El político, hombre de fábula: Montemayor
César Güemes, enviado, Guadalajara, Jal., 5 de diciembre Ť Carlos Montemayor, reconocido entre otros méritos por su obra literaria, ofreció la charla Novela y política --en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara-- y esclareció varios hechos vinculados con la ficción y la realidad. Contrariamente a lo que podría esperarse, según fue demostrando el novelista, la literatura no puede ser calificada de ficción, la política, en cambio, sí, con lo cual se invierten los papeles atendiendo, sencillamente, a la lógica y al contraste de lo que se dice con lo que sucede ante los ojos de todos.
La diferencia entre los hombres de ficción y los de acción puede comenzar a clarificarse a partir de lo siguiente: ``En ocasiones dicen que los políticos son los hombres de acción y los escritores los hombres de la ficción o de la imaginación. De tal manera que la política se convierte en el campo de la acción, y la literatura en el de la ficción. Y mi entrada, mi pasión por la novela de corte político proviene justamente de que estoy advertido de todo lo contrario: creo que el hombre político es por definición el hombre de la ficción. La mayor parte de la actividad diaria de un político, en cualquier sitio, no sólo en Jalisco, es el estar tratando de convencer a su electorado, o a quien está a su alcance, de que la idea del mundo que él tiene es la cierta; y de que sus ideas o sus proyectos o su plataforma son correctos. La mayor parte del tiempo el político está elaborando una imagen del mundo, de la realidad, una imagen de su propia verdad o de sí mismo que quiere imponer como realidad política a su tiempo, a su sociedad, a los ciudadanos o a su electorado. Esta labor es la que absorbe la actividad del político. El político es un hombre que fabula, que está imaginando, que está haciéndonos creer que sus ideas sobre el mundo son no ideas sobre el mundo, sino la realidad misma''.
Pero no basta, todavía, con definir así las cosas. Porque, entonces, ¿quién se acerca más, pues, a la vida real? Veamos: ``Sobre ese mismo punto de vista la literatura tiene más que decir sobre la realidad política que la versión oficial de los políticos. O para decirlo con mayor precisión, la literatura tiene más capacidad de explicarnos la realidad política de lo que vemos, que las ficciones creadas por los hombres políticos y que se nos entregan como versiones oficiales de la realidad''.
Lo que ya crea la dicotomía a la cual habría que agregar un matiz que tiene que ver con una de las tareas principales a las que se dedica el autor de Guerra en el paraíso: ``Claro, me siento con mayor comodidad al plantearles a ustedes versión oficial vs realidad, que al decir realidad vs ficción, porque si entendemos esta tarea del político como una labor de ficción sólo nos queda ponernos de acuerdo en por qué digo que el trabajo literario puede darnos una idea mayor de la realidad''.
Si nos atenemos a lo objetivo, corremos el peligro de no entender lo qué pasa en el mundo real. Así, hay que acudir a un filósofo francés que a la luz de la lectura de Montemayor explica: ``Marrou plantea nuestra confusión común con la idea del hecho histórico y el posible hecho histórico. Una cosa es qué es lo que ha ocurrido, y otra la calidad de esto que posiblemente ocurrió o no. Supongo que han oído hablar de la muerte en César en el sentido romano, en los Idus de marzo. ¿Qué sería hablar de los hechos históricos en sí mismos?, ¿la realidad para el historiador, existe? ¿Por qué le creemos al historiador que los hechos históricos son algo tangible y real?, ¿y por qué creemos que el historiador está trabajando sólo con estos reales y tangibles, y nosotros los novelistas con la ficción?
La imparcialidad del narrador<
``Marrou decía que una descripción objetiva del asesinato de César sería más o menos ésta: en cierto instante T del devenir universal, que podría marcarse por cierta situación de equinoccios o de movimientos planetarios; en un punto M de la superficie terrestre, que podría marcarse por ciertos grados de latitud o longitud; en un recinto en forma de paralelepípedo rectangular se encontraban 200 individuos machos de la especie homo sapiens, 12 de los cuales estaban en un equilibrio vacilante cuando se acerca otro individuo de la misma especie marcando una trayectoría rectilínea con una dirección de un punto K a otro punto P y que a partir de ese momento los otros 12 individuos de la especie homo sapiens comienzan otra trayectoria que convergirá en el punto P; en sus extremidades superiores prensiles llevan unas afiladas pirámides de acero, que al encontrarse en la trayectoria X con uno de los homo sapiens, las introducen por la fuerza rasgando ciertas capas de tejidos y músculos, lo cual normalmente llamamos heridas, provocando cambios anabólicos y catabólicos en el organismo de este individuo, es decir un proceso que normalmente llamamos muerte.
