De las numerosas exposiciones que he visto últimamente en algunos viajes al extranjero y en México, destacan la de Cristóbal de Villalpando, en el Palacio de Iturbide, la dedicada al art dco en el Munal y por fin, en Londres, la extraordinaria The quick and the dead (¿la rapidez y la muerte, lo rápido y lo muerto?) que alberga el Royal College of Art, pequeña galería situada cerca de los grandes museos victorianos de Kensington, el Victoria y Albert y el enorme de historia natural. Me asombró la exuberancia de la carnalidad y la vestimenta de las figuras religiosas del pintor barroco novohispano, aun en los momentos de mayor violencia, por ejemplo la decapitación de una santa antes de que ingresara al catálogo de las mártires; y me deslumbró la perfecta y extensa selección del arte mexicano de los años veinte a los cuarenta y esa extraordinaria variedad que abarca la escultura, la arquitectura, la fotografía, el vitral, la pintura, las artes gráficas, los muebles y el cine de la época.
Así, el título de la tercera exposición se relaciona con el credo apostólico. Alude tanto al hecho de que en la muestra se exhiben los estudios que del cuerpo humano hicieron pintores, dibujantes y escultores a partir de Leonardo de Vinci, basados en esqueletos, cuerpos desollados y disecados, así como a los increíbles del cuerpo vivo. Los dibujos, pinturas, grabados, fotografías, esculturas que se incluyen recorren cinco siglos y marcan distintos cambios culturales. Sin embargo, como dice el catálogo, la imaginería es tan relevante y poderosa actualmente como lo fue en el momento de ser creada, y muchos artistas de hoy continúan trabajando ese tema, como puede verse en una exposición recientemente abierta en la Royal Academy de Picadilly que conjunta las pinturas e instalaciones de los más jóvenes representantes del arte inglés actual, o como lo demostró durante la primera mitad del siglo un gran pintor británico, Stanley Spencer, cuya exposición será inaugurada en febrero de 1998 en el Foro de Arte Contemporáneo.
En muchas de las pinturas o dibujos de esta exposición hay una mezcla importante de texto e imagen, es especial en aquellos trabajos que conciernen a la anatomía. El cuerpo humano esconde numerosas historias que deben descubrirse o descifrarse, deletrearse. Leonardo de Vinci, uno de los primeros que se dedicó a disecar el cuerpo humano y a ilustrar sus descubrimientos se alababa de haber ``deshecho más de diez cuerpos humanos'' y en su Proemio a la anatomía hablaba de la náusea y el miedo que tenía que enfrentar el artista-científico con su cuchillo en la mano, cuando deseaba adentrarse en el conocimiento de los estratos profundos de la dimensión carnal: las agallas necesarias para dominar el miedo y el asco ante esa cohabitación nocturna en compañía de los muertos descuartizados, desollados y espantosos de mirar; el precio que tenía que pagar quien intentaba traspasar la epidermis y visitar los secretos de la inmóvil belleza cadavérica. Es una imagen muy poderosa la del artista solitario que en el silencio de la noche, deseoso de encontrar las geometrías encerradas debajo de la piel, descendía por peligrosos abismos, entre los que destacaban --como uno de los más significativos-- las profundas diferencias del cuerpo femenino y del masculino, el secreto de sus entrañas.
Violentas e inquietantes son las imágenes en que la tersura de un cuerpo perfecto esculpido en mármol o marfil es de repente violada por una desolladura que deja ver en su más expresiva minucia la conformación anatómica de cada uno de los órganos de la reproducción, sobre todo si se trata de un cuerpo femenino. Pietro de Cortona traza el cuerpo grácil de una joven peinada con prolijidad en una posición elegante y sensual. Su vientre está desollado y sus órganos son exhibidos por la joven quien separa con sus dedos la piel para que su interior pueda examinarse bien, casi con un gesto de coquetería: un estudio anatómico y a la vez una muestra de cortesanía.
Anon, artista situado a caballo entre los siglos XVIII y XIX, confronta dos cuerpos en los que se delinean por igual la circulación de venas y arterias, la colocación de los órganos principales del torso, el corazón, los pulmones, el estómago, las vísceras, y en medio los aparatos de reproducción; acompañando a esos cuerpos se colocan simétricamente otros, esqueletos o cuerpos desollados que evidencian la conformación muscular del ser humano o su conformación ósea. El artista tiene una escultura en mármol que representa a una mujer embarazada, el cuerpo delineado por la piel y el vientre abierto como si se tratara de una caja que con la tapa abierta deja ver la matriz que se abre para enseñar el feto.
Grabados similares de Odoardo Fialetti dibujan el cuerpo de una mujer en donde los órganos del vientre conforman una flor; otra imagen representa a una niña que exhibe abierta su conformación genital. La figura más impactante es la de una mujer sentada y confeccionada en cera, con la vitalidad engañosa que esa materia confiere, es de André-Pierre Pinson, del siglo XVIII. La cámara de las disección se convierte, a pesar de los horrores que convoca, en un lugar de magnificencia y gloria, de exaltación y de triunfo, la absoluta perfección de lo que, antes oculto, nos ha sido develado