El traslado de oficina realizado por el nuevo gobernador del Distrito Federal hacia la sede del Antiguo Ayuntamiento de la ciudad de México no es un simple acto de formal comodidad. En el marco de transición política por el que atraviesa el gobierno capitalino, representa un avance hacia el rescate de la vida municipal, pilar de la democracia ciudadana en las grandes urbes.
El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas no es en estricto sentido, un alcalde o un presidente municipal. Es hasta ahora, el gobernador electo del Distrito Federal, asiento de los poderes federales creado a partir de 1824 como un territorio circular de 8 kilómetros de radio. La conformación como Distrito Federal incluyó en ese entonces, a municipios ya existentes desde mediados del siglo XVI como Tacuba, La Villa y la propia ciudad de México. Todos estos municipios y muchos más, agregados al Distrito Federal a medida que éste se agrandaba, contaron con sus respectivos Ayuntamientos que son los consejos electos directamente por los ciudadanos; los municipios fueron desaparecidos durante el presente siglo; el último presidente municipal en funciones y su ayuntamiento se extinguió el 20 de junio de 1928.
Pues bien, la sede del gobierno municipal de la ciudad de México fue hasta ese entonces, el edificio llamado Ayuntamiento a donde se mudó el ingeniero Cárdenas; de tal manera que, con su traslado a este edificio abandonando las oficinas sede de los 45 gobernadores designados --de José María Mendivil en 1824 hasta Oscar Espinosa Villarreal en 1994-- el gobierno de la ciudad rescata su carácter democrático. Ahí radica la importacia simbólica del cambio físico.
Se trata en realidad del inicio de un proceso democrático, pues el nuevo gobierno carece todavía de su ayuntamiento o de un consejo de representantes no contemplado incluso, ni con la elección directa de los delegados políticos en el año 2000.
La desaparición de los Consejos Ciudadanos Delegacionales fue un revés en el camino por conformar verdaderos órganos representativos al interior de las estructuras del gobierno. Con ello se obstaculizó el camino para transformarlos en órganos con atribuciones ejecutivas en la toma de decisiones, que es precisamente, donde radica la verdadera gobernabilidad. Los consejos electos directamente en cualquier parte del mundo políticamente civilizado, representan el alma democrática de todo gobierno.
Tal desaparición no debería desalentarnos. Hay que empezar desde el principio abriendo nuevas brechas democráticas. Un camino podría ser la creación durante el actual gobierno del Distrito Federal, de un consejo de representaciones ciudadanas en cada una de la delegaciones políticas; serían a corto plazo los gérmenes de los futuros consejos delegaciones.
De esa manera las delegaciones políticas podrían convertirse en los espacios físicos y políticos para el encuentro de los actores reales que hacen la ciudad; el lugar donde los confrontados intereses alcancen otra dimensión, la del diálogo abierto, crítico, propositivo y respetuoso; un espacio político para encontrar equilibrios a los conflictos.
Además, los reclamos ciudadanos tan añejos como incumplidos por pasadas administraciones podrían ser atendidos prioritariamente a través de estos consejos conformados por las representaciones sociales. Ahí las demandas ciudadanas podrían en actos colectivos, ser conocidas, evaluadas, reflexionadas, programadas y comprometidas como responsabilidades del gobierno. Esto es, en los lenguajes municipales, el equivalente a los cabildos abiertos practicados en muchos de los municipios de las grandes urbes.
Los programas delegacionales deben ser sin más, el conjunto de tales reclamos pendientes por muy pequeños que sean. Gobernar con mayor sensibilidad, escuchar a la gente y sus organizaciones, atender y resolver sus demandas hasta donde lo permitan los presupuestos --que deberán además exhibirse públicamente-- marcará uno más de los distingos del nuevo gobierno en la ciudad. Bienvenido sea el renacimiento municipal para seguir fortaleciendo la vida democrática que le espera a la ciudad en los próximos años.