JEP EN LA CATEDRA OCTAVIO PAZ
César Güemes Ť Jose Emilio Pacheco se sienta no en la mesa de honor, sino justo en el tercer sitio de la primera fila. Ahí da, ni hablar, una sesión de fotos que se prolongará durante casi toda su estancia en el aula magna de la Facultad de Filosofía y Letras, donde se ha declarado formalmente en pie la Cátedra Extraordinaria Octavio Paz.
Habrá un mensaje del Nobel mexicano quien agradece el hecho y se disculpa por la ausencia. El mensaje, en voz de Guillermo Sheridan, termina con un doble goya.
En su turno, la esperada ponencia de don Jose Emilio se transforma en un acercamiento a la poesía de Paz sin asomos de solemnidad que, desde luego, el respetable agradecerá a lo largo de su intervención con aplausos que lo respaldan. A ello hay que sumar una inesperada microconferencia de prensa que, gentil, no se niega a dar.
Parte de una duda, ya en el estrado, para comenzar su plática: me pregunto por qué recayó en mí el privilegio y el honor de decir unas cuantas palabras en la instalación de esta cátedra. Sólo hallo una respuesta posible, porque soy uno de sus más antiguos lectores. Durante 40 años he mantenido con la obra de Paz esa forma perfecta de amistad que es la lectura. No es el momento para una conferencia magistral. Además, y este es el argumento principal, no me atrevería a darla pues quienes sí tienen autoridad para hacerlo hablaron en días anteriores o lo harán el año próximo. Voy a dar un testimonio sobre los 40 años de amistad con la obra de Paz, mediante una forma de expresarla ya en desuso, los versos.
Una aclaración: no he pretendido nunca que estos renglones sean poesía, son versos que responden, eso sí, al estímulo que han significado los poemas de Paz. Aquí reside mi única singularidad y mi autojustificación para ocupar sin pretensiones este tiempo y este espacio. Por una feliz coincidencia, la primera de estas páginas fue escrita precisamente aquí, en esta Facultad. Creo que podría aducir entre los presentes el testimonio de Alejandro Rossi, y entre los ausentes el de Carlos Mosiváis, cuando en octubre de 1957 apareció Piedra de sol. Debí haber hecho una reseña y no encontré manera de expresión que no fuese un intento de soneto ante ese gran poema (...) Este texto en particular quizá no se entienda muy bien porque casi nadie de las personas presentes había nacido en octubre de 1957.
El presente es perpetuo
Viene el soneto: De piedra y sol el aire suspendido/ intersticio sin voz y piel del día/ va ciñendo su tacto, espuma fría/ a la presencia de su sol vertido/ y el poeta levanta del olvido las palabras de ayer/ la lejanía del paisaje sumiso que varía/ para quedar en piedra suspendido en ese verso/ que trazó la mano exacta y segura del poeta/ arquitectura firme, edificada/ en torno a un sueño que al silencio reta/ ni mañana ni ayer es la completa poesía en una voz eternizada.
No aduzco que tenía 18 o 19 años cuando escribí el soneto, porque aún a estas alturas de mi vida, a pesar de todos mis esfuerzos, nunca he logrado escribir un buen soneto. Admiro mucho a la gente que lo hace.
Y una aclaración más: por otra parte no quisiera sumarme al besamanos, al frenesí de adulación, que se obstina en cubrir al poeta admirable cuya grandeza por tanto tiempo hemos negado. Yo he escrito muchas veces sobre él. Pero al hacerlo siempre me cohibo pues reconozco las distancias y además el fervor debe ser más bien secreto o pudoroso. Y sin embargo vuelvo a abrir sus libros y por un espejismo absolutorio 10 años no han pasado y soy de nuevo el deplorable adolescente cuya única virtud es la inocencia deslumbrada. La página se convierte en un jardín, y su vegetación en un astro feroz que me ilumina. Y nacen las palabras en el centro visible de la tierra y los cuerpos renuevan su alegría. El alba se ha poblado de pájaros, el mundo amanece en la transparencia del espacio. De pronto, entre la fisura y el vértigo, el presente es perpetuo.
