A lo largo de su historia, la ciudad de México ha estrenado situaciones inéditas, que han variado su destino. Dramática fue la conquista española, que creó una nueva capital en las ruinas y con las piedras de la majestuosa México-Tenochtitlan. De este ``estreno'' salió una nueva cultura que intentaba ser europea, pero no pudo resistir el mestizaje que dio lugar al ser mexicano, aunque éste no se asumiese ni aceptase, la realidad es que el lenguaje, la comida, el decoro, la arquitectura... todo ello ha reflejado siempre de fuerte manera ambas raíces, que al paso de los años se enriquecieron con las culturas negra y asiática.
Otra renovación significativa fue la Independencia, que dio nacimiento al Distrito Federal, ya sin virrey, con autoridades municipales electas y un gobernador que nombraba el Presidente de la República; sobra decir los frecuentes conflictos que ello suscitaba. Estos concluyeron en 1928 cuando se eliminó el Cabildo y nació el Departamento Central como oficina del Presidente, quien se volvió el encargado de gobernar la ciudad, cargo que delegaba en el jefe del Departamento. Los antiguos municipios se tornaron en delegaciones políticas y sus titulares fueron nombrados por el también llamado regente.
Ahora la ciudad despide a su último gobernante impuesto: Oscar Espinosa Villareal, quien sobrevivió tres años de mandato en una de las urbes más difíciles del mundo y en tiempos de crisis económica, social y política; a pesar de ello hubo avances: se hicieron obras importantes para el futuro, como la ampliación del Metro, del drenaje profundo y los acuaféricos; en materia de salud, se estableció el programa ``Madre-Hijo'' en once hospitales pediátricos que le mereció un reconocimiento de la Unicef; se instrumentó la reforma política que permitió elecciones limpias y transparentes y el inicio de la democracia capitalina.
En unos días la ciudad de México estrena un nuevo periodo de vida con su primer gobernante electo por la ciudadanía: Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano; las expectativas son enormes; una vez más surge la esperanza de que éste sí sea el bueno, el que nos devuelva la seguridad y el bienestar.
Pero no olvidemos la herencia centenaria de corrupción, indolencia e impunidad que caracteriza a miles de servidores públicos, habituados por generaciones a la mordida, el cohecho y la holganza. Se va a requerir un cambio profundo de mentalidad, que seguramente llevará mucho más de tres años, pero ya se puede comenzar, y lo que es más importante: con el apoyo de la ciudadanía, que es parte fundamental de esos vicios, pues no cabe duda que para la mayoría de los pecados se necesita la voluntad de dos.
De las herencias positivas que han dejado algunos gobiernos, podemos mencionar los libros. La administración saliente deja una buena colección sobre la ciudad. Con buen ojo se reeditaron obras de sexenios pasados que tuvieron gran aceptación y estaban agotadas como: La historia de la Ciudad de México según los relatos de sus cronistas; Chapultepec, su leyenda y su historia; Calle vieja y calle nueva; Mi Barrio, y varias otras de la que fue la colección Distrito Federal.
En las novedades hay un interesante trabajo de La evolución de los mercados hasta 1850 y un lindo librito sobre las Celebraciones decembrinas, y lo que seguramente se va a agotar rápidamente son las monografías de las delegaciones, ya que a todo mundo le gusta saber de su lugar. Esto es sólo una muestra de la amplia colección que queda para el gozo de los capitalinos. Se pueden adquirir en las mejores librerías y desde luego en las del DDF: Pórtico, en Eje Central 24 y del Pasaje Zócalo-Pino Suárez.
Y ya que estamos con ese tema aprovechamos para comentar dos buenas guías: una sobre el Centro Histórico, que edita el INAH y JGH Editores, con magníficos textos de Cristina Barros y Marco Buenrostro. La otra es del estado de México y la publica el gobierno de la entidad, con excelente información sobre los lugares que puede uno visitar, con rutas, información histórica y turística; utilísima cuando se va de viaje por ese sitio tan pleno de bellezas naturales, arquitectónicas y gastronómicas.
Y hablando de gastronomía se apetece un mole de olla de mariscos que sirven en el restaurante Bolívar 12, en esa calle y en ese número. La casona del siglo pasado se restauró modernamente pero el efecto es muy agradable y sobre todo la comida es buenísima.