Carlos Montemayor
Diálogo y EZLN
En un reciente comunicado, el subcomandante Marcos ha insistido en ciertos puntos que me interesa retomar. En efecto, el Ejecutivo federal está provocando una confusión en la opinión pública: trata de presentar al EZLN como el intransigente que se opone al diálogo. Pero esta intención es posible gracias a que posiblemente ha logrado ya inculcar en la opinión pública una confusión previa: ha tratado de convencernos de que ha habido diálogo.
Muchos creímos que el gobierno mexicano estaba dispuesto a dialogar. Nos tardamos mucho tiempo en descubrir que no era cierto. El poder no dialoga, sino monologa. Ignora que el diálogo ayuda a entender al otro, que el diálogo es una forma de conocer al otro, de que los interlocutores se entiendan. Nos tardamos en descubrir que el poder estaba invitándonos a incorporarnos a su monólogo, no a un diálogo. El poder confunde su monólogo con la realidad. Imagina que su monólogo es un diálogo de la nación.
Por eso no ha podido distinguir las fronteras entre el EZLN y la Diócesis de San Cristóbal. No ha logrado descubrir ni entender a su interlocutor. Piensa que escuchar a la Diócesis de San Cristóbal es escuchar al EZLN. Quiere suponer que neutralizar a uno es neutralizar a ambos. Imagina que negociar con los dos es caer en un error político. Cree que todas las demandas sobre los pueblos indígenas son argucias de la Diócesis de San Cristóbal o sólo argucias del EZLN. Por eso concluye que esas cosas no existen. Que no necesita oírlas. Se oye a sí mismo y eso le basta. Piensa que los que ven lo que él no quiere ver y oyen lo que él no quiere oír están guiados por oscuros intereses. Cree que sólo buscan restarle poder. Por eso quiere que aceptemos su monólogo como el único diálogo posible. Quiere hacernos creer que quien se niega a aplaudir su monólogo, que quien se niega a sentarse dócilmente a escuchar su monólogo, es intransigente.
El EZLN no se ha negado al diálogo. El gobierno es el que no ha querido desprenderse de su monólogo. Dialogar es escuchar, y el gobierno se resiste a hacerlo. Dialogar es comprender, y el gobierno se resiste a entender que la violencia en Chiapas rebasa ya sus limitadas ideas acerca de la Diócesis de San Cristóbal, del EZLN y de los pueblos indios. El diálogo compromete, pero el gobierno piensa que sólo surgirán compromisos para el EZLN y no para él; que solamente el EZLN dará su palabra y la mantendrá, pero no él. Se tardó el gobierno treinta años en reconocer que había guerrilla en México. Se tardó treinta años para hablar de una mesa de negociación con la guerrilla. Pero no ha iniciado el diálogo aún. No quiere. No sabe.
Marcos tiene razón al decir que el gobierno federal se niega a un diálogo verdadero y profundo para construir soluciones; que pone en crisis total la vía del diálogo como método de resolución de la guerra en México; que pretende fingir un diálogo mientras apuesta a una solución militar. Tiene razón al afirmar que los legisladores de la Cocopa tienen un trabajo que hacer; que la confianza se gana con hechos y no con declaraciones a la prensa. Que los zapatistas no ataron de manos a la Cocopa, ni fueron los que se retractaron de los compromisos acordados, ni los que se burlaron de los legisladores, ni los que juegan con el diálogo y la guerra.
El poder no se decide a dialogar. No se decide a oír. Atento a su monólogo, cree que con el ejército y las guardias blancas puede taparse los oídos y no escuchar el ruido que produce la muerte en Chiapas.
Cree que tampoco escucharemos el ruido de la muerte en Guerrero o en Oaxaca o en la Huasteca. Cree que tampoco escucharemos.