Ahora sólo les falta trabajar. Porque la formación de una nueva Central que, por cierto, ha anunciado que no pretende registrarse, no vale en sí misma sino en sus propósitos siempre que sean cumplidos.
Hay notas del acto importante del viernes pasado que es necesario subrayar. En primer término, la ausencia de autoridades, lo que no es óbice para que, como lo dijo Antonio Rosado, no se les comunique la formación de la Central. En segundo término, la presencia importante de organizaciones sindicales de otros países entre las que destacarían la CGIL italiana, la organización más importante de su país, vinculada en tiempos al Partido Comunista Italiano y hoy, seguramente, propicia a la política social del actual gobierno, y la Central de Trabajadores de Cuba. No obstante, precisaría que la presencia cubana es valiosa en sí misma en tanto representación de la Cuba socialista pero no es el mejor modelo de sindicalismo. Es unitario porque no hay otro pero ajeno a un modelo de plena libertad sindical. En tercer lugar, las decisiones concretas de iniciar una campaña para lograr la mejoría de los salarios que, por cierto, parecerían secundar algunos empresarios conscientes de que o aumentan los salarios por encima de la inflación o el mercado se va al demonio.
Lo que no aparece en las informaciones y me parece de singular importancia es la previsión de las conductas a seguir en tanto que organismo unitario. Porque hay en la LFT una fracción del Art. 450 relativo a los motivos de la huelga que inspira terror al empresariado pero jamás ha sido empleada por los sindicatos, probablemente por el control tradicional ejercido por el Congreso del Trabajo, sucursal hoy en la decadencia de la también decadente CTM. Me refiero a la frac. VI que establece como objeto de la huelga ``apoyar una huelga que tenga por objeto alguno de los enumerados en las fracciones anteriores'', quiere decir, exigir la firma, cumplimiento o revisión de los contratos colectivos de trabajo y de los contratos ley y el cumplimiento de las obligaciones patronales en materia de participación de los trabajadores en las utilidades de las empresas.
Se trata, ciertamente, de la huelga por solidaridad. No es un tema fácil, sin embargo. Porque en tiempos de crisis y aún sin ella, a los trabajadores les cuesta mucho pensar en la posibilidad de lanzarse a una huelga en la que por ser solidaria y no instrumento de presión en contra de su propio patrón, la ley indica que no genera derecho a los salarios caídos.
En Europa, la formación hace ya muchos años de la Unión Europa de Sindicatos, un supuesto antídoto contra la creación de las empresas transnacionales, no sirvió de mucho porque su propósito era trasladar las huelgas nacionales al ámbito internacional cuando se tratara de la misma empresa. No tengo noticias de que haya estallado alguna huelga solidaria en Europa precisamente porque en las situaciones de crisis es muy difícil sacrificar los salarios propios para que otros obtengan mejorías en los suyos.
Sin embargo, la huelga solidaria, punto de partida hacia la huelga general, un instrumento político sin duda pero de enorme importancia económica y social, constituye la mejor garantía de que la unidad de los trabajadores conduzca a resultados específicos. Hoy por ti y mañana por mí, lo que obviamente no suele acordarse mediante relaciones solidarias individuales sino a través de las decisiones de un organismo central y unitario.
Esa solidaridad también debería tener una proyección internacional que tal vez sin el rigor de la suspensión de los trabajos porque en otro país se ha producido un conflicto que requiere apoyos, pero con mecanismos de colaboración económica o de propaganda para difundir las causas justas de los movimientos en otros países puede ser, en el mundo globalizado, un instrumento eficaz para la solución de los problemas comunes.
Tampoco puede rechazarse, en principio, la política de pactos. Lo que es inadmisible es que éstos se lleven a cabo por organismos corporativos, a espaldas de los trabajadores. Pero si detrás de un pacto de emergencia económica está la decisión de una asamblea, habrá que aceptarlos.
Le deseo a la UNT la mejor de las suertes. Pero tendrán que ganársela.