La Jornada Semanal, 30 de noviembre de 1997
Director general del Centro de Promoción del Libro Mexicano y de la revista Libros de México, Federico Krafft es un activo promotor de las ferias de libros. Libros de México es una publicación única en su género; lo que en principio era un órgano de promoción de la industria editorial mexicana se convirtió en una oferta de lectura sobre la historia, el desarrollo, los desafíos y las nuevas rutas del libro y la lectura. En esta conversación se trazan los derroteros del Segundo Congreso Interamericano de Editores (realizado en la ciudad de México del 26 al 28 de noviembre).
¿Cuál es el papel de la CANIEM en el avance de una nueva Ley de los Derechos de Autor en México y cuáles son sus acciones para proteger y defender los intereses de los editores?
-La Cámara, como organización gremial de los editores mexicanos, vigila todos los asuntos que competen a sus miembros. Hace algunos meses la mayoría de sus propuestas fueron aceptadas en la elaboración de la nueva Ley de Derechos de Autor. Estoy seguro que ésta no sería la misma si la CANIEM no hubiese participado con una posición consensada que atendía a los intereses de los editores, la cual fue presentada ante las autoridades de la Dirección General de Derechos de autor y posteriormente a las Cámaras de Diputados y de Senadores.
Actualmente, la CANIEM trabaja en la creación de una organización de derechos reprográficos para moderar y controlar el uso indiscriminado de las fotocopias en nuestro país.
-Ya hace algunos decenios de la aparición de las fotocopiadoras, ¿por qué hasta ahora esa iniciativa de control?
-El problema de la reprografía aparece desde antes que irrumpa la fotocopiadora, pues está relacionada con la reproducción y lucro ilegal de las obras y con la identificación del creador original como depositario de los derechos autorales. Por supuesto, con el desarrollo de nuevas tecnologías, no sólo de las fotocopiadoras sino de los procesos digitales, el problema se ha agravado, la reproducción alcanza niveles extraordinarios, lo cual afecta los intereses de los editores y los beneficios para los autores.
En países como Noruega, Brasil, Francia, Inglaterra, España y Canadá se crearon, en el último decenio, organizaciones para el control de los derechos reprográficos. Se parte de la idea de que es imposible negar la fotocopia de los materiales protegidos por el derecho de autor, pero se considera necesario regular y obtener alguna compensación para los editores y para los autores por el uso o la reproducción de materiales. Es obvio el grado de dificultad para lograrlo. En Estados Unidos ha significado un inversión muy grande, no sólo para convencer a los usuarios de que es importante proteger la creatividad sino para echar a andar un organismo de tales características.
-Una de las preocupaciones del Congreso Interamericano de Editores es la reflexión y el análisis del avance tecnológico y sus relaciones con la industria editorial: Internet, correo electrónico, multimedia, CD-ROM... ¿En que sentido se plantea dicha inquietud?
-Con el advenimiento de tecnologías que permiten la transmisión por las redes electrónicas, las posibilidades técnicas para producir información son mayores, pero al mismo tiempo y de manera proporcional crecen las posibilidades para violar la ley. La cuestión radica en desarrollar mecanismos que logren regular efectivamente el uso ilegal de la información y permitan, mediante recursos sencillos, que las personas cumplan con la ley y satisfagan sus necesidades.
-¿Quién resulta más afectado por la reprografía: el autor o las editoriales?
-Hay dos aspectos. El editor vive de ese producto que genera, hace una inversión que exige una mínima ganancia; si no resulta así, simplemente sale del negocio. Por otro lado, el autor, a quien le llevó meses o años producir una obra, espera un estímulo económico que le permita seguir creando. Yo no los pondría en un plano de comparación porque se ven afectados de igual manera, aunque tengan intereses, responsabilidades y funciones sociales distintas.
En esta iniciativa para regular la reprografía estamos tratando de involucrar y representar a los autores, para que ellos de manera individual o colectivamente cuenten con un instrumento legal que proteja sus intereses.
-¿Qué problemas identificas para la ampliación de la lectura en México?
-Podemos hacer todos los esfuerzos del mundo, pero serán inútiles si no hay una red de distribución y de acceso para que el lector que se ha ganado encuentre sin complicaciones banales lo que busca. En sentido inverso, ¿para qué meter un libro donde no hay lectores?, ¿para qué producir libros que no encuentran su público específico?
