La Jornada Semanal, 30 de noviembre de 1997
No hay ninfa ninguna de senos menguantes que agite
No tiembla ninguna pisada en la maleza humeante
con el contacto de sus deshuesadas manos
cuyas lápidas brillan tenuemente en la penumbra
donde ninguna luz rompe las vidrieras delgadas y frescas
Pinta aquí el crepúsculo su oro giratorio
Su madre dijo: haré de él
Su madre dijo: le daré
Lo tratarán mejor las tinieblas
La humanidad lo llamó criminal
Fue una vez vivo y dorado,
Te perdonará estando muerto,
En algún lugar resplandecerá una luna sin encontrarme,
La cortesana ha muerto pese a su juego sutil,
Así el mundo, vuelto al frío y a la muerte
los matorrales atemperantes de la llamarada sin párpado
de la luz del sol cuando endurece los caminos umbríos,
y el silencio hechizado ni siquiera despierta
ni se mueve jamás.
donde las hojas brillantes titilan por la moteada sombra:
tapiz que encubre este claro de bosque vacío
y se estremece para acallar al zorzal palpitante
y asustarlo
hasta que descienda y se disuelva en la noche
donde entintadas sombras salpican la luz
que llena la oscuridad plegada mientras permanece
junto a cada tumba
entretejidas por las inquietas llamadas de las palomas,
como recuerdos que flotan entre las paredes
y empañando el poblado silencio de una habitación
la convierten en nave
esparciendo mariposas que caen por la piedra;
mientras las sombras se agolpan en el interior
y susurran en las hojas muertas cuando pasan
por el suelo.
donde no hay pecho alguno que aplacar en su contienda
de alegría o tristeza, ni ninguna vida enciende
estos valles y colinas qe hoy son ásperos y fríos
y sin ruido.
un chico como nunca ha existido
(y lo acunó estrechamente, acariciando
el amarillo fulgor de su suave pelo).
Su brillante juventud será metal
que jamás vio el alquimista.
deseo tan elevado y valiente
que la escoria de la vida
arderá pura en su fuego.
y será puro y valiente,
y llorará el mundo entero
cuando oscuro esté en la tumba.
que el hombre en ninguna parte
(con vientos áridos para mecerlo
aunque ahora ya no le importe
y la luz estelar muda y altiva
para acariciar sus dorados cabellos).
y lo ahorcó bien en lo alto
donde cuatro vientos lo pudieran ver
agitándose contra el firmamento.
fue una vez puro y valiente.
Lo soñaste y diste forma, tierra:
¿ahora le negarás la tumba?
así como cuanto has hecho,
pero te maldecirá si lo dejas
riendo al sol con una mueca.
luego se apagarán los jardines sin viento del azul;
en algún lugar un dolor fresco y perdido (pero mejor así
que olvidado hace ya tiempo en la fértil desolación).
En algún lugar una dulce boca recordada que besar...
Silencio, tonto; quédate quieto que no es para ti.
sus cadenas se han soltado en frágiles y amargas hojas;
su última y larga mirada atrás es para ver quién lamenta
la inminente noche de sus ojos vueltos.
Otra reinará suprema, ahora que ha muerto
y la fina y limpia lluvia del invierno barre su habitación,
para deleite y dolor del hombre: con viejo y nuevo resplandor
coronando su deseo, adornando su cabeza con guirnaldas.
cuando las golondrinas vacían los días azules y soñolientos
y la fina lluvia ahuyenta el fantasma del soplo estival...
La cortesana que ha muerto, pese a su juego sutil...
¡La primavera vendrá!, ¡alégrate! Pero todavía queda
una vieja aflicción, acre como el humo de madera en el aire.