Los capitalinos esperamos cambios importantes en la forma de establecer las relaciones entre gobernantes y gobernados la primera vez que elegimos un gobierno por medio del voto popular, cambios que deberán expresarse en las relaciones cotidianas de la administración pública, en todos esos asuntos que se resuelven a diario en todas las delegaciones del Distrito Federal, desde un permiso de uso del suelo para la construcción de un gran edificio, hasta una licencia de tránsito.
Por eso mismo las promesas, no ya de Cuauhtémoc Cárdenas, sino de la democracia como tal, significan un reto enorme para el nuevo gobierno y para los capitalinos. Hay quienes opinan que se están exagerando los problemas para aliviar las responsabilidades de los nuevos administradores, como hacen los médicos de pueblo... para esconder su ineficacia. Se ha criticado a los nuevos funcionarios porque muchos de ellos carecen de experiencia en la administración pública (Miguel Covián Pérez, La Jornada, 07/12/97, pp.6). Sin embargo, después de más de setenta años de gobiernos priístas, ellos son sin duda los más experimentados, pero es evidente que los votantes sí querían un cambio.
Los gobiernos panistas en otras entidades nos han enseñado que es factible lograr dos objetivos mínimos, pero fundamentalmente en un proceso de transición democrática: a) asumir la administración de una entidad sin poner en riesgo la gobernabilidad; y b) dar satisfacción a las expectativas de los votantes, sin que se pretenda realizar milagros. Si el voto sirve para que los ciudadanos expresen su acuerdo o desacuerdo con los gobernantes electos y con el partido al que pertenecen, parecería que los resultados electorales en varias entidades han ratificado el apoyo a los partidos de oposición. Pero si el voto cambia de sentido, como también ha ocurrido, debe verse como una consecuencia natural de la democracia y no como una catástrofe.
Sin embargo pareciera que las expectativas en el Distrito Federal son más grandes, porque es la ciudad más importante del país, es la primera vez que tenemos un gobierno electo, es un gobierno de izquierda, Cárdenas tiene ya una historia en la lucha por la democracia en este país y ha ofrecido cambios de fondo en las formas de hacer política. Por ello los nuevos funcionarios deberán demostrar en su honradez, eficacia, imaginación, para resolver los mil y un asuntos pendientes, porque la administración saliente dejó no sólo una enorme deuda pública, sino una todavía mayor deuda moral y un gran rezago administrativo. Pero si se pretende que este gobierno sea la antesala de una de las candidaturas a la presidencia del año 2000, que pueda ofrecer un proyecto realmente alternativo para México, entonces también los ciudadanos tenemos tareas que realizar.
Las relaciones clientelares de todas las organizaciones sociales que dicen representar los intereses populares y que han construido también con la participación de la gente, de los ciudadanos que no se han asumido como tales, por eso la magnitud del cambio dependerá también de que esos grupos modifiquen sus formas de articulación interna y sus formas de relación con el gobierno capitalino.
Las nuevas relaciones entre el gobierno y los ciudadanos que propone Cárdenas, darán por resultado muchos liderazgos desplazados y conflictos entre grupos. La oportunidad de cambiar el estilo de gobierno se ofrece de arriba hacia abajo, pero la capacidad de aprovechar esas oportunidades va a depender en gran medida de los propios ciudadanos. Y no solamente de aquéllos que han pertenecido a organizaciones sociales, sino de todos los habitantes de la ciudad que están acostumbrados a resolver sus problemas cotidianos a través de relaciones que involucran violaciones a la ley muy diversas y que permanecen indiferentes frente a los problemas de sus vecinos y de su ciudad.
El reto de construir un gobierno democrático que signifique algo más que votar cada tres años, involucra no sólo al jefe de gobierno y a su equipo, también nos involucra a todos los habitantes, si queremos traducir en realidades concretas las ofertas de campaña, una ciudad para todos. Exigir la información que nos ha ofrecido Cárdenas, analizarla, ejercer una vigilancia crítica y constante sobre su desempeño, ocupar los espacios que se abran y crear nuevos espacios de participación, son tareas indispensables en ese proceso de construcción de una nueva democracia.