-¿Qué representa el libro de texto gratuito para las casas editoriales de México?
-Creo que debe verse el problema del libro de texto gratuito como un asunto que trasciende una concepción de desayunos escolares. La desnutrición de los niños de este país no será remediada por esta vía, ni la extrema pobreza se atacará con programas gubernamentales de caridad. El populismo, ya lo sabemos, no es el camino. Me parece que hay consenso en ello en la mayoría de los partidos políticos que hoy debaten en las Cámaras. La distribución de la riqueza en México se encuentra polarizada -los muy pocos ricos y los muy pobres, que son la mayoría-, y no se resuelve con tales programas y acciones. Debemos trascender la concepción de que obsequiar un libro de texto único a los niños pobres tendrá mejores resultados en la lectura y la formación escolar que apoyar e impulsar una cadena de producción y distribución, lo cual multiplicaría las posibilidades de crecimiento y la capacidad para hacer ofertas de lectura en un horizonte más amplio para la enseñanza y el conocimiento.
-Háblanos del conflicto entre los grandes y los pequeños editores.
-Es conocido que nuestras glorias literarias comenzaron a ser publicadas por pequeñas casas editoriales pero luego, ya una vez reconocidas, fueron asimiladas por las grandes compañías. Eso demuestra que los editores con inteligencia y sensibilidad pueden descubrir nuevos valores que los grandes conglomerados no reconocen. Además de satisfacer ciertas demandas en otros niveles del mercado, las pequeñas editoriales cumplen con funciones culturales y sociales que las grandes estructuras comerciales no advierten. Debido a ello, ahora los consorcios o grupos buscan crear mecanismos más ligeros y dinámicos que les permitan moverse con mayor agilidad y efectividad en el mercado, otorgando autonomía administrativa y empresarial a sus componentes.
-¿Qué representan las ferias internacionales del libro?
-Si bien al inicio de la década de los ochenta la industria editorial mexicana exportaba unos 50 millones de dólares, la exportación cayó justamente por la carencia de un esfuerzo sólido que sostuviera la promoción del libro en las ferias internacionales. En 1984 se creó el Centro de Promoción del Libro Mexicano (Cepromex), que depende de la CANIEM. Es un pequeño aparato dedicado a esa labor internacional. A partir de 1985 vimos un repunte en las exportaciones y hemos superado con mucho a los buenos años de 1980. Hoy estamos 50 o 60 por ciento encima de las ventas de esa época. Todo ello debido a la constancia en la promoción de nuestros libros y publicaciones periódicas.
-¿Cómo consideras a la FIL de Guadalajara desde el punto de vista de la promoción de nuestros libros y de los que vienen de fuera?
-Lo que en un principio fue una iniciativa de funcionarios universitarios que deseaban descentralizar la actividad editorial, se ha convertido en un polo de intercambio editorial entre América del Norte, Centro y Sudamérica. Es sin duda ya la feria más importante en América Latina, un punto de encuentro obligado para todo editor de este continente. Existe otra en Buenos Aires, pero dura 23 días, lo que la hace complicada para los extranjeros, pero muy atractiva para el público local. En Europa, sin duda Francfort es el punto de encuentro más significativo para libreros y editores. Además está la feria de Bolonia, Italia, especializada en libro infantil y en donde las nuevas tecnologías se van abriendo camino. En España, donde se concentra la mayor actividad editorial entre los países de habla hispana, las ferias de Liber, de Barcelona y de Madrid son de tomarse en cuenta.
-¿Qué retos deberá enfrentar la industria editorial mexicana para actualizar su presencia internacional?
-Las nuevas tecnologías imponen ritmos y necesidades de desarrollo cada día más complejos. Por ello, la CANIEM debe apoyar a la industria editorial mexicana para que se inserte en los nuevos escenarios internacionales. Creo que un paso inmediato es crear una gran página electrónica en Internet que comprenda a todos los editores nacionales, los grandes y los pequeños, independientemente de las páginas que cada uno de ellos pudiera crear en beneficio individual.
La CANIEM, fundada en 1964, tiene enfrente un nuevo reto, y es el de ser no sólo una cámara que defienda, sino que además proponga, que se adelante a los acontecimientos, que prevea el futuro: el desarrollo de la industria y los intereses de los editores, los autores y los lectores.