Bertha E. Luján
UNT: hacia la unidad sindical

Los sindicatos que hoy forman la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) tienen en común ser organizaciones que asumen el reto de la democracia y de la autonomía frente al sistema de control corporativo, algo nada fácil de encontrar en el llamado movimiento obrero oficial.

Se trata de organizaciones que en su mayoría han elegido a sus representantes, que dan cuenta de sus finanzas y resuelven colectivamente las decisiones trascendentes de la vida sindical. Esos tres elementos forman parte de un sindicalismo emergente en México.

Existen todavía diferencias en la concepción que tienen las organizaciones sindicales que promueven la UNT sobre el rumbo de la economía, la relación de los sindicatos con el Estado y algunas de las características orgánicas de la nueva formación sindical, lo que deberá irse resolviendo mediante la discusión y los consensos; pero lo significativo en el presente momento es su legitimidad básica de origen y la conciencia de que juntos serán más fuertes, y de que hoy resulta imposible superar los retos que tienen frente a sí de manera aislada.

La formación de la UNT es un hecho histórico. Cada cada una de las organizaciones que la integran enfrentarán sus problemas internos con la fuerza de la unidad. En ese caso están los trabajadores del sector aéreo, que tienen ante sí un sindicalismo de protección en las empresas competidoras que está dispuesto a ofrecer flexibilidad, unilateralidad y bajos salarios; los trabajadores del Seguro Social, sujetos a las políticas de subcontratación, subrogación de servicios y privatización de sus funciones; los telefonistas, frente a una nueva situación que pone en riesgo sus condiciones laborales, más aún cuando las empresas que compiten con Telmex han quedado casi en su totalidad sujetas al sindicalismo de protección; los trabajadores universitarios, impedidos legalmente para formar sindicales nacionales y que enfrentan deslindes artificiales entre lo laboral y lo académico; los trabajadores automotrices y de autopartes, en un escenario de alta diversificación y competencia destructiva. Están los trabajadores del campo, víctimas de la apertura y la globalización; los del sector energético al servicio de Estado y los del transporte eléctrico, todos ellos sujetos a nuevos retos. Y también un importante número de sindicatos independientes con experiencias valiosas de lucha en la defensa de los derechos laborales.

Es cierto que buena parte de las organizaciones que hoy integran la UNT lo han sido de empresas paraestatales en condiciones de cierto privilegio en cuanto a su materia de trabajo, con contratos colectivos más o menos avanzados. Pero también lo es que coexisten al interior realidades muy distintas en pequeñas y grandes empresas, estatales y privadas, de baja y alta composición de mano de obra.

Si analizamos la importancia de la UNT por los que la integran, tendríamos que admitir limitaciones. La naciente central se enfrenta a un sinnúmero de riesgos. La dimensión correcta para apreciar ese esfuerzo unitario debe incluir a los que aún no participan pero necesitan urgentemente de una representación auténtica para avanzar en sus reivindicaciones laborales, los que están hartos de pagar cuotas sin recibir ningún servicio a cambio; los que piensan que el Congreso del Trabajo y las centrales sindicales oficiales no han servido para defender sus intereses sino para vender sus derechos.

La posibilidad de que la UNT crezca dependerá de la sensibilidad con la que los organizadores actúen, de su capacidad para acercarse a los problemas reales, de la disposición para compartir liderazgos y decisiones, de reducir protagonismos excesivos y de acostumbrarse a que nadie tiene por sí mismo la solución.

La UNT deberá integrar para sí las quejas cotidianas del sindicalismo democrático, de reclamo decidido por la libertad de asociación, de un esfuerzo solidario hacia los grupos que más necesitan de apoyo para existir y de una gran tolerancia política y sindical.

Hay fuerzas democráticas con una larga historia de lucha que están fuera de la UNT. Una tarea fundamental en el corto plazo será construir puentes con ellas. Un constante esfuerzo regional, en una perspectiva de rama de industria, favorecerá una segunda etapa de unificación en ese proceso. Para ello se requiere romper esquemas y producir acercamientos. En esa suma de riesgos y posibilidades se encuentra el reto de la UNT, que exige acreditar desde su nacimiento la autonomía frente al Estado y gran democracia interna