El lunes próximo se cumplen tres años de que el doctor Ernesto Zedillo asumiera la Presidencia de la República; muchas cosas han sucedido desde entonces, las cuales han afectado a los mexicanos de mil maneras diferentes. En este tiempo he sido muy crítico de las acciones y discursos del Presidente. Debo decir que ello ha sido contra mi voluntad, pues no me ha quedado otro remedio.
En este tercer aniversario de la llegada de Zedillo, considero que es necesario hablar de su administración, y ello me lleva desafortunadamente a la crítica de su trabajo y de su visión, así como de sus colaboradores. Analizar la obra de este gobierno requiere tocar los temas de soberanía, de economía, de empleo, de seguridad pública, de democracia, de corrupción e impunidad, de seguridad social, de educación y de pobreza; demasiados temas para un artículo, por más que lo que ha sucedido en varios de ellos sean sólo facetas de una sola política y unas cuantas decisiones un tanto desafortunadas.
Tocaré aquí sólo algunas seleccionadas un poco al azar, empezando por la democracia en donde existen avances reales e inobjetables como los ocurridos en el DF, en Querétaro, en Veracruz y en el Congreso, no tanto porque perdiera el PRI como sucedió, sino porque había razones de fondo para que así fuera. Desgraciadamente, en el país se mantuvieron aún prácticas electorales desleales, que no pueden ser explicadas ni justificadas en un país democrático, como los bochornosos sucesos de Tabasco y Yucatán, que lejos de constituir una vergüenza parecieran ser motivos de inspiración ejemplar, para algunos grupos políticos importantes.
Ayer asistí a una reunión de Coparmex, en la que un analista del Banco Norteamericano, J.P. Morgan, hacía ver a los asistentes, a través de una serie de gráficas, la notable recuperación económica que ha tenido el país, hasta el grado de afirmar lo que empieza a ser el nuevo discurso oficial: que éste será el sexenio de mayor crecimiento económico en la historia reciente de México.
Un crecimiento del 7 por ciento anual para el producto nacional, como promedio del sexenio (o del 5 por ciento en su versión más pesimista). Claro que para lograr esta cifra lo que hacen es ignorar la crisis del 95 y el primer semestre del 96, aduciendo que esas cifras en realidad son responsabilidad de otro sexenio, con lo que además sus tablitas de crecimiento se dan con respecto al nivel más bajo de la economía alcanzado en varias décadas. Con estos argumentos, lo único que nos faltaría ver es al Presidente dando un mensaje televisivo a la sociedad en donde nos pidiera decirles a nuestros hijos que gracias al esfuerzo de todos, es decir, a que aceptamos todos que no había otro camino que el suyo, la crisis quedó superada y que nunca más habrá otra.
En relación al empleo la situación es similar. Se nos dice que todos los empleos que se perdieron con la crisis han sido recuperados, con lo cual el mercado interno ha empezado a recuperarse, reactivando la economía con firmeza, el truco está aquí en pasar por alto dos hechos al parecer menores; que en estos tres años se han incorporado a la fuerza productiva 3.5 millones de jóvenes, y también que mientras la crisis produjo fenómenos de desempleo a todos los niveles, desde empresarios, profesionistas y técnicos hasta obreros, los nuevos trabajos son en su inmensa mayoría de salario mínimo.
De corrupción e impunidad, la sociedad tiene presente los casos de Roberto Madrazo y de Aguas Blancas, por no hablar de la familia Salinas. Desafortunadamente no sólo la población recuerda todo esto; también lo hacen los policías que realizan operativos, y sus jefes que saben que pueden herir, intimidar, violar y matar sin que tengan que rendir cuentas mayormente.
Nos resta hablar de los otros temas ya enumerados, la solución está en discutirlos en un artículo próximo.