Con Cárdenas llegó, a la gran ciudad de México, una nueva coalición de poder. La punta de la pirámide la conforma el gabinete adicionado por los delegados y jefes de organismos desconcentrados. Sin embargo, no es sólo ello lo que da la forma y sobre todo el espesor a una facción de gobierno. Lo trascendente son las conexiones partidarias que acarrean, el tipo y naturaleza de los movimientos en los que se formaron, su pertenencia a grupos ciudadanos determinados que, en su actividad privada o pública, les ayudan a tejer un complejo de relaciones y propósitos compartidos. Desde este punto de vista, tal coalición enunciada irá tomando el cuerpo y la resonancia debida en los días por venir.
El desplazamiento del anterior entramado priísta, aunque previsto con la suficiencia de los meses de transición, no dejará de hacer sentir sus devastadores efectos en varias direcciones. Un conjunto de consecuencias se harán presentes por la pérdida de fluidez y calidad de la información que enlazaban la función pública con la actividad partidaria en el mismo DF. Ella facilitaba el desempeño de diputados, jefes de manzana, aspirantes a políticos o el adecuado funcionamiento de los seccionales y cuarteles de base del PRI. La misma densidad de la capital que irradia un manto protector y de estímulo a un sinnúmero de entidades de nivel federal y estatal con las que su administración e inercia entra en permanente contacto, no será ya un acicate al cambiar de beneficiarios. Otra de sus ramificaciones tiene que ver con las pérdidas e inversiones en el factor humano, con las biografías individuales, su promoción o caída, según sea el caso. Los que llegan para ensanchar experiencias y dominar el atractivo escenario público donde quedarán sujetos a la contaminación que el poder encierra. Los que se van y que serán reubicados en otras posiciones, difícilmente volverán a posicionarse con la hondura e importancia que tenían. Peor todavía será el destino para algunos que, simplemente, serán lanzados al desempleo. La cascada de cambios de personal es inmensa y su impacto se empezará a notar, con toda su crudeza y carga emocional, allá por los inicios del 98.
Los nombramientos que Cárdenas hizo dibujan, en la mayor parte de los casos, una coalición bien integrada, con gente capaz, visión amplia y correas de transmisión aceitadas por años de trabajo y compromiso con grupos clave del gran mosaico capitalino, sobre todo aquellos que no habían sido incorporados o que su contribución era marginal. Se tiene entonces base suficiente para sustentar el grado de gobernabilidad que se exige para la gran capital de los mexicanos. Traen, en sus alforjas, bastante capital y quieren ensancharlo, pero se les demandará finiquitar su conocido sectarismo y dar trato indiscriminado a los demás grupos políticos. Si a este activo se le combina con una, al menos inicial, honestidad y disposición para un trabajo que demandará talento y dedicación, las garantías de entregar una respuesta a la altura de las expectativas puede razonablemente asegurarse. Se sabe que la honestidad y la disposición de tiempo y ánimo, no pueden satisfacer, por sí solas, las esperanzas enormes que la ciudadanía ha depositado en el inaugurado gobierno capitalino, pero son, eso sí, requisitos para intentarlo.
Lo que de verdad importa es abrir las compuertas de la información sobre los problemas, los recursos y las propuestas de salidas del quehacer público para que éste pueda recibir el aporte colectivo, sustento de una nueva forma de hacer política. Es preciso que la información fluya en cantidad y calidad, y sea así el instrumento que mejore eficiencia del aparato de gobierno en beneficio de los ciudadanos. Será del permanente contacto con los gobernados de donde se obtenga el grado de participación informada que exige la democracia. Es esta entonces una característica que permite un mejor funcionamiento de la maquinaria social y política, y un apoyo para eliminar deshonestidades e ineficiencias que, de variadas maneras, seguirán dándose. El núcleo de un propósito de apertura, contacto y rendición de cuentas lo ha encomendado CCS, dentro de esa amplia coalición, a los jóvenes cuadros perredistas. Su accionar será vigilado con cuidado, sus proyecciones pueden subir o aniquilarse, todo dependerá de sus respuestas a esta aventura de gobierno