Otra vez los pobres vuelven a sufrir las consecuencias de las tormentas. Pero no las desatadas por la ingobernabilidad de los mandos policiacos, sino las derivadas de los desastres naturales. El martes pasado a partir de las seis de la tarde, una elevada precipitación pluvial afectó un centenar de precarias viviendas de las colonias Tierra Unida, El Ermitaño y El Ocotal ubicadas en los cerros de San Bernabé y Meyuca de la Delegación Magdalena Contreras. Las endebles techumbres fueron vencidas por el peso del granizo formado por un caudal de lluvia récord, del orden de 34 litros por metro cuadrado. Alrededor de 500 personas tuvieron que trasladarse a los refugios temporales para esperar, como siempre, la lenta y desorganizada ayuda gubernamental.
Frente a los desastres naturales siempre nos pasa lo mismo: actuamos a posteriori pagando costos políticos y económicos muy altos. La cultura improvisada de las instancias de protección civil es generadora de una agresiva irritación social contra el gobierno. Los daños de la naturaleza pueden ser menores si las autoridades actuaran con un mínimo de prevención. Ahora para atender la tragedia de cientos de damnificados hay necesidad de destinar recursos para la asistencia en alimentos, en ropa y en la reconstrucción de las viviendas. Son molestias y gastos que pudieron evitarse.
Las colonias afectadas son parte de la zona más riesgosa de la ciudad. Además de llover intensamente, los caudalosos volúmenes de agua por las barrancas y los ríos se convierten en una amenaza para las miles de viviendas pobres construidas a los lados.
La precariedad tiene una explicación. Estas zonas montañosas de alto riesgo se han urbanizado por asentamientos irregulares bajo el amparo de las autoridades delegacionales, mismas que alargan los periodos de irregularidad buscando el mayor control político. De tal manera que la ausencia de títulos de propiedad impide a los colonos construir sus viviendas con materiales más resistentes.
Los crecimientos ilegales lejos de detenerse se han incrementado notoriamente en las barrancas Huelpatlita, El Carbonero y hacia lo más alto del cerro Meyuca, en donde hace dos años no existía ni una sola habitación. La zona es considerada de reserva ecológica y por la magnitud de la urbanización ilegal, su desalojo resulta inviable. Habrá de procederse entonces a extender lo más pronto posible los títulos de propiedad que permitan a sus habitantes construir en mejores condiciones sus viviendas y evitar así futuras catástrofes.
Otra parte de la nula prevención es la inoportuna asistencia a los damnificados. Ya deberíamos aprender algo positivo de los desastres, pues siempre caminamos detrás de ellos. Irrita comprobar en el caso que nos ocupa, la retrasada ayuda alimentaria doce horas después de la tormenta, según la entrevista que realizó Monitor a Hugo Castro Aranda, delegado en Magdalena Contreras.
La ciudad debería contar con centros de acopio permanentes para enfrentar con prontitud las emergencias de miles de afectados, principalmente los niños. Cada uno de estos centros se conformaría por la donación obligatoria en forma reciclable de alimentos, víveres y medicamentos producidos y distribuidos por diversas empresas nacionales y trasnacionales. De esta manera con un mínimo costo se dispondría de varios centros donde se guardaría todo lo indispensable para enfrentar de inmediato las emergencias.
La población de escasos recursos no tiene por qué seguir sufriendo las consecuencias de los desastres naturales. Habrá que insistir en la necesidad de nutrir al nuevo gobierno del Distrito Federal de una política más preventiva que curativa ante los avatares de la naturaleza. Vivimos en una ciudad altamente vulnerable donde nos esperan nuevos sismos, nuevas contingencias ambientales, nuevas inundaciones y nuevas tormentas. Ante las probables catástrofes sólo nos queda empezar a prepararnos ahora sí en serio, con acciones más allá de las clásicas respuestas asistencialistas. Como dice por ahí un refrán: ``más vale prevenir que lamentar''; o por lo menos, prevenir los desastres nos resultaría más económico.