Emilio Pradilla Cobos
Gobierno democrático y ciudadanos

El viernes pasado, Cuauhtémoc Cárdenas tomó posesión como jefe de gobierno del Distrito Federal. Su triunfo fue el resultado de diez años de lucha y coherencia política; de una propuesta electoral democrática y de cambio profundo de la forma de gobernar, la relación entre gobernantes y gobernados y la política urbana; del repudio ciudadano al viejo régimen priísta y sus políticas económicas, sociales y territoriales; y de las ansias de transformación de la ciudad en crisis para construir un mejor presente y un futuro distinto para todos los defeños de hoy y mañana. La victoria fue inobjetable, gracias al voto masivo de los sectores populares y medios, y dio a Cárdenas y al PRD en la Asamblea Legislativa, condiciones inmejorables para aplicar a fondo el proyecto y así cumplir con los compromisos adquiridos.

La victoria electoral y la toma de posesión del nuevo gobierno marcan ya una ruptura. El partido de Estado, gobernante durante 70 años, ha tenido que aceptar, parcialmente, los cambios legales largamente exigidos por la ciudadanía y ceder el poder local a un gobierno de oposición elegido por el voto popular directo; en la medida que el nuevo gobierno lleve a cabo el cambio profundo de la forma de gobernar que Cárdenas propuso, se abrirá la posibilidad real de transitar a la democracia en la capital de todos los mexicanos. Un ingrediente fundamental de esta transición es, sin lugar a dudas, la erradicación del autoritarismo, el cambio de la relación entre gobernantes y gobernados, a través de la participación ciudadana en el acto de gobernar, enunciada en la propuesta electoral Una ciudad para todos, en los actos de campaña y en el discurso de posesión de Cárdenas.

La participación ciudadana democrática tiene dos vertientes fundamentales entrelazadas. Debe superar cualitativa y estructuralmente los límites de la ``consulta popular'' formal y tutelada, instrumentada por los gobiernos priístas, ampliándose a todo el proceso de toma de decisiones y gestión pública: diagnóstico de la situación, elaboración de propuestas y aprobación de ellas, aplicación de acciones y vigilancia de su desarrollo, y evaluación de sus resultados, con facultades propositivas y de participación real en las decisiones y debe ir de lo local (barrios, colonias y delegaciones) a lo global (la ciudad y su inserción en la metrópolis). Tiene que contar con institucionalidad, normas claras, procesos concretos, formas definidas y ámbitos de despliegue específicos, que garanticen su viabilidad, aunque no debe cristalizarse en la formalidad institucional, al permitir e impulsar las formas que la ciudadanía en su propia iniciativa, construya por sí misma, autónomamente, para materializar la democracia.

La construcción de una nueva forma de gobernar mediante una intensa participación democrática de la ciudadanía, implica a la vez a la Asamblea Legislativa y a todo el nuevo gobierno de la ciudad, a cada uno de sus integrantes, en todos sus actos de gobierno; pero igualmente compromete a todos los ciudadanos, independientemente de su filiación política y del voto dado el 6 de julio. Si el gobierno cambia su manera de actuar, la ciudadanía y sus organizaciones deben cambiar también la suya. Debe asumir ella misma la participación democrática como su manera de actuar frente a las autoridades; entender los alcances y límites de la nueva administración, liberar reflexivamente la esperanza y las demandas postergadas, actuando con serenidad, al tiempo que mantiene su sentido crítico y la vigilancia sobre la acción gubernamental; gobernantes, organizaciones e individuos tendrán que renunciar a las viejas prácticas de clientelismo, corporativismo, corrupción y subordinación, que sustentaron al régimen priísta a lo largo de su historia. Hay que cambiar la forma de gobernar, pero también las actitudes y acciones de los gobernados.

La construcción de la democracia participativa local es una condición necesaria e ineludible del éxito del nuevo gobierno y de la continuidad del cambio para hacer posible el proyecto alternativo de ciudad contenido en la propuesta electoral de Cárdenas.

El día de la toma de posesión, la esperanza del cambio volvió a caminar por las calles y plazas de la ciudad, e invadió a muy diversos sectores sociales, aun a aquéllos normalmente escépticos u opuestos al proyecto cardenista. Así, se ratificó un doble compromiso: el de los ciudadanos y el del nuevo gobierno. Es la hora de que ambos lo cumplan; es la hora de la acción; la del discurso terminó. La ciudad debe seguir funcionando, pero mejor y de otra forma distinta. Ello exige de todos los integrantes del nuevo gobierno, grandes capacidades de administración, pero sobre todo y fundamentalmente, sensibilidad, claridad y lucidez política para entablar un diálogo permanente y constructivo con los ciudadanos organizados, sobre todo con los excluidos y empobrecidos que constituyen la mayoría de los habitantes de la ciudad.