La constitución de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) es un hecho de importancia singular para el movimiento sindical mexicano. Este puede entrar a una nueva y promisoria etapa si los sindicatos y dirigentes participantes en este ambicioso proyecto son consecuentes con los propósitos anunciados en sus documentos fundacionales; los líderes, sobre todo, necesitan encontrar las formas de unidad basada en la comunidad de propósitos, por encima de sus ambiciones particulares, para que el nuevo organismo confederado se implante y contribuya a la reconstrucción de un sindicalismo auténtico.
Durante medio siglo, los sindicatos, con notables excepciones, vivieron sometidos al control gubernamental. Un conjunto de factores, pero de manera destacada la traición de los dirigentes, el ensamblaje de éstos con la burocracia política oficial y la liquidación de la democracia en su interior, anularon a los sindicatos como organismos de representación y defensa de los intereses económicos y sociales de los trabajadores. De organizaciones combativas, con un historial de grandes luchas en los años posteriores al triunfo de la Revolución, los sindicatos devinieron, desde fines de los cuarenta, en simples instrumentos de control de los trabajadores, en pilares del poder político y leales servidores de los gobiernos lo mismo del de Miguel Alemán que el de Díaz Ordaz o Salinas de Gortari. Los dirigentes sindicales han jugado el papel de operadores del gobierno para imponer sus políticas salariales y subordinar a toda costa a los trabajadores al partido oficial. En los últimos tres sexenios de gobiernos neoliberales, fueron pieza clave en la imposición de los pactos lesivos a los intereses de los obreros y empleados, redujeron al mínimo los costos laborales y acrecentaron sin límites las ganancias del capital.
En general no se puede explicar la desastrosa situación de los trabajadores, el descenso de sus niveles de vida, la liquidación de numerosas prestaciones contractuales ganadas en el pasado, y el golpe más reciente: la privatización de sus fondos de retiro, sin las claudicaciones, los engaños constantes de Fidel Velázquez, Luis Gómez Z., Francisco Pérez Ríos o personajes menores como Víctor Flores, Juárez Blancas o Rodríguez Alcaine, para mencionar sólo unos nombres a título de ejemplo. Los gobiernos de los nueve sexenios últimos no hubieran podido imponer fácilmente sus políticas económicas sin la complicidad de las cúpulas sindicales.
Desde esta perspectiva debe valorarse la iniciativa de crear la UNT con un programa que reivindica postulados de un sindicalismo auténtico. Por ejemplo la democracia, autonomía e independencia sindicales; la libre afiliación política de los trabajadores y la no pertenencia colectiva de los sindicatos a ningún partido; la autonomía de los sindicatos respecto al gobierno, los empresarios, las Iglesias y los partidos; el derecho a la contratación colectiva y el rechazo a los contratos de protección; la reivindicación de derechos de libre asociación, salario remunerador, de huelga, de seguridad social. Asimismo se manifiestan en favor de un régimen político democrático y reclaman una política económica distinta que tome en cuenta las necesidades y derechos de los trabajadores; reviven la vieja y justa idea de la alianza de los obreros con los campesinos y los organismos de la sociedad civil.
El nacimiento de la UNT tiene, por ello, enorme importancia en la vida política nacional en estos tiempos de transición democrática. Si no se queda a medio camino, con su actividad y el apoyo a sus demandas será una contribución valiosa en este proceso de cambio y de lucha en favor de un nuevo régimen político democrático y de justicia social, pues alcanzar esta meta es imposible sin el concurso de una fuerza decisiva como son las organizaciones de trabajadores, sin ponerle fin a los controles corporativos de las organizaciones de masas, sin hacer participar en el esfuerzo al emergente movimiento indígena y a las organizaciones campesinas independientes. Imaginar que la transición sólo será obra de los partidos es pecar de miopía política o estar pensando en una transición reducida a lo estrechamente ``político''. En España, vale la pena recordarlo, fue decisiva la participación de Comisiones Obreras y la UGT para realizar la transición democrática