José Blanco
Expectativas y desencantos

Los desencantos. Carlos Medina Plascencia lo resumió con una proverbial imprudencia: que cada partido político pague sus costos. En efecto, está más que claro que en el asunto presupuestal y fiscal todos los partidos pagarán costos políticos. Muchos de nuestros inefables políticos están poniendo en juego el repertorio completo de artimañas ``parlamentarias'' para arañar el rostro del adversario.

El G-4 en una esquina, el PRI en la otra. En el caótico y marrullero momento de instalación de esta legislatura, en este espacio sospechábamos que las cosas serían como lo estamos viendo porque se traslucía ya lo que hoy se aclara, que cada asunto está siendo tratado no según su carácter y el beneficio para la sociedad. Así por ejemplo, mientras se ``argumenta'' respecto a la miscelánea fiscal, el IVA, o la ``partida secreta'', lo que en realidad se quiere es hacer morder el polvo al PRI con la mira puesta en el 2000. Veremos repetirse mil veces este desquiciante comportamiento. Por ello la actividad ``política'' de la Cámara se está volviendo un batido, una batalla campal y un lamentable espectáculo literalmente frente a la opinión pública del mundo, y sus productos son, por ahora, un desastre.

La sociedad no llega ni a invitado de piedra.

Podría haber un acuerdo entre los partidos acerca del asunto presupuestal y fiscal, y acerca de unas reglas de seguimiento adecuadas para evaluar los resultados de tales acuerdos, a la luz de que vivimos una situación inédita en muchos sentidos; entre otros, el hecho de que están tomando decisiones a marchas forzadas un buen número de inexpertos.

De lo que trata la política hoy no es de que todos los partidos ganen porque gane la sociedad con las decisiones partidarias, sino de que todos pierdan (incluida la sociedad), tratando todos sin embargo de que el enemigo político de cada uno sea el más raspado. No es remoto que la mira puesta en el 2000 deje a todos estrábicos y exhaustos.

Apunto otra sospecha: las oposiciones al PRI parecen confiar en que este partido impedirá a toda costa la disminución del IVA, de modo que los inversionistas internacionales estén tranquilos y muchos de los internos también acerca del monto del déficit público, al tiempo que los costos son cargados a la cuenta priísta.

Las expectativas. En todas partes se respiran y se habla de ellas. Está en la idiosincrasia de los mexicanos, frente a un rayito de esperanza, elevar sus expectativas al cielo con explosivo entusiasmo. El discurso de Cárdenas obró el efecto, aún después de tantos meses de permanecer alejado del amplio electorado que lo eligió el 6 de julio.

Pero las palabras de Cuauhtémoc eso son: palabras. Y Cuauhtémoc no es mago, ni los magos existen. Las palabras no cambian los hechos, aunque mueven sentimientos y alimentan expectativas. Si el discurso cardenista se traduce apenas en una renovación de la deplorable pasión caudillista que conformó en los mexicanos su propia historia, nada cambiará en la ciudad, y todo se volverá nuevos desencantos.

Esas altas expectativas pueden ser, en cambio, la base de una amplia movilización de la sociedad para iniciar formas de participación armónicas con un gobierno de holgadísimo respaldo electoral, y así cambiar la vida tortuosa de esta metrópoli. En primer lugar, urgentemente, como dijo Cárdenas, reapropiarnos de la ciudad y poner a los delincuentes en su lugar. Casi en todo podría la sociedad capitalina aceptar avances magros durante su gestión, excepto en este tema atemorizante, desesperante y desolador.

Se ha dicho, pero es necesario insistir en ello: sobrarán conspiradores ``políticos'' que querrán a toda costa el fracaso de Cárdenas en todo y por todo. Los medios y la movilización social han de estar alertas para hacer fracasar rotundamente a los conspiradores: si las expectativas de hoy son despilfarradas, mucho tiempo pasará para que volvamos a construir este momento y, en tanto, la delincuencia crecería en progresión geométrica.

Entre otras habrá que observar la conducta del PAN en relación al nuevo gobierno capitalino. Ningún buen augurio se desprende de la avinagrada descortesía política de este partido hacia la toma de posesión del nuevo gobernador.