La Jornada 4 de diciembre de 1997

Fontanarrosa, sin ``ganas'' de seguir con Boogie; por ahora descansa en paz, dice

César Güemes, enviado, Guadalajara, Jal., 3 de diciembre Ť Es un escritor, sin lugar a dudas. En su haber encontramos las novelas bestseller El área 18 y La gansada, más los volúmenes de cuentos El mundo ha vivido equivocado, No sé si he sido claro, Nada del otro mundo, Los trenes matan a los autos, El mayor de mis defectos y La mesa de los galanes. Pero también es el creador de dos personajes que han vivido a caballo entre Argentina y México, Inodoro Pereira y Boogie, el aceitoso. Conversamos con sus dos personalidades, la del prosista y la del dibujante, ambas reunidas en una sola persona de nombre Roberto Alfredo Fontanarrosa.

--En México se conoce muy poco su veta de narrador. ¿Cómo hace compatible la prosa con el dibujo?

--El problema mayor es la falta de tiempo para escribir, porque todo lo que sea chiste o historieta va a diarios o revistas que no te esperan, hay fechas de entrega muy estrictas y uno está permanentemente cubriendo esos rubros. Entonces, hay veces en que por ahí en una semana dispongo de un día libre para escribir, y si ese día coincide con que tengo una idea más o menos armada como para hacer al menos una aproximación al cuento, pues voy adelantando. Ahora trato de abocarme a un nuevo libro de cuentos y supongo que en el verano voy a poder hacerlo, porque en esa época se atenúa mucho el trabajo en Argentina, todo mundo se va de vacaciones. Fundamentalmente creo que la cosa nace de mi gusto por la lectura, que se inicia desde niño con las propias historietas y que después sigue con algunos libros. Siempre me gustó escribir y dibujar. Empecé dibujando, por supuesto, se intenta primero dibujar y después te enseñan a escribir. Durante mucho tiempo pensé que esa conjunción de texto y dibujo encontraba su mejor expresión en la historieta, que contiene ambas cosas. Debe haber sido en 1973 o 74 cuando se me ocurrió escribir algunos cuentos, prescindiendo completamente del dibujo. Ahí comprendí que era otra manera de contar, otra forma. Lo he seguido haciendo con los inconvenientes que te digo.

La publicidad aleja de la realidad

--Profesionalmente, ¿cuál fue la primera intención, la del escritor o la del dibujante?

--Antes que cualquiera de ambas trabajé para la publicidad. Hice dibujo y texto. Poco a poco comencé a dibujar chistes y esas cosas. Mis primeras publicaciones fueron historietas y chistes. Pero ya a mediados de los años setenta terminé el primer libro de cuentos, que era bastante experimental. Primero apareció en Rosario con el título de Fontanarrosa se la cuenta, y después se reditó en Buenos Aires, con el nombre de Los trenes matan a los autos, que es el título de uno de los cuentos. Ediciones de la Flor lo acaba de sacar, ya que ese libro había desaparecido prácticamente.

--Hay un personaje muy significativo en su obra, Inodoro Pereira, que se conoce tan poco en México como su obra escrita. ¿Lo limita geográficamente por alguna razón?

--Es mi personaje más popular en Argentina. Tiene un enfoque diferente al de Boogie, es más humorístico, más gracioso, y es popular porque lo publico en el diario Clarín, que tiene un tiraje muy grande. Lo que ocurre es que es muy difícil sacarlo en otros países, porque no se entiende mucho el lenguaje, a pesar de que lo he llevado a un castellano no diría que neutro, pero sí más comprensible. Hace muchas referencias a la vida argentina, es muy local. Fuera de mi país sólo lo publico en Uruguay, que es muy similar a Argentina en todo. En algún momento trató de ser traducido al portugués para que saliera en el sur de Brasil, pero no se hizo.

--¿Diría que es un personaje optimista en cierto sentido?

--Es más divertido, no es para nada un héroe, es muy parecido a cualquiera de nosotros, a veces reacciona valerosamente y a veces no. La historieta transcurre en la Pampa, Inodoro tiene un perro que habla, llamado Mendieta, y una mujer de nombre Eulogia. Desde el momento en que hay un perro que habla es mucho más absurdo el enfoque del humor.

--Lo que les ocurre a los personajes, digamos a lo largo de un año, ¿tiene que ver con su estado de ánimo?

--En cierta forma sí, eso influye para que el trabajo salga un poco mejor o un poco peor. Pero, bueno, no soy un tipo ciclotímico, que hoy esté eufórico y mañana deprimido. En ese sentido resulto bastante parejo, pero con todo hay algunas ondulaciones que provienen del estado de ánimo y que pueden reflejarse en el trabajo.

--¿La postura política la asume de manera práctica para llevarla a la historieta?