``Esta sería, según Marrou, la descripción objetiva del asesinato de César. ¿Este es el hecho objetivo? ¿Este es el hecho histórico? Dice Marrou, evidentemente no. Para entender el asesinato de César necesitamos tomar datos o conceptos que no aparecen en esta discusión, y que serían, por ejemplo, los términos senado, república, conspiración, lealtad, libertad, esclavitud, sociedad y leyes. Y estos conceptos serían los que darían luz a un hecho objetivo que sólo sería comprensible cuando no lo veamos como hecho objetivo sino como hecho cultural. En la medida en la que nosotros vemos nuestra realidad como una construcción cultural, los hechos históricos se convierten no en algo objetivamente real sino en una construcción social.''
La narrativa política puede ser, de manera opuesta a la concepción común, lo que permita entender que no existen tan sólo el blanco y el negro, sino una amplia gama de grises que le dan sentido humano a la historia contada en la literatura:
``Fíjense ustedes cómo La Ilíada puede seguir siendo el mejor ejemplo de la novela política. En ella los invasores no son malos nada más por ser invasores. Los que se defienden de la invasión no son buenos sólo porque se defienden de los invasores. Héroes y villanos, valientes y cobardes, grandes y pequeños hay entre los aqueos invasores y entre los troyanos defensores. Esta imparcialidad de Homero es la imparcialidad del escritor. Guerra en el paraíso no tiene, por ejemplo, guerrilleros que nada más por serlo sean los personajes buenos. ¿Ahí nada más los militares son los personajes malos? No. La realidad, lo que importaría al escritor, o a un escritor como yo, no son sólo los hechos históricos o los hechos reales. A un escritor le interesa la vivencia humana que hace posibles esos factibles hechos. Porque la vivencia humana es la única realidad nuestra. Nuestra realidad es la humana y es lo único que tenemos. Y la literatura política es lo que puede descubrir otra vez dentro del maremágnum de la ficción política a lo humano''.
La novela, un camino para descubrir
La verificación concreta de lo anterior tiene que ver, si ya ha tocado a la política, con la economía, que es un medidor preciso para afirmar: ``Nos están hablando desde hace buen rato desde la macroeconomía y a nivel macro ya están resueltos los problemas de México. ¿Esto es la realidad? Porque nos dicen: no importa que ustedes todavía no puedan comer, no puedan beber, no puedan comprar libros, ni ir de vacaciones; no importa que la desnutrición avance en el país; no importa que el empobrecimiento crezca; eso no importa, porque la realidad es que en la macroeconomía ya salimos de problemas. ¿Cómo entender este razonamiento del presidente Zedillo? ¿Está hablando el presidente de la realidad pura o de la ficción pura? Porque esa ficción que pasa como la realidad en los discursos del Presidente o de su secretario de Hacienda, se nos dice que es superior y es más verdadera que la pobreza, el hambre y la desnutrición. ¿Qué hacer con esa realidad humana del empobrecimiento del país? ¿Eso es una ficción o es una realidad humana? Las dos son las realidades del país. Es una realidad que nuestro presidente vive elaborando y consolidando una ficción, y es una realidad del país que la realidad humana del empobrecimiento sigue siendo considerada como una ficción desde el punto de vista de la parte gubernamental''.
El cierre junta las tesis y arroja una conclusión razonable. Con ella Montemayor se pronuncia por la literatura y no por la ficción, por la realidad humana y no por la ficción política. ``Por tanto, la novela, la literatura no es un camino por la ficción, al contrario, es la mejor manera de descubrir, de desenmascarar las ficciones en que vivimos. Guerra en el paraíso es una forma de explicar por qué los términos terrorista, gavillero, delincuente, aplicados a Lucio Cabañas, no sirven para entender la realidad humana de México, no sirven para entender la realidad humana de una lucha así o de una muerte así. Desde ese punto de vista sugiero que se deje de hablar de la literatura como ficción y mejor la llamen, otra vez, sencillamente novela''.