BALANCE INTERNACIONAL Ť Eduardo Loría
Las crisis ilustran

Aunque resulte impopular decirlo, las crisis económicas enseñan mucho, ya que demuestran la contundencia y validez de los argumentos hasta entonces generalmente aceptados o, en caso contrario, generan nuevas tesis y explicaciones que serán probadas en algún momento.

En este sentido, hasta no hace mucho tiempo existían varias ideas generalizadas en el campo de la política económica sobre las medidas eficientes de tipo preventivo de las terribles crisis financieras.

La primera de estas ideas se refiere a la exigencia de incrementar las tasas de ahorro interno y, consecuentemente, reducir la necesidad del ahorro externo. Como se sabe, esta última variable refleja el déficit de cuenta corriente. Este argumento ha sido planteado en forma recurrente por nuestro gobierno desde la irrupción de la crisis de diciembre de 1994 y en buena medida justifica las acciones que desde entonces se han tomado en varios órdenes.

Es indudable que las mayores tasas de ahorro del mundo, desde hace varias décadas, se encuentran en los países del sudeste asiático y en Japón, quienes son justamente los que se han enfrentado con las mayores turbulencias financieras del mundo en los últimos meses. Por otro lado, y en forma paradójica, Estados Unidos es uno de los países que presenta las menores tasas de ahorro en todo el mundo.

Estos hechos, sin embargo, no significan que el argumento de mantener altas tasas de ahorro interno sea erróneo, sino que es insuficiente frente a las características que ha adquirido la globalización financiera mundial.

Una segunda idea, que es necesario revisar, se refiere a la tesis de que un país emergente que necesita divisas externas para financiar su crecimiento, en otras palabras, que tiene una posición deficitaria en su cuenta corriente, al mantener altas reservas internacionales y liberalizar su cuenta de capitales está a salvo de ataques especulativos.

Recordemos que este argumento es central dentro de las recetas que se encuentran en el famoso Consenso de Washington que, como sabemos, fue el cuerpo conceptual y de política que orientó el patrón de crecimiento de los países emergentes desde fines de la década pasada.

A partir del efecto dragón la realidad demuestra que esta tesis también debe ser sometida a fuertes discusiones. Todos los países del sudeste asiático con dos excepciones, a pesar de presentar déficits de cuenta corriente, mantenían altos niveles de reservas internacionales e incluso las incrementaron entre julio de 1996 y julio de 1997: Hong Kong de 55.4 mmdd a 85.3; Indonesia de 15.5 a 19.3; Malasia de 23.1 a 26.1; y Filipinas de 8 a 10. Las dos excepciones son Corea del Sur y Tailandia, en que cayeron de 33.5 a 34.4 y de 38.3 a 25.

Incluso las dos economías latinoamericanas que también han sufrido de manera intensa las consecuencias de este terrible efecto incrementaron sus reservas: Brasil de 57.4 a 58.8 y Argentina de 14.6 a 19.8.

Estos hechos y otros más indican que las ideas logradas en consensos internacionales deben ser revisadas con frecuencia y, aún más, ante la dinámica de la globalización debe evitarse a toda costa pretender que son regularidades que se convierten en leyes económicas.