Letra S, 4 de diciembre de 1997
La mayoría de los estudios que se refieren directamente al abuso sexual provienen de Norteamérica, Europa o de Australia. En cuanto a otras partes del mundo, es necesario recopilar datos (a menudo de estudios diseñados con propósitos totalmente distintos). Reconociendo la dificultad de acceder a esta información, esta revisión se concentrará primordialmente en la prevalencia del sexo con coerción en los países en desarrollo.
Un número creciente de estudios documenta que la coerción sexual es una realidad común en la vida de mujeres y niñas. Aunque los datos cuantitativos sobre el sexo forzado son escasos en los países en desarrollo, los que existen son preocupantes.
Consideremos el caso de los contactos sexuales forzados durante la infancia o la adolescencia. En una muestra al azar de 452 niñas de primaria de entre trece y catorce años de edad en Kingston, Jamaica, 17 por ciento reportó intentos de violación o violaciones consumadas; la mitad de ellas, antes de los doce años. En una muestra nacional de 9,997 niñas de secundaria en Kenya, de entre doce y 24 años de edad, 41 por ciento de las sexualmente activas reportaron haber sido ``engañadas o forzadas'' para tener sexo. En una encuesta anónima realizada al azar sobre el total de la población de Barbados, una de cada tres mujeres reportó conductas que constituyen abuso sexual durante su infancia o su adolescencia.
De hecho, en la práctica clínica de los afiliados peruanos a la Federación Internacional de Planeación Familiar emergieron tantos problemas relativos al abuso sexual y al incesto, que los administradores clínicos decidieron colectar datos específicos sobre el abuso sexual. De una muestra al azar de chicas que asistían a talleres de salud para adolescentes en Huancho y Juliaca, 47 por ciento reportaron haber sido acariciadas sexualmente contra su voluntad durante su infancia o adolescencia. En uno de estos lugares 11 por ciento de las niñas y en el otro 18 por ciento, reportaron haber sido obligadas a tener relaciones sexuales.
Las altísimas tasas de sexo forzado durante la adolescencia plantean preguntas muy interesantes acerca del papel de la coerción en la iniciación sexual y el embarazo entre las adolescentes. Desde hace años, los investigadores demográficos han estado preguntando a las mujeres la edad en que tuvieron su primera relación sexual, pero muy pocos se han preocupado por preguntar si su debut sexual fue deseado o por coerción. Si estos investigadores hubieran profundizado en el tema, seguramente se hubieran horrorizado ante las respuestas.
Por ejemplo, en un estudio realizado en las afueras de Ciudad de El Cabo en Sudáfrica, 30 por ciento de las madres adolescentes que asistían a una clínica prenatal (edad promedio 16.3 años) reportaron que su primera relación sexual fue ``forzada''. 71 por ciento de las muchachas reportaron haber tenido sexo contra su voluntad y 11 por ciento dijeron que habían sido violadas. Las adolescentes de esta muestra también reportaron haber sido golpeadas por sus compañeros sexuales y parecían haberlo aceptado como la consecuencia de involucrarse románticamente; 60 por ciento dijeron que habían sido golpeadas por su compañero (en promedio de 10 veces), pero menos de una cuarta parte de ellas había roto una relación como consecuencia de las golpizas. Cuando se les preguntó cuáles podrían haber sido las consecuencias de negarse a tener relaciones sexuales, 75 por ciento respondió que habrían sido golpeadas, 38 por ciento temían que se rieran de ellas y 6 por ciento dijeron que perderían a sus amigos(as).
Las consecuencias de la coerción masculina
Lejos de negar su papel en el abuso sexual, los adolescentes de Kenya estaban prestos a admitir que la coerción forma parte rutinaria de su repertorio. Durante las discusiones en grupos focales con muchachos de edades entre doce y catorce años y entre 15 y 19, los miembros del grupo afirmaron: ``--Primero las seducimos, pero si muestran resistencia las forzamos.'' ``--Algunos muchachos les meten tierra a la boca para que no puedan gritar.'' ``--Cuando no quieren tener relaciones sexuales las drogamos, les ponemos kungamunga en la comida.'' Otros investigadores documentan una dinámica similar entre los adolescentes de la etnia Xhosa del área rural de Cabo Occidental en Sudáfrica. La razón citada con mayor frecuencia por las chicas para iniciar su actividad sexual fue ``forzada por el compañero'' (28.4%), seguida por ``presión de mis semejantes'' (20%).
El abuso sexual puede ser una causa directa de embarazos no deseados, ya sea a través de la violación al afectar la capacidad de las mujeres para negociar el uso de anticonceptivos por miedo a ser golpeadas. Asimismo, puede incrementar ciertas ``conductas de riesgo'', tales como el recurso al alcohol, la iniciación sexual temprana y el sexo sin anticonceptivos.
Cierto porcentaje de los embarazos no deseados son resultado directo del sexo forzado. Un estudio llevado a cabo en una maternidad de Lima, Perú, reveló que 90 por ciento de las madres adolescentes de entre doce y 16 años habían sido víctimas de violación y en la mayoría de los casos el victimario era su padre, su padrastro, o algún pariente cercano. Un estudio similar en los Estados Unidos señaló que, de 445 mujeres que se embarazaron durante la adolescencia, 33 por ciento habían tenido relaciones sexuales no deseadas o por coerción, además de que 23 por ciento quedaron embarazadas como resultado del hecho. La mayoría de los padres de sus bebés eran sus novios o sus amigos, más que miembros de la familia o extraños.
