La instalación del gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas en el DF señala el inicio de una nueva etapa política en la capital de la República. Puede ser, además, si su desempeño, incluido el de todos sus integrantes, no frustra las esperanzadoras expectativas depositadas en él, la plataforma sólida para impulsar la transición democrática y avanzar en los próximos años a la constitución de un nuevo régimen político democrático y de justicia social.
La de ayer no fue sólo la sustitución de un gobierno por otro, del PRI por el PRD. Espinosa Villarreal fue el último regente designado de manera unipersonal por el Presidente. Cárdenas es el primer gobernante electo por el voto mayoritario de los ciudadanos. Pero las diferencias no acaban en eso. El último regente, así como todos sus antecesores, respondía por completo a la voluntad, a la política o a los caprichos del Presidente en turno y a los intereses políticos y económicos del bloque dominante. Hasta ayer se ha gobernado la capital del país en gran medida de espaldas a las necesidades, derechos y esperanzas de la mayoría. Sin compromiso político o moral con sus habitantes, los regentes hicieron y deshicieron a su antojo. Tampoco había, no hay todavía, los mecanimos de control y vigilancia ciudadana sobre la administración pública y sus funcionarios.
Lo anterior explica, entre otras cosas, el florecimiento de la corrupción en casi todas las esferas de la administración: los negocios con la obras públicas; la protección por omisión o complicidad a los grandes negocios ilícitos o el crimen organizado; los sobornos y canonjías para hacer funcionar los mecanismo de control clientelar de las organizaciones sociales o la vulgar mordida al policía de la esquina. Explica también la tolerancia frente a la ineptitud y la incapacidad de los regentes, especialmente el último que deja la ciudad al borde del caos.
El jefe de gobierno electo, a diferencia de los regentes, tiene el compromiso con el pueblo del DF; la mayoría sufragó por él y le dio la victoria el 6 de julio. Votó así con la esperanza del cambio; al hacerlo se identificó con el proyecto de Cárdenas y se convirtió en una formidable base social, sensible y exigente, pero sin la cual es imposible para Cárdenas y su equipo enfrentar con mediano éxito los graves problemas urbanos, sociales, económicos, ecológicos, de servicios y de seguridad dejados como herencia por Espinosa Villarreal.
Eso obliga a idear desde el gobierno y desde abajo los mecanismos de participación social en los asuntos públicos. Desde arriba para rendir cuentas de la gestión gubernamental, para informar a la sociedad (será muy sano si Cárdenas lo hace con frecuencia a través de los medios masivos) sobre los problemas que enfrenta el gobierno y hacerla participar en la solución de los mismos. Y desde abajo para generar iniciativas, hacer la crítica necesaria y ejercer el control democrático sobre las labores del gobierno y sus funcionarios. Esa será la mejor forma de apoyo político al gobierno de Cárdenas. Un apoyo crítico, completamente necesario para enfrentar a los adversarios políticos que desde la oposición van a combatir, con buenas y malas artes, al gobierno de izquierda y democrático instalado ayer en la capital.
La lucha política no cesa. El PRI y el PAN, cada uno desde sus posiciones e intereses, tratarán de imponer a Cárdenas y al PRD el mayor y más rápido desgaste político; someterán al gobierno del DF a rigurosa vigilancia; criticarán a Cárdenas lo mismo si se equivoca al elegir a un colaborador o acierta al auditar, por ejemplo, a la administración anterior. Siempre buscarán motivos para el ataque político.
Pero más que sus adversarios, las fuerzas que apoyan a Cárdenas y él mismo están obligados a ejercer atenta vigilancia para combatir el surgimiento de fenómenos perversos, posibles en fuerzas que arriban a posiciones de gobierno sobre todo las de la corrupción, el arribismo sin principios o el adaptarse al sistema y olvidar los compromisos con la sociedad. Naturalmente deseamos el mayor de los éxitos al nuevo gobierno pues será un éxito de todas las fuerzas de la democracia y la izquierda, restablecerá la confianza en la fuerza de la sociedad.