernesto Zedillo, inauguró formalmente los trabajos del segundo Congreso Interamericano de Editores que tiene lugar desde ayer y concluirá mañana en esta ciudad.
Tres momentos constituyeron la amplia alocución de Fuentes. El primero, para aterrizar en nuestro mexicano domicilio a los profesionales del libro que acuden al congreso: ``La fundación de nuestra América, la América mestiza, América de ascendencia indígena, ibérica y africana, es inexplicable sin tres descubrimientos. El de la tierra por Colón y Magallanes; el de los cielos por Copérnico y Galileo, y el de la imprenta por Gutenberg y los impresores y editores renanos.
América, argumentó famosamente Edmundo O'Gorman, no fue en realidad descubierta, fue inventada por la necesidad europea de contar con una utopía que renovase los ideales humanistas del renacimiento amenazados en el viejo mundo por las guerras dinásticas, las rivalidades mercantiles y los conflictos religiosos. Pero América no sólo fue descubierta o imaginada por Europa, ésta fue a su vez descubierta e imaginada catastróficamente por las civilizaciones indígenas de América. Entre sus escombros se hundió también el sueño europeo de una edad de oro en el nuevo mundo''.
El segundo, para clarificar lo que nuestro tiempo es: ``Para mí la imaginación de lo moderno, más allá de las fechas de la modernidad, nace de un aparente anacronismo. La figura de papel y tinta de un febril lector de romances de caballería que quisiera resucitar el mundo ideal de la Edad Media y se topa de narices con el mundo menos que ideal de la Edad Moderna. Don Quijote es un lector, más bien dicho, su lectura es su locura. Poseído, él quisiera convertir en realidad lo que ha leído: los libros de caballería. El mundo real rehúsa la ilusión de don Quijote, zarandea al hildalgo, lo mantea, lo apalea; pero a pesar de todas las golpizas de la realidad, don Quijote persiste en ver gigantes donde sólo hay molinos. Los ve porque así lo dicen los libros que debe ver. Y hay un momento extraordinario en que don Quijote, el voraz lector descubre que él, el lector, también es leído. Es el momento en que un personaje literario, por primera vez en la historia de la literatura, entra a una imprenta. Lo hace en Barcelona. Ha llegado hasta ahí para denunciar la versión apócrifa de sus aventuras publicada por un tal Avellaneda, y decirle al mundo que él es el verdadero don Quijote.
``En Barcelona, paseándose por la ciudad condal, ve un letrero que dice `Aquí se imprimen libros'. Entra y observa el trabajo de la imprenta. Cito a Cervantes: `Viendo tirar en una parte, corregir en otra, componer en ésta e inventar en aquélla'. Hasta darse cuenta de que lo que allí se está escribiendo es su propia novela: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Un libro donde para asombro de Sancho se cuentan cosas que sólo él y su amo se dijeron, secretos que ahora la impresión y la lectura hacen públicos, sujetando a los protagonistas de la historia al conocimiento y al examen críticos, democráticos. Ha muerto la escolástica, ha nacido el libre examen. No hay momento que mejor revele el carácter liberador de la edición, publicación y lectura de un libro que este''.
Y el tercero, para enfrentar con la humildad del caso, la responsabilidad alta de ser difusor de ideas escritas: ``Quisiera transmitir los tres valores permanentes de la Ilíada, tres lecciones de la antigüedad para la modernidad, tres maneras de ser siempre actuales: no admires a la fuerza, dice Homero; no detestes a quien no es como tú; y no desprecies a los que sufren. Señor secretario, señoras y señores, no hablemos sobre el destino de la escritura y la lectura, de la edición y el libro en el nuevo siglo y el nuevo milenio, sin portar con nosotros los valores que nosotros mismos hemos hecho, las palabras que dan sentido a nuestras vidas, y las voces que acompañan nuestra existencia a partir de nuestra fundación por la palabra, en la utopía de Vespucio, la justicia de Las Casas y el íntimo conflicto de Bernal Díaz del Castillo. Unamos el amor a la lectura al amor de la vida, el imperio de la imagen a la crítica de la imagen, la aceptación del futuro a la memoria del pasado, a fin de llegar armados de recuerdo y de esperanza, de historia y de deseo a un tiempo que no acabará en 1999 ni empezará en el año 2000''.