La victimización también puede ser la causa indirecta del embarazo adolescente a través de sentimientos no resueltos y patrones de conducta determinados por los abusos anteriores. Algunas de las consecuencias documentadas más frecuentemente acerca del abuso sexual son el inicio temprano de la actividad sexual y una incapacidad para distinguir la conducta afectuosa de la conducta sexual. Frecuentemente la vergüenza y el estigma que experimentan las sobrevivientes del abuso las dejan sintiéndose vulnerables, no amadas e incapaces de decir ``no'' a las cosas que no quieren hacer, como tener relaciones sexuales o usar drogas. Además, como ``objetos dañados'' no se sienten valiosas o capaces de tomar medidas de autoprotección tales como los anticonceptivos.
Un estudio estadunidense confirmó que las mujeres sobrevivientes de abuso sexual infantil tienen tres veces más probabilidades que las jóvenes no victimadas de quedar embarazadas antes de los 18 años.
Hay muchos caminos similares evidentes en la relación entre el abuso sexual y las enfermedades de transmisión sexual (ETS). Obviamente una mujer o una niña puede contraer una ETS directamente como resultado del abuso sexual o la violación. Sin embargo, la victimización sexual durante la infancia o la adolescencia también puede incrementar las probabilidades de contraer una ETS durante la vida adulta al afectar la conducta sexual futura.
Los ejemplos transculturales sugieren que la posibilidad de un mundo sin violencia ni misoginia no es una fantasía sin esperanza. Han existido sociedades, y puede ser que aún existan, esencialmente libres del abuso basado en una posición de género. Sin embargo, los movimientos sociales deben tener tanto una visión como un sentido de responsabilidad hacia aquellos que tienen que vivir en la realidad de hoy. La abrumadora presencia de la violencia en las vidas de muchas mujeres exige que trabajemos en dos frentes: desafiar las inequidades basadas en el género y las creencias que perpetúan la violencia masculina y proveer servicios y apoyo para aquellas(os) que tratan de sobrevivir a pesar de las fuerzas sociales aliadas en su contra. Profesiones tales como la salud pública, la planeación familiar y la investigación en sexualidad humana, juegan papeles importantísimos en esta cuestión dirigiendo sus recursos a tratar de desenredar la compleja trama de fuerzas sociales que promueven la conducta violenta. Además pueden diseñar programas que empoderen o fortalezcan a las mujeres, las ilustren e identifiquen y las refieran a los servicios de ayuda. Dadas las consecuencias sociales y sanitarias del abuso, ésta no es sólo su prerrogativa, sino su obligación.
Fragmentos del ensayo Sexual coercion and women's reproductive health, presentado en el Seminario Internacional sobre Avances en Salud Reproductiva y Sexualidad, en El Colegio de México, de próxima publicación.
Traducción: Manuel Zozaya
Ya son tres semanas que estuve con ese muchacho. Estábamos tan entrados que no nos acordamos del condón. Pero, ahora siento ardor al orinar. Cuando me cambiaba de ropa, encontré manchas amarillentas que olían bastante mal. No lo pensé: Fui al doctor. ¡¿Qué?! ¡Tengo gonorrea!
¿Qué es?
Es una enfermedad causada por una bacteria conocida como Neisseria gonorrhoeae, que se transmite de persona a persona por contacto sexual desprotegido (sin condón de por medio), y afecta las paredes de la uretra en el hombre y de la vagina en la mujer, o del ano y recto en ambos, puede aparecer en la garganta también (si practicas el sexo oral sin protección).
¿Cuáles son los síntomas?
Puedes sentir dolor al orinar y escurrimiento de pus por donde sale la orina. Posteriormente inflamación en la uretra y en los testículos en hombres y en la vagina en las mujeres. Si no te atiendes las consecuencias pueden ser: imposibilidad de tener hijos, problemas en el corazón, en la piel y en las articulaciones.
Me dijeron que con penicilina se puede curar. ¿Es cierto?
No. La mayoría de los muchachos y las muchachas, cuando creen que tienen gonorrea, aconsejados por sus amigos y amigas, buscan que les pongan una inyección de penicilina. Esto puede traerte problemas. En algunos centros de salud, está dejando de recomendarse, porque la bacteria que causa la gonorrea se está volviendo resistente a este tipo de antibióticos. En su lugar se emplean otros medicamentos. La penicilina, mal usada, puede acarrearte problemas, sobre todo cuando eres alérgico. Sólo un médico puede recetarte correctamente.
Espera. Tengo unos consejos:
Si sospechas, por algunas molestias, que estás enfermo:
1. Evita ser tu propio doctor. No hagas lo que te aconsejen tus cuates o cuatas, consulta a un especialista.
2. Interrumpe tus contactos sexuales, hasta que te cures.
3. Sin dramas, ni culpas, piensa en la responsabilidad contigo mismo y con tu pareja, infórmale de la situación.
4. Lee sobre la sexualidad y sus problemas. Plantea tus dudas a esta sección. Escribe a Letra S.
5. En el futuro, no olvides usar condón.
6. Dale sabor al caldo: siéntete a gusto y seguro con la sexualidad.
Educador sexual.