En la Lacandona, cursos de un ``ex militar'' a indígenas priístas
Hermann Bellinghausen, enviado, selva Lacandona, Chis., 30 de noviembre Ť La nueva espiral de violencia contra las comunidades rebeldes se expande como piedra arrojada al agua. Que lo digan si no Hugo y Ciro, detenidos por soldados del Ejército Mexicano en Vicente Guerrero, severamente golpeados y finalmente presos, en días pasados, sin motivo legal alguno.
Y para que la selva Lacandona se parezca a Chenalhó, ya entrenan indígenas priístas en las inmediaciones de El Edén, ``instruidos por un ex militar'', según denuncian los campesinos, bases de apoyo del EZLN en la región tojolabal.
Pero aquí las señales de la escalada contrainsurgente en curso son de índole militar. Y los sobrevuelos continuos y rasantes son efectuados por helicópteros de la Fuerza de Tarea, destacamento especial dedicado a la guerra de contrainsurgencia.
Durante la semana pasada hubo movimientos de equipo bélico inusual, como son vehículos anfibios, que nunca antes habían sido vistos aquí. Aunque uno lo tuvieron que regresar en grúa a Las Margaritas al otro día.
De acuerdo con una denuncia, leída en San Cristóbal la noche del sábado, el trayecto que conduce a San Quintín es un rosario de agresiones castrenses.
Las familias de Vicente Guerrero y Nueva Providencia, aun siendo priístas, ven cómo las tropas acampadas en sus tierras usan la comunidad ``para la prostitución, la droga y la borrachera''. En el enclave de San Quintín, a orillas de la Reserva de la Biosfera de Montes Azules, donde se construye la primera colonia militar modelo de estos trópicos, la vida de los habitantes está, esa sí, subvertida.
La coexistencia con las tropas federales ha llevado a la prostitución a numerosas jóvenes tzotziles, mientras sus familias se ven ``obligadas a sembrar marihuana en sus parcelas''.
Según esa misma denuncia, los soldados que ocupan Guadalupe Tepeyac, ``en tierras que no les pertenecen, hacen destrozos de madera y aprovechan el café de los compañeros, que no lo pueden ir a cosechar''.
Durante los patrullajes diarios entre Tepeyac y el río Euseba, ``los soldados pasan a robar la leña de las compañeras de La Realidad, que ponen en pilas junto al camino para llevarlas a su comunidad después''.
El nuevo campamento, en las dos riberas del río Euseba, sobre el camino, se ha vuelto amenazante e intimidatorio. ``Es un estorbo, es un retén, detienen a los campesinos para interrogarlos'', aseguran los labriegos.
En vista de que el Ejército Mexicanol no quitará su nueva posición en el Euseba, la compañía constructora J.V. está retirando la maquinaria pesada que tenía en la ruta San Quintín-Las Margaritas, con lo cual las obras camineras quedan completamente suspendidas. Y el camino se hunde.
La guarnición militar de El Edén, que también es nueva, sirve de base para incursiones montaña adentro en el territorio del municipio rebelde San Pedro de Michoacán, además de centro recreativo para los jóvenes indígenas, reclutados para el incipiente grupo paramilitar, uno más de esos que, según el secretario de Gobierno, Homero Tovilla, no existen en Chiapas.
Y en el municipio rebelde de Tierra y Libertad, además de la amenaza pública emitida por los funcionarios priístas de Frontera Comalapa, en el sentido de que en diversas poblaciones hay grupos armados listos para expulsar a los zapatistas, en la cabecera rebelde de Amparo Aguatinta las tropas federales entran a los predios campesinos sin autorización, y retratan casas y habitantes.
Por las noches, los campesinos oyen balazos y explosiones. Tan frecuentes, que a veces no permiten escuchar el paso del avión de rastreo nocturno que de por sí les roba el sueño.