Y la microconferencia de prensa, tan buscada siempre, surgió.
--¿A qué se debe que no haya leído una ponencia del orden que estaba anunciada?
--Para hablar en público es fundamental ponerse en el lugar del que está escuchando. Porque uno se da cuerda y puede hablar media hora. Pero si yo estuviera aquí no quisiera oír a estas alturas una conferencia.
--¿Siempre fueron amigos?
--Lo leo desde hace 40 años.
--¿Qué piensa don Octavio de los textos que le dedica, de las glosas y de los divertimentos?
--Nunca he comentado con él estos textos que leí.
--Quizá no le cayeron del todo bien en caso de que los viera publicados en donde lo fueron.
--Sí le cayeron bien, pero nunca lo he comentado con él.
--¿Este es el momento de que mantengan usted y él esa conversación?
--Sí, sí, seguramente.
--De modo que todas las versiones son suyas.
--Todo, todo.
Uno no siempre puede estar
--¿Le parece que entre usted y él se ha dado alguna suerte de distancia?
--Es inevitable en tantos años. Imagínese todo lo que ha pasado en el mundo en 40 años. Uno no siempre puede estar. Pero sí ha habido una amistad y una fidelidad básica de la lectura de su obra, eso nunca se ha interrumpido.
--¿No existió entre ustedes la bipolaridad de Proceso-Vuelta?
--No creo, porque por ejemplo salieron dos grandes entrevistas de Paz que hizo Scherer en Proceso. Y además Proceso nunca funcionó como un grupo literario. O sea, coincidimos ahí varios escritores pero nunca fue un instrumento para elogiarnos o promovernos. Como que separamos muy bien el trabajo de periodismo en Proceso de nuestra carrera literaria. En Proceso no han salido reseñas de libros míos o de Scherer o de Leñero.
--No obstante es verdad que corren versiones de alejamiento ideológico.
--Yo creo que ya en México todo mundo está alejado, incluso por las circunstancias mismas de la ciudad. Tengo muchos amigos con los que nunca ha habido el menor alejamiento y a quienes nunca veo. Hoy fue absolutamente angustioso llegar aquí. Y es lo que siempre pienso de las conferencias de El Colegio Nacional, que agradezco tanto a las personas que van porque el viaje es espantoso.
--Ha aparecido en Vuelta una colaboracion suya, maestro.
--Fue un texto que Octavio Paz hizo favor de pedirme.
--¿Por qué aceptó?
--Porque no tengo nada que ganar, no quiero pedir nada a cambio.
--¿A qué se debió su alejamiento de Vuelta?
--A que tenía una publicación semanal fija en Proceso. Me era muy difícil dar otra colaboración a una revista más.
--¿Mantiene contacto con don Octavio en fecha cercana?
--Constantemente hablamos desde hace un año.
--¿Tiene noticia de cómo se siente el maestro con el homenaje en que se convierte esta cátedra?
--Creo que muy bien, lo agradece mucho, y es muy bueno que le llegue ahora.
--¿Quién le llama a quién, maestro?
--Los dos nos llamamos.
--¿De modo que antes de hace un año no se hablaban?
--Claro que nos hablábamos. Además de que nos veíamos en El Colegio Nacional. Es decir, tampoco hay que exagerar.
--La manera de su intervención fue peculiar, ¿quiso desolemnizar un poco a la Universidad Nacional?
--Un poco, sí. Y decir en verso lo que se puede decir en prosa. Es un poco la continuación de lo que dije en El Colegio Nacional de los usos del verso. En el siglo XX el verso se convirtió en el vehículo exclusivo de la poesía lírica, pero que puede servir para muchas otras cosas. Y me parece que ya no puedo más.
--Sin embargo los fotógrafos siguen haciendo su trabajo. Le han tomado varios centenares de imágenes.
--Yo creo que me han confundido con Chapa Bezanilla.