Antonio Gershenson
Nuevo gobierno: retos y ventajas

El nuevo gobierno del Distrito Federal tiene ante sí retos, pero también ventajas. En ocasiones llaman más la atención los problemas, pero también hay elementos que son útiles para su solución.

Un nivel de delincuencia que afecta la vida cotidiana; otra delincuencia uniformada, que se entrelaza con redes de corrupción que alcanzan múltiples ámbitos; el contraste entre un enorme gasto en obras faraónicas --que a su vez son causa y pretexto del gran aumento en el endeudamiento-- y falta de solución a los problemas de agua, transporte y otros servicios que, se supone tendrían en esas obras una mágica solución; niveles de contaminación del aire que, si bien han sido enfrentados con medidas específicas, siguen manteniéndonos en un estado negativo para la salud, son algunos de los principales problemas heredados al nuevo gobierno, junto con otros que son más bien problemas nacionales, como el cierre de pequeñas y medianas empresas, desempleo, subempleo y escaso poder de compra de la mayoría de la población.

A esto se suma la cantidad de pequeños problemas que, deliberadamente o por ineptitud, dejan las autoridades salientes. Sin embargo, no sería muy positivo quedarnos en la queja, en el coraje o en la protesta. Debemos tomar en cuenta los elementos que aporta el cambio de gobierno para abordar la solución de éstos y otros problemas.

Uno de ellos es la participación de la gente. Ya hemos visto casos, desde la campaña electoral y en mayor medida desde que se instaló la nueva Asamblea Legislativa, en los que esa participación ha contribuido a trazar, y a veces a iniciar, soluciones a problemas de delincuencia, uso de suelo, corrupción y otros. Se han dado casos de sistemas rudimentarios de alarma y ayuda mutua entre los vecinos, de discusiones entre la gente de una colonia o unidad habitacional y jefes policiacos y otros eventos que antes casi no habían sucedido.

Otro elemento es el de la creatividad, en gran medida contenida o frenada por un pantano burocrático y corrupto que, en algunos casos, llevaba décadas de anquilosamiento, y en otros buen número de años. En este tiempo se han dado innovaciones, proyectos y trabajos que, al quedar liberados de esas trabas, podrán contribuir a soluciones racionales y tecnológicamente avanzadas a varios problemas. Citamos unos ejemplos.

Atacar la falta de agua, primero, eliminando fugas con métodos que no implican romper las calles, y sólo después con obras que cuiden el entorno y se basen más en la eficiencia que en el tamaño. Generar electricidad mediante fuentes limpias y a bajo costo, aprovechando recursos ahora desperdiciados, para el abastecimiento de los servicios del Distrito federal con un ahorro económico y un efecto de reducción de las emisiones contaminantes en el Valle de México. Llevar adelante esquemas de transporte colectivo y, más en general, esquemas urbanísticos, que reduzcan costos, tiempos de traslado, emisiones contaminantes y molestias a la población.

Además de encauzar este potencial, se irán presentando nuevos retos al gobierno que ahora se inicia. Para evitar que la corrupción se contagie, no bastará el castigo establecido en las leyes. Se va a necesitar toda una estrategia contra la corrupción, toda una política al respecto, especialmente debido a la extensión tan grande del problema.

Se va a requerir de una capacidad de concertación e iniciativa, no sólo políticas sino también entre grupos con intereses encontrados. Un ejemplo inmediato es el de los comerciantes ambulantes o, en general, sin un local, y el comercio establecido.

Se va a necesitar, claro, dinero. El gobierno saliente lo siguió gastando hasta el último minuto y dejó una deuda muy elevada. Pero la racionalización de un gasto que tenía mucho de derroche y otro tanto de corrupción, y el uso eficiente y cuidadoso de los recursos, puede permitir que éstos rindan bastante.

El cambio lo promovimos entre muchos con el voto, y a todos nos corresponde impulsarlo. Si la queja, el coraje o la protesta van a servir ahora, que sean como motores de la decisión de cada quien de contribuir a la solución de, por lo menos, alguno de los problemas que afrontamos.