--No soy especialista en política. Pienso que nuestro trabajo, desde el momento en que laboramos en un diario, es esencialmente periodístico. Por supuesto leo todo el diario, la parte política, claro, no sólo por curiosidad sino para ver qué se puede hacer con lo que ahí se menciona. Lo que pasa es que, por ejemplo, no terminé secundaria y sé que uno se politiza precisamente en los últimos años de la secundaria y luego ya en la facultad. Eso no lo viví. Trabajé en publicidad, que suele estar bastante alejada de la realidad. Entonces, no tuve una base política definida. Me considero, como se les llama en Argentina, un independiente, un tipo que cuando hay elecciones analiza cada una de las propuestas y determina por quién va a votar. Hasta hace un tiempo era tradicional en Argentina que el que tenía padres y abuelos peronistas, votaba por el peronismo, y el que tenía padres y abuelos radicales, votaba por los radicales. Era votar por la camiseta, simplemente. Pero eso ha cambiado mucho.

--¿Encuentra en el actual gobierno de Argentina una cierta apertura para publicar lo que sea necesario, se siente libre de decir lo que guste?

--He pasado por distintas etapas y ésta es la de mayor libertad. Por supuesto que el periodo de Alfonsín tuvo espacios abiertos, pero como era una democracia aún muy débil, teníamos un cierto cuidado de no hacer una crítica demasiado virulenta. Era más tolerante todo, no sólo nosotros, sino el periodismo en general. Ahora ya no. Se supone que la democracia está más asentada y las críticas humorísticas y periodísticas son más fuertes. Tenemos las lógicas limitaciones de que cada vez más los diarios integran todo un complejo periodístico que incluye televisión, radio y demás. Entonces, si haces un chiste donde aparece cierto programa televisivo, quizá no te lo publiquen, porque es de un canal propiedad del diario. En líneas generales sí podemos hablar de un periodo de libertad.

Aprender copiando

--Luego de todos estos años haciendo historietas, ¿hay jóvenes dibujantes que sigan su estilo?

--Argentina tiene una tradición muy rica de dibujantes e historietistas, que no sé bien de dónde sale. Posiblemente haya gran influencia de los españoles. Tengo entendido que algunos residentes franceses iniciaron las primeras publicaciones de ese tipo. Como el trabajo de cartonista se aprende copiando, uno se entusiasma con tal o cual dibujante y siempre hay maestros a los que copia mientras se encuentra un estilo. Así como yo le copié a algunos, hay chicos que siguen la línea de Quino o la mía. Pero eso es lo habitual en todas partes. Argentina, como México, es un caso particular en Latinoamérica, porque hay muchos dibujantes, muchos humoristas.

--¿Es complicado destacar en el humor con tanta competencia?

--Sí. Y aunque hay muchos dibujantes de humor, nunca son demasiados. Aparecen poco a poco, sobre todo los jóvenes. Lo complicado no es llegar sino mantenerse, valorar una carrera para que después de 30 años uno se sienta afirmado por su trabajo. Muchas figuras aparecen y desaparecen. Pero sí hay que esforzarse, porque existe una competencia concreta.

Por ahora, Boogie descansa en paz

--Boogie no es el mismo de hace unos años. ¿Percibe cómo el personaje vira su posición junto con usted?

--A veces los cambios son previstos por el autor y otros se dan paulatinamente. En el aspecto de la línea o del dibujo, en mi caso, son cambios que no percibo cuando se van produciendo. A veces acudo al archivo y veo cómo ha cambiado el personaje. Pero a todos los personajes les pasa lo mismo. Si vemos la primera época de Mafalda, no tiene mucho que ver con la última en la parte gráfica. Además, en el tratamiento de la historia sí noto cambios en Boogie, porque me di cuenta que en todas las historias el personaje terminaba pegándole a alguien o abriendo fuego. Eso era muy repetitivo y se volvía pobre. Así que Boogie pasó a ser después un interlocutor: una persona llega y le cuenta algo o lo lleva a alguna parte, y el personaje pasa a un segundo plano, casi como acompañante. Eso enriquece la historieta, porque te da más posibilidades para un mismo sujeto, sobre todo en uno tan claramente encuadrado como él.

--¿Cómo mantenía dividida la creatividad y le daba historias tanto a Boogie como a Pereira?

--Creo que pude hacerlo justamente porque son distintos. Uno las puede poner aparte. A veces se me ocurre una historia y de inmediato me dedico a buscar para quién sirve. Aunque hay cosas que se deciden desde antes. Suponte que en Argentina sube el precio del mate o de la carne vacuna, ese tema, desde luego, es para Inodoro; en cambio si se generan noticias como la guerra del Golfo o la violencia en Nueva York, pues es para Boogie. De cualquier manera ya no hago a Boogie porque no tengo tiempo. Hace como un año que no va más. No fue algo que yo decidiera así, de golpe, todavía tengo una página en blanco, marcada, con un diálogo inicial que puede ser la continuación del personaje. Lo que sucede es que tenía esa página y pasaron dos o tres semanas y no me decidía a continuarlo. Si reacomodo mi tiempo, podría retomar a Boogie. Pero tengo la impresión de que tampoco dispongo ya de ganas de seguir con él. Esa es una razón más profunda, porque en este trabajo si no tienes ganas de hacer algo, no sale. Boogie cumplió una etapa de muchos años, lo hacía desde 1972. Además, es más conocido aquí que en Argentina. De Pereira recibía la respuesta del público, pero de Boogie no recibía nada. Aparecia en La Maga, una revista cultural relativamente pequeña que no generaba una respuesta, y eso también quita ganas.

--Boogie descansa en paz, entonces.

--Por ahora sí.