Miguel Covián Pérez
Malos presagios

El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas inicia su desempeño como jefe de gobierno del Distrito Federal con una notoria desventaja y en un clima político saturado de malos presagios.

La desventaja es la debilidad de su equipo de colaboradores, cuyo denominador común es la inexperiencia en funciones administrativas y de gobierno, inconveniente que ya no es simple especulación, pues la información curricular publicada es una prueba documental irrefutable. No dudo que muchos de los designados sean inteligentes y posean rectitud y buena fe; pero la inmensa mayoría carece del entrenamiento indispensable en la tarea más difícil del servicio público: la toma de decisiones, la previsión de las consecuencias sociales que de ellas derivan y el adecuado uso del instrumental jurídico que debe fundamentar todos y cada uno de los actos de autoridad.

Que esa falta de experiencia propicia el desorden y la ineficiencia y produce resultados incompatibles con el buen juicio, se comprueba fehacientemente con la torpe conducción que ha tenido la Asamblea Legislativa y la esterilidad de su funcionamiento durante ochenta días, en los constantes traspiés de la mayoría perredista y hasta en la conducta absurda e irrespetuosa del dirigente de esa fracción el pasado día 5, cuando permaneció sentado mientras se rendían honores a los símbolos patrios. Hay personas a quienes saborear por primera vez las mieles del poder, les produce una embriaguez innoble.

Pero no sólo en ese ámbito político se han manifestado los errores y aberraciones de la inexperiencia. Fue ésta, aunada a la ignorancia jurídica y la irrefrenable soberbia que los mantiene obnubilados, la turbia fuente del caos legislativo desatado el jueves 4 en la Cámara de Diputados, cuando Muñoz Ledo y Medina Plascencia quisieron pasarse de listos e impusieron a sus dóciles huestes la consigna de rechazar el dictamen sobre la miscelánea fiscal, sin tener la mínima noción de los efectos que tal desechamiento tendría en cuanto a la prolongación de la vigencia de las normas aplicadas en el presente año.

Si esto ocurre en funciones legislativas, el horizonte más complejo de los órganos del gobierno capitalino aparece rodeado de ominosos presagios. Desconocer los caminos que habrán de transitarse, no haber sorteado en ocasiones anteriores sus obstáculos y dificultades, no haberse adiestrado en el arte de prevenir conflictos de intereses y de resolverlos mediante la adecuada administración de los recursos políticos y jurídicos disponibles, son deficiencias formativas que generalmente conllevan a decisiones erróneas y acciones precipitadas o irresponsables. Un equipo de inexpertos acrecienta los riesgos de que el naciente gobierno sea rebasado por la dinámica de los problemas heredados y de los que inevitablemente surgirán por su propio desempeño y bajo su exclusiva responsabilidad.

Respecto de los problemas heredados, cabe precisar que la campaña publicitaria puesta en marcha por el primer jefe de gobierno y sus consejeros políticos es de una obviedad que linda con la ingenuidad. Consiste básicamente en exagerar la gravedad de los males que padece la ciudad, como si ninguno de los gobiernos anteriores hubiese tenido ante sí una tarea de tan grande magnitud y tal grado de dificultad. Es una vieja táctica, que se conoce como el síndrome del médico chambón, y se reduce a anunciar a los familiares del paciente que éste se encuentra en un estado de extrema gravedad y que está en peligro inminente de morir. Si el enfermo fallece, debido a su incapacidad profesional, tendría la justificación de haber prevenido de antemano a sus deudos y el recurso falaz de imputar las causas del deceso a la impericia o negligencia de los médicos que anteriormente lo atendieron. En cambio, si logra la mínima mejoría (lo que es probable puesto que los males eran curables, por su propia naturaleza y por la vitalidad del paciente) recibiría elogios y gratitud por su dedicación y sabiduría.

¿Por qué acudir a tales subterfugios, si el nuevo jefe de gobierno confía en su propia capacidad, tiene firmeza en sus propósitos e inicia sus funciones con una base de legitimidad democrática que le abrirá muchas puertas y ensanchará los caminos para mejorar la gobernabilidad de la ciudad? La única respuesta lógica sería el temor a que su equipo de colaboradores, no obstante su voluntad de servicio, se hunda en las arenas movedizas de la inexperiencia. Todos lo pagaríamos muy caro.