Miguel Concha
Retos comunes

Ayer se cerró una etapa largamente esperada de la transición en la vida política de la ciudad de México, la del cambio de gobierno. Por primera vez los habitantes del Distrito Federal somos gobernados por alguien que --dada la amplísima mayoría con que lo elegimos en las urnas-- goza de una indiscutible legitimidad de origen, que tendrá que ser refrendada, y esperamos que acrecentada, día a día en el ejercicio del gobierno. El reto inicial que se avizoraba, como la conformación del equipo de funcionarios de primer nivel, ha quedado suficientemente superado, con la incorporación de personas representativas de las diversas corrientes promotoras de la candidatura del ingeniero Cárdenas, e incluso con algunas provenientes de otros espacios.

Pero el cierre de esta etapa es a la vez el inicio de otra, la de la transición en la calidad de vida, en la participación de la ciudadanía y en la confianza hacia las instituciones.

Las dimensiones de los problemas de la ciudad de México son realmente preocupantes. A manera de ejemplos, y a riesgo de ni siquiera mencionar los más importantes, podríamos recordar: el peso de la deuda contraída; los niveles de contaminación y lo endeble de las medidas que hasta ahora se han tomado; la violación recurrente de los derechos humanos y el entredicho en que han quedado los mandos policiacos ante los indignantes actos de barbarie, así como la ineficacia para combatir la delincuencia; la ineficiencia del transporte público; el déficit de vivienda y la decreciente dotación de servicios urbanos satisfactorios, por supuesto mucho más agudos en las zonas populares. Será previsible además que en el futuro el celo político proveniente del temor a compartir el poder, haga que otras fuerzas intenten obstaculizar las tareas de gobierno. Son muchos problemas para un solo gobierno que cuenta con un periodo bastante corto para empezar a resolverlos. Conscientes de ello, no se puede pensar que la dimensión de los problemas, que obstáculos previsibles o falta de tiempo sean excusas para no producir resultados. En estos tres años se juega algo mucho más importante que el prestigio de un gobernante: se juega la esperanza de la ciudadanía en la posibilidad de construir juntos una ciudad para todos los que la habitamos, e incluso la esperanza de muchos otros mexicanos que, atentos al proceso que se vive en la capital, ven en nuestra experiencia un motivo de aliento para su propio futuro.

Se juega, en suma, la posibilidad de que la ciudadanía confíe en que la política democrática es un mecanismo eficaz para dirimir los conflictos, y nos prevenga de actitudes en las que la histeria, por las afrentas sufridas, se traduzca en demandas de endurecimiento, que generan aún mayores ocasiones para la violación de las garantías individuales, e incluso en acusaciones a los defensores de derechos humanos --a quienes la democracia debe en el país mucho su avance--, de ser protectores de delincuentes; actitudes que a la vez despiertan tentaciones profascistas de poder, como ha ocurrido en otros países de América Latina.

Desde luego no se le puede pedir a Cuauhtémoc Cárdenas que resuelva todos los problemas, pero sí, y éste fue el mandato de las urnas, que inicie un proceso de largo plazo, no por ello menos claro y eficiente, en el que la confianza, producto de la participación de la ciudadanía en las decisiones que le afectan, sea el recurso fundamental para resolverlos. Esto demanda, además de una actitud abierta de todos sus colaboradores, mecanismos innovadores que la concreticen.

Más allá de recursos plebiscitarios, que siendo necesarios son insuficientes para generar una verdadera democracia participativa, se pueden tomar experiencias de diversas ciudades del mundo, donde esta participación ha sido posible.

Resulta imprescindible tomar en cuenta la experiencia y creatividad de las organizaciones civiles que, por su experiencia de décadas, pueden aportar elementos importantes para el diseño de instrumentos que fomenten la participación y permitan al gobierno de la ciudad apoyarse en el potencial productivo de la sociedad civil. Ello es tanto un reto como una oportunidad si, como lo afirmó el ingeniero Cárdenas a lo largo de su campaña, está decidido a tomar esta ruta hacia el desarrollo social, la democracia participativa y la recuperación de la ciudad para todos sus habitantes. Desde la larga lucha por la construcción de la sociedad civil, de un espacio público en el que el gobierno obedezca el mandato de la ciudadanía, muchos de sus habitantes estamos dispuestos a decirle que cuente con nosotros.