Marco Rascón
Los ambulantes, en el cambio
A Luis Sánchez Aguilar, in memoriam
Libre comercio, desregulación económica y neoliberalismo; los ambulantes viven el drama del desprecio general cuando son uno de los pecados de nuestra economía. Fueron ellos la punta de lanza social e ideológica para vender el sueño a los desplazados de la industria y la producción de que podían convertirse en empresarios ``empleándose a sí mismo''. Ellos fueron los introductores del TLC en las calles para que los pobres se incorporaran al consumo de importación, ahora ideológicamente legalizada mediante el libre comercio y la competencia salvaje; fue un recurso para imitar a la clase media y los ricos que ya no tenían que ir a Houston y a los malls porque ahora estaban aquí en Interlomas o en las plazas comerciales para conservar el estatus consumista.
La explosión del comercio ambulante en las calles es consecuencia del desempleo dada la sustitución del libre comercio por la producción. Ideólogos de esta actividad callejera fueron Herminio Blanco, Aspe, Salinas, Serra Puche, Zedillo y no Guillermina Rico ni Benita Chavarría. El comercio ambulante es el final de una cadena que se inició con la incorporación de México al GATT y al TLC, y ahora es parte de la doble moral de comerciantes establecidos y funcionarios neoliberales. La cadena continúa hacia abajo como negocios que realizan las empresas exportadoras en Estados Unidos, Corea, Taiwán y Japón con empresas importadoras mexicanas protegidas por el gobierno y que llegan hasta Tepito desde el Primer Mundo y los grandes centros maquiladores. Participan en este comercio ``decente'', que luego se vuelve callejero, tanto la Secretaría de Hacienda, la Procuraduría General de la República como gobiernos locales y las estructuras del PRI; gran parte de esta actividad ha sido promovida por ministros, cancilleres y magnates financieros. Si hay libre comercio en todo el mundo, ¿por qué no en las calles? ¿Por qué unos sí tienen derecho a la anarquía comercial y otros no?
El boom del ambulantaje surgió de la severidad de la crisis y la integración comercial durante el salinismo. Desde el PRI y desde el gobierno se descubrió la importancia política y económica de la rentabilidad de la calle comenzando la administración y explotación del espacio público. Muchas organizaciones urbanas en todo el país abandonaron la lucha por la vivienda y sus engorrosos requisitos, pues el comercio permitía clientelas fáciles y dóciles que extendieron la máxima hankista de que ``un líder pobre es un pobre líder''.
El gobierno de Cárdenas en la ciudad ha puesto en crisis toda la estructura de esta actividad y su doble moral. Los ambulantes no son sino el penúltimo eslabón de la cadena; el último es el de los consumidores que avalan esta actividad en la cual mal comen, visten, se adornan y sueñan con la modernidad; son los sectores de menos ingresos de la ciudad los que venden y compran.
Despreciadas y señaladas por sus formas clientelares, sus vínculos utilitaristas con el gobierno y el PRI, las organizaciones de ambulantes no tienen otra alternativa que transformarse. La fe priísta se desvanece ante el hecho de que ese partido se derrumba, principalmente desde arriba, luego de la XVII Asamblea y sus confusos acuerdos. Los desempleados, que forman parte de estas organizaciones, tienen hoy la decisión de transformarlas en beneficio social abriendo alternativas como una fuerza social que buscaría insertarse en el ambiente de cambios en el país. Grave error cometen los agremiados al pretender que el gobierno cardenista haga lo mismo que los gobiernos anteriores que los usaron, explotaron y reprimieron. Quienes quieren reivindicar el pasado son los líderes más preocupados por sus intereses que por los de sus agremiados, ya que hoy existe la posibilidad de un entendimiento que sólo les exige una condición: velar por sus intereses pensando también en los de la ciudad. Si no se incluye dentro de esas organizaciones el interés de la ciudad por movilizarse para crear un nuevo orden, provocarán que la presión del cambio actúe contra ellos.
Los ambulantes deben cambiar hacia adentro y hacia afuera; es precondición para una negociación nueva, pues gobierno y sociedad ya han cambiado su decisión; de ellos depende incorporarse como fuerza social al cambio democrático o quedar aplastados bajo el PRI que forjó para ellos el desprecio como herencia.