DobleJornada, lunes 1 de diciembre de 1997



EL CUERPO


CAROLINA VELAZQUEZ>


Menstruación/ II

¿Malhumorada? ¿A veces alegre, a veces triste? ¿Sin ganas de salir con el galán? Reacciones inesperadas que ni nosotras mismas entendemos. ¿A qué se deben?

Quizá la prisa diaria nos ha hecho olvidar algo elemental: cada 28 ó 30 días las mujeres vivimos una serie de modificaciones hormonales donde intervienen varias partes de nuestro cuerpo. Así, desde la adolescencia hasta la menopausia se presentan cambios físicos que, en distinto grado, influyen en nuestra vida cotidiana.

La ciencia brinda algunos datos que vale la pena destacar y que amplían esta información básica que se puede encontrar en cualquier libro de secundaria.

No es lo mismo hablar de ciclo menstrual que de ``la regla''. Mientras el ciclo menstrual es un conjunto de modificaciones del ovario y los órganos genitales que se repiten con una periodicidad regular --28 días en promedio-- con el fin de preparar al organismo femenino para un embarazo, ``la regla'' no es otra cosa que la manifestación más evidente (con una hemorragia mensual) de estas transformaciones; su duración y abundancia varía en cada mujer y de un ciclo a otro.

La naturaleza es sabia y esto que parece sencillo es producto de un complejo sistema bien organizado e interdependiente, donde ningún detalle debe ser ignorado.

Todo empieza en una zona minúscula, de la que a veces no tenemos ni idea, y que es fundamental para el sistema hormonal: el hipotálamo, ubicado en el cerebro, sensible a todos los estímulos psíquicos y que se encarga de dirigir el proceso. Su actividad es constante: cada 90 minutos libera una hormona que estimula a la hipófisis, glándula situada debajo del hipotálamo y que envía, a su vez, a los ovarios, dos hormonas*.

Los ovarios responden a esta estimulación liberando cada mes un óvulo y segregando los estrógenos y la progesterona. Ayudados por ésta, los estrógenos permiten a los órganos genitales, en particular al útero, realizar sus funciones; según su porcentaje en la sangre, frenan o estimulan al hipotálamo y a la hipófisis, y son el principal elemento regulador del ciclo femenino. Por lo mismo, es fundamental que se encuentren en equilibrio.

Los estrógenos son los principales actores del ciclo menstrual y las hormonas femeninas por excelencia. Hay de varias clases y son segregados en forma permanente de la pubertad a la menopausia. En la edad adulta actúan constantemente en mamas, órganos genitales, huesos (fijando calcio y fósforo), vasos sanguíneos (protegiendo contra la arterioesclerosis), piel y mucosas (favoreciendo la hidratación) y sobre el metabolismo (ayudan a la retención del agua y la sal).

La progesterona sólo actúa en presencia de los estrógenos como contrapeso: disminuye la formación de edemas en el útero y en los senos, retrasa el crecimiento y la multiplicación de las células, espesa el moco cervical que coagula para impedir el paso de otros espermatozoides y contribuye a cerrar el cuello y prepara al útero ante la inminencia de un embarazo. Además tiene una acción sedante sobre los centros nerviosos del hambre, la sed y --ojo-- el humor; disminuye la necesidad de actividad en la mujer (relajamiento, desgano); eleva la temperatura del cuerpo, y se opone al efecto virilizante de las hormonas masculinas sobre la piel (abundancia de bello, por ejemplo).

Los problemas de conducta y de humor que a menudo vivimos, y no tomamos en cuenta, durante el periodo que precede a la regla, están relacionados en gran parte con un equilibrio entre los estrógenos y la progesterona.

Cada ciclo, nuestro cuerpo se transforma constantemente lo que para algunas se presenta de manera imperceptible y para otras en forma drástica lo cual no debería ponernos en conflicto, ya que la menstruación no es necesariamente una maldición. Aunque de hecho se presenta una serie de molestias, es un proceso natural inherente a nuestra condición femenina que debemos conocer, y aceptar, para aprender a vivirlo.

Fuentes:

Cuerpo femenino, Alianza Editorial, 1989.

* FHS y LH, llamadas gonadotrofinas porque representan un papel dinamizante sobre las gónadas u ovarios, en la mujer y en los testículos en el